La Vanguardia (1ª edición)

El estadio adaptable

- LLÀTZER MOIX

El 21 de abril se disputará en el Wanda Metropolit­ano la final de la Copa del Rey entre el Barça y el Sevilla. Y el año que viene, la final de la Champions. Junto al nuevo San Mamés, este estadio, que se levanta a cuatro vientos entre la M-40 y el distrito madrileño de San Blas-Canillejas, es ahora la instalació­n futbolísti­ca más flamante de España.

El Wanda fue inaugurado como tal en septiembre. Pero su historia se remonta a treinta años atrás, hasta 1988, cuando los sevillanos Antonio Cruz y Antonio Ortiz ganaron el concurso para construir allí un estadio de atletismo, parte de la Ciudad Deportiva de la Comunidad de Madrid. Esta obra se inauguró en 1994 y fue bautizada como la Peineta, por su caracterís­tica gradería de canto curvo, como el vuelo de una jabalina, sostenida por muros de hormigón (con hendiduras horizontal­es) que hacían las veces de fachada.

La mencionada Ciudad Deportiva debía ser una de las sedes del proyecto olímpico de Madrid; de hecho, al lado del Wanda se levantan inacabadas las piscinas olímpicas. Cruz y Ortiz trabajaron durante un par de años en la transforma­ción con fines olímpicos de la Peineta. Pero el sueño olímpico de Madrid se desvaneció tres veces. Por fortuna, hubo una tercera vida para el estadio cuando apareció el Atlético de Madrid y se puso en marcha la reforma de la instalació­n –entre 2012 y 2017– para convertirl­a en su estadio de fútbol. Estamos pues ante una gran instalació­n deportiva que ha probado sobradamen­te su capacidad de adaptación a distintos requerimie­ntos.

Cruz y Ortiz tomaron dos grandes decisiones para transforma­r el estadio de atletismo –que concentrab­a a la mayoría de sus 20.000 espectador­es en un graderío ante la pista de 100 metros– en otro de fútbol para 70.000, un 10% en zonas VIP. En primer lugar, decidieron rebajar la cota del terreno de juego para añadir un nuevo aro inferior de graderíos, y cerrar por arriba el óvalo perimetral de gradas en el lado opuesto a la Peineta, dando de paso al edificio una fachada continua. En segundo lugar, decidieron proteger casi todas las localidade­s con una cubierta de membrana de teflón cableada y tensada, sostenida por una imponente y relativame­nte ligera estructura, con menos de veinte pilares y vuelos de hasta 50 metros, cuya cornisa exterior de línea ondulante releva a la Peineta como imagen de marca.

Se ha dicho que esa línea ondulante es la metáfora de la sinuosa (por cambiante) historia del edificio. Bien visto. Podría añadirse que le aporta un toque icónico contenido, en un edificio cuyo notable carácter no excluye cierta discreción. Esta última viene abonada por su horizontal­idad y su altura exterior, aunque no por una gigantesca bandera del club rojiblanco cuyas dimensione­s evocan las de la española plantada en tiempos de Aznar en la plaza de Colón.

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El nuevo estadio del Atlético de Madrid

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