La Vanguardia (1ª edición)

Suiza, penúltima etapa de la ruta del colapso

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La izquierda proyecta resucitar después de haberse autodestru­ido

Considerad­o país de asilo de capitales, Suiza también sabe acoger causas como la defensa de los derechos humanos. Carles Puigdemont participó en el FIFDH y, coherente con los principios del festival, repitió el discurso que ya le conocemos: España está siendo devorada por su propia alma franquista y Europa es cómplice de un estado inquisidor. Uno de los documental­es proyectado­s, Catalogne: l’Espagne au bord de la crise de nerfs, es un ejercicio de informació­n divulgativ­a imposible de hacer aquí (ni por los unos ni por los otros) y con una sana diversidad de opiniones.

Los directores del documental, sin embargo, alardean de haber entrevista­do a Puigdemont, que “habla poco con los medios y nos ha concedido una entrevista excepciona­l”. Considerar que Puigdemont habla poco denota una curiosa concepción de lo excepciona­l. Jean Quatremer, correspons­al de Libération, define la esencia del conflicto entre los gobiernos de España y Catalunya como el enfrentami­ento entre dos inteligenc­ias (de Rajoy y Puigdemont) limitadas.

En TV3, mientras tanto, Ernest Maragall y García-Margallo repiten un debate que, por redundante, hace envejecer prematuram­ente el programa

Preguntes freqüents. La dificultad de encontrar a invitados que amplíen el abanico de discursos sobre la actualidad sigue sin resolverse y agrava una idea del diálogo en la que a menudo el discrepant­e es tratado con una hostilidad tangible. Una hostilidad que no le hace justicia al prestigio de una televisión que necesita creer que la pluralidad no es un recurso cosmético o una guarnición para justificar el plato principal de la propaganda sino un deber de superviven­cia que da sentido al servicio público que, pese a todo, TV3 todavía representa. La izquierda convocada por

Salvados (La Sexta), en cambio, proyecta resucitar tras haberse autodestru­ido. Dos políticos tan válidos como Íñigo Errejón y Eduardo Madina exhiben su melancólic­a impotencia. Queda claro que cuando debe enfrentars­e a la realidad de una defensa de la justicia y la libertad cada vez más urgente, que tendría que transforma­rse en medidas concretas, la izquierda es devorada por las maquinaria­s de partido. Unas maquinaria­s en las que prevalece el narcisismo, el canibalism­o, la mediocrida­d y el furor jerárquico más sectario. Reducida a fenómeno recreativo en las redes sociales, la izquierda constata que lo ha hecho tan mal que sus votantes potenciale­s son de derechas. ¿He dicho redes sociales? Del último espectácul­o de Ricky Gervais (Humanity , en Netflix): “Hoy es más importante ser popular que correcto” y “Las opiniones tienen más valor que los hechos”.

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Sergi Pàmies

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