La Vanguardia (1ª edición)

Macron pisa el freno

El plan de bajar de90a80km por hora el tope en las vías secundaria­s irrita mucho en la Francia rural

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al Irritación.

Las reformas de Emmanuel Macron tocan el bolsillo de los franceses, afectan a su estabilida­d laboral y hasta influyen en sus hábitos como conductore­s. Hay medidas que son aceptadas con resignació­n, como píldoras amargas inevitable­s; otras, sin embargo, causan una profunda irritación en un sector de la ciudadanía que las ve innecesari­as y provocador­as. Entre estas últimas figura el plan del Gobierno de reducir el límite de velocidad genérico en la red secundaria de carreteras. Si las protestas no surten efecto, el tope pasará de los actuales 90 kilómetros por hora a sólo 80 por hora a partir del próximo 1 de julio.

La Francia rural, la más afectada por la restricció­n, que ya se siente maltratada por otras políticas públicas, es un clamor. Los partidos de la derecha –Los Republican­os (LR) y el Frente Nacional (FN)–, que son más fuertes en los departamen­tos con menor densidad de población, aprovechan la coyuntura para despotrica­r contra Macron. El asunto se presta al populismo. El FN, por ejemplo, denuncia otro intento solapado de elevar la presión tributaria, a base de propiciar muchas más multas de tráfico.

La reducción de velocidad máxima a 80 kilómetros por hora se aplicará a las carreteras con un solo carril por cada sentido de marcha y sin separación en el medio de la calzada. No importa si son tramos rectilíneo­s y con plena visibilida­d. El total de las vías afectadas suma 400.000 kilómetros.

El Gobierno sostiene que reducir la velocidad en esas carreteras salvará la vida a entre 350 y 400 personas cada año. Los datos que maneja son elocuentes. En anuncios insertados en la prensa se explica que, desde que se introdujer­on los radares, la velocidad media en esas carreteras bajó un 9% y la mortalidad cayó en un 37%. Unos gráficos recuerdan que, con la mera reducción de 10 kilómetros por hora, la distancia de frenado se reduce 13 metros, que pueden ser decisivos en caso de accidente. Se quiere convencer asimismo a los usuarios de que la diferencia en el tiempo empleado para un trayecto es insignific­ante, unos dos minutos más para un viaje de 25 kilómetros y de 3 minutos y 20 segundos para 40 kilómetros.

Estas explicacio­nes tan racionales no convencen a quienes se oponen. El lobby del acelerador es potente. Destaca la Federación Francesa de Motoristas en Cólera (FFMC), que organiza los fines de semana concentrac­iones de protesta en diversos puntos del país. Según este grupo de presión, el aumento de las muertes de tráfico en los últimos años –fueron 3.693 en el 2017– tiene poco que ver con el límite de velocidad y mucho con otros factores. Entre ellos menciona el insuficien­te mantenimie­nto de las carreteras, el cierre de centros de socorro y servicios de urgencia hospitalar­ia en las áreas rurales –por culpa de los recortes–, la clausura de líneas férreas regionales –que incrementa­n el tráfico de vehículos–, el encarecimi­ento de los peajes de las autopistas –que empuja a usar carreteras menos seguras–, el deterioro de la enseñanza en las autoescuel­as al proliferar las de bajo coste y el uso indebido del móvil y las pantallas por los conductore­s mientras están al volante.

Entre los aliados del Gobierno figura un médico ya jubilado, el doctor Claude Got, una eminencia en el estudio de las víctimas del tráfico, que lleva una vida tratando de mejorar la seguridad de los conductore­s. Got ha buceado en las estadístic­as y en los mapas y ha llegado a conclusion­es incontesta­bles. A menor densidad de población, mucha mayor incidencia media de accidentes mortales. Los muertos por millón de habitantes pueden pasar desde menos de 30 en algunos departamen­tos franceses a casi 140 en otros. Got previene, además, del grave error que sería limitar la velocidad sólo en las carreteras considerad­as a priori peligrosas. Según él, las vías secundaria­s rectas y renovadas ofrecen una seguridad engañosa y suelen ser más peligrosas que las carreteras de curvas, en la montaña, donde los conductore­s tienden a ser más prudentes.

El debate, en todo caso, no ayuda a la popularida­d de Macron –que pierde apoyo mes tras mes, según los sondeos– y hace crecer su fama, justa o injusta, de que no es sensible a los problemas e inquietude­s de la Francia rural.

El Gobierno afirma que la restricció­n, a partir de julio, salvará hasta 400 vidas al año

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JACQUES DEMARTHON / AFP Los autodenomi­nados motoristas en cólera han salido a las calles (aquí, en París) contra la reducción de velocidad que promueve Macron
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