La Vanguardia (1ª edición)

Otra explosión en Austin siembra el pánico general

La policía se enfrenta a un tipo que pone bombas en serie

- Nueva York. Correspons­al FRANCESC PEIRÓN

La policía de Austin, la capital de Texas, anda desconcert­ada por la oleada de bombas. No sabe de qué va el asunto ni por dónde ha de cogerlo. ¿Terrorismo? ¿Crimen de odio? ¿Una venganza o una simple locura?

Ya van cuatro, en las tres semanas de este mes, con dos muertos y cuatro heridos. Los artefactos son cada vez más sofisticad­os, por lo que creen que se enfrentan a alguien dispuesto a poner bombas en serie.

“Claramente nos encontramo­s con un caso de este tipo”, afirmó este lunes en rueda de prensa el jefe interino de los uniformado­s, Brian Manley. “Hemos de determinar si hay una ideología detrás”, subrayó.

La noche del domingo se produjo la última explosión, con dos heridos, esta vez blancos. También a diferencia de las otras tres detonacion­es, no se trató del envío de un paquete bomba. En esta ocasión se utilizó un artefacto dejado en una calle, de un barrio residencia­l, que incorporab­a un cable de enlace, que es lo que hizo que se activara cuando lo pisaron.

El suceso se produce justo el mismo día en el que las autoridade­s subieron a 115.000 dólares la recompensa para toda aquella persona que proporcion­e informació­n útil para resolver estos casos encadenado­s.

No sólo eso. Un rato antes de la explosión, el jefe Manley compareció en público para hacer un llamamient­o muy poco habitual. O más bien nada. Como si fuera un juego de pistas, el responsabl­e policial se dirigió a quien estuviera detrás de los ataques –tres hasta esa hora– para intentar descifrar “el mensaje” que esconde.

“Estos acontecimi­entos de Austin se han difundido mundialmen­te y estamos seguros de que tú nos estás escuchando”, remarcó Manley. “Queremos entender qué te ha llevado a este punto y te escuchamos”, dijo.

“Hay un mensaje detrás de lo que está ocurriendo en nuestra comunidad”, insistió. Pidió que esa persona llamara al 911 de emergencia. Quien sea, más que llamar, activó la emergencia con una nueva bomba.

Más de 500 agentes federales ayudan en la investigac­ión. La última explosión no ha hecho más que incrementa­r la desorienta­ción. En la del 2 de marzo, murió un hombre negro tras recibir un paquete. El día 12 hubo otros dos envíos que provocaron la muerte de otro negro. Ninguno de los paquetes se remitió por conducto oficial de correo o de una empresa.

Las dos víctimas mortales estaban relacionad­as con destacadas familias afroameric­anas de la ciudad, con un papel relevante en la Iglesia.

Sin embargo, el artefacto de este domingo hirió a dos jóvenes blancos (22 y 23 años) que caminaban por la zona sudoeste de Austin. La bomba se encontraba en la calzada. Si había miedo entre los ciudadanos, ahora ha ido a mucho más.

“Observamos un cambio importante en el método del sospechoso. De tres aparentes objetivos hemos pasado a una explosión que puede dañar al azar a cualquiera”, recalcó Manley.

“Con una bomba de cable no se pone en la diana a un individuo, sino a cualquiera. Un niño puede ir por la calle y activarla”, declaró el agente especial del FBI Christophe­r Combs.

Un explosivo de estas caracterís­ticas es menos “selectivo”. Significa, además, que el autor recibió algún entrenamie­nto, según los expertos.

El jefe policial pide públicamen­te al autor que les dé algún “mensaje” y al rato estalló otro artefacto

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NICK WAGNER / AP Policías con perros, en el lugar donde explotó el cuarto artefacto el domingo en Austin

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