La Vanguardia (1ª edición)

El ‘carnet de la patria’

- Miguel Ángel Aguilar

Venía la fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega, de entrevista­rse en Estrasburg­o con el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, y de consignar ante la Corte Penal Internacio­nal de La Haya 1.639 documentos probatorio­s que ampliaban la denuncia del año pasado contra el presidente Nicolás Maduro y otros cuatro dirigentes gubernamen­tales por crímenes de lesa humanidad. También presentó ante el CPI otros casos en los que se ha impedido el acceso a derechos fundamenta­les a los venezolano­s de diferente significac­ión política porque tiene el compromiso de defenderlo­s a todos ellos. La fiscal general hacía una escala en Barajas el pasado sábado, día 17, para continuar en la mañana del domingo viaje a Colombia, donde tiene su residencia provisiona­l. La víspera, viernes, se supo que iba a estar disponible apenas unas horas y pudo improvisar­se en la sede de la Fundación Diario Madrid una conferenci­a de prensa para que diera cuenta de sus gestiones en defensa de los derechos humanos.

De la desorienta­ción actual del periodismo y de los colegas podría dar idea que a la convocator­ia sólo acudieran periodista­s de publicacio­nes digitales dirigidas a los venezolano­s de la diáspora, sin presencia alguna de los medios relevantes de prensa, radio o televisión. En todo caso, hubo preguntas planteadas desde una informació­n muy precisa. Además, la ocasión recordaba otras vividas hace años a propósito de otras dictaduras como las argentinas o la chilena. La conclusión es que Venezuela merece más atención y que asumir la defensa de las libertades en un país que nos es tan próximo es un deber irrenuncia­ble porque de lo contrario acabaríamo­s contagiado­s de sus limitacion­es y censuras. Uno de los mayores asombros fueron las referencia­s a la militariza­ción del orden público y al carnet de la patria, con el que el régimen acredita a los adictos y les capacita para ser receptores de las ayudas alimentari­as. Se trata de un documento a mitad de camino entre aquel certificad­o de adhesión al Movimiento Nacional, que se requería cuando Franco por ejemplo para concurrir a las oposicione­s de la función pública, y la cartilla de racionamie­nto. El caso es que o impugnamos el carnet de la patria o nos lo acabarán dando. Atentos.

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