Otra explosión en Austin siembra el pánico general
La policía se enfrenta a un tipo que pone bombas en serie
La policía de Austin, la capital de Texas, anda desconcertada por la oleada de bombas. No sabe de qué va el asunto ni por dónde ha de cogerlo. ¿Terrorismo? ¿Crimen de odio? ¿Una venganza o una simple locura?
Ya van cuatro, en las tres semanas de este mes, con dos muertos y cuatro heridos. Los artefactos son cada vez más sofisticados, por lo que creen que se enfrentan a alguien dispuesto a poner bombas en serie.
“Claramente nos encontramos con un caso de este tipo”, afirmó este lunes en rueda de prensa el jefe interino de los uniformados, Brian Manley. “Hemos de determinar si hay una ideología detrás”, subrayó.
La noche del domingo se produjo la última explosión, con dos heridos, esta vez blancos. También a diferencia de las otras tres detonaciones, no se trató del envío de un paquete bomba. En esta ocasión se utilizó un artefacto dejado en una calle, de un barrio residencial, que incorporaba un cable de enlace, que es lo que hizo que se activara cuando lo pisaron.
El suceso se produce justo el mismo día en el que las autoridades subieron a 115.000 dólares la recompensa para toda aquella persona que proporcione información útil para resolver estos casos encadenados.
No sólo eso. Un rato antes de la explosión, el jefe Manley compareció en público para hacer un llamamiento muy poco habitual. O más bien nada. Como si fuera un juego de pistas, el responsable policial se dirigió a quien estuviera detrás de los ataques –tres hasta esa hora– para intentar descifrar “el mensaje” que esconde.
“Estos acontecimientos de Austin se han difundido mundialmente y estamos seguros de que tú nos estás escuchando”, remarcó Manley. “Queremos entender qué te ha llevado a este punto y te escuchamos”, dijo.
“Hay un mensaje detrás de lo que está ocurriendo en nuestra comunidad”, insistió. Pidió que esa persona llamara al 911 de emergencia. Quien sea, más que llamar, activó la emergencia con una nueva bomba.
Más de 500 agentes federales ayudan en la investigación. La última explosión no ha hecho más que incrementar la desorientación. En la del 2 de marzo, murió un hombre negro tras recibir un paquete. El día 12 hubo otros dos envíos que provocaron la muerte de otro negro. Ninguno de los paquetes se remitió por conducto oficial de correo o de una empresa.
Las dos víctimas mortales estaban relacionadas con destacadas familias afroamericanas de la ciudad, con un papel relevante en la Iglesia.
Sin embargo, el artefacto de este domingo hirió a dos jóvenes blancos (22 y 23 años) que caminaban por la zona sudoeste de Austin. La bomba se encontraba en la calzada. Si había miedo entre los ciudadanos, ahora ha ido a mucho más.
“Observamos un cambio importante en el método del sospechoso. De tres aparentes objetivos hemos pasado a una explosión que puede dañar al azar a cualquiera”, recalcó Manley.
“Con una bomba de cable no se pone en la diana a un individuo, sino a cualquiera. Un niño puede ir por la calle y activarla”, declaró el agente especial del FBI Christopher Combs.
Un explosivo de estas características es menos “selectivo”. Significa, además, que el autor recibió algún entrenamiento, según los expertos.
El jefe policial pide públicamente al autor que les dé algún “mensaje” y al rato estalló otro artefacto