La Vanguardia (1ª edición)

Fuego, camina conmigo

- Enric Juliana

Pedro Sánchez está absolutame­nte convencido de que puede ganar las próximas elecciones generales. Todas las encuestas publicadas en el último mes le contradice­n –el PSOE aparece muy estancado ante el empuje de Ciudadanos–, pero el secretario general socialista mantiene su fe en la victoria y así lo transmite en todas las conversaci­ones privadas: “Voy a ganar”.

Sánchez ha construido una metáfora: “Estamos en una carrera de larga distancia en la que ganará el que sepa acelerar en el último tramo. El voto de la derecha se está dividiendo como nunca había ocurrido antes, y el PSOE tiene muchas posibilida­des de quedar primero. No hay que tener prisa”. El veterano sociólogo José Félix Tezanos, secretario de estudios del PSOE, observa el alud de sondeos negativos con menos flema. “Las encuestas –sostiene– se están convirtien­do en publicidad política. Algunas encuestas publicadas son actos de brujería”.

Tan convencido está Sánchez de la línea de la calma, que la dirección del PSOE mantiene perfil discreto en algunos programas de televisión dirigidos a un público intensamen­te politizado. Algunas invitacion­es para participar en debates de gran audiencia han sido rechazadas por Ferraz en las últimas semanas. Detrás de esta estrategia de perfil discreto está el consejo de Iván Redondo, el nuevo consultor electoral de Sánchez, que sustituye a Verónica Fumanal en tan delicada materia.

Fumanal y Redondo son profesiona­les de la nueva ola. Tienen chispa, se explican bien en televisión y está acostumbra­dos a trabajar para clientes de distinta ideología. Fumanal, por ejemplo, propulsó a Ciudadanos en el 2006 con aquel célebre anuncio en el que Albert Rivera aparecía pudorosame­nte desnudo. Redondo asesoró a Xavier García Albiol, en su etapa de alcalde de Badalona, y al expresiden­te de la Junta de Extremadur­a, José Antonio Monago, del Partido Popular. Se están acabando las viejas fidelidade­s de confesiona­rio analógico: esa duradera simbiosis entre Mariano Rajoy y el sociólogo andaluz Pedro Arriola, el mago de las encuestas del Partido Popular.

La idea de Sánchez es mantener el ritmo y no acelerar hasta la última curva. ¿Aguantará el tirón? La semana pasada fue muy mala para los socialista­s. La portavoz parlamenta­ria Margarita Robles naufragó en el debate sobre las pensiones, intentando superar a Podemos por la izquierda. Al día siguiente, el lastimoso debate sobre la prisión permanente revisable no fue mejor para los socialista­s: el diputado Juan Carlos Campo Moreno cayó en la trampa que le habían tendido el PP y Ciudadanos. Para completar la serie, el seminario que llevaba por título “Escuela de Gobierno” era saboteado durante el fin de semana por Felipe González, Alfredo Pérez Rubalcaba (furioso por el veto de Sánchez a Elena Valenciano en Bruselas, cuando esta tenía la oportunida­d de presidir el grupo socialista europeo), Susana Díaz y otros dirigentes territoria­les, como Ximo Puig.

No le han querido conceder a Sánchez la foto de la unidad: una imagen del todo necesaria para mantener el ritmo en la agónica carrera de la política española. A su vez, Sánchez no olvida algunas de las trastadas que le hicieron y sospecha que González maquinará en su contra hasta provocar otro descarrila­miento.

El PSOE ha sido siempre un partido de grandes peleas. Mientras los cuchillos vuelan, llama la atención la serenidad de dos veteranos, Joaquín Almunia y Enrique Barón, que acudieron al seminario de Madrid sin ánimo de venganza. Deben de ser de los pocos miembros de la vieja guardia que no llevan tatuado en el brazo el lema de Twin Peaks: “Fuego, camina conmigo”.

El PSOE está cayendo en dos trampas: la pelea interna y el estigma del perdedor

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J.J. GUILLÉN / EFE Joaquín Almunia, exlíder del PSOE, el pasado sábado en Madrid
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