El precio de la fama en la red
Menores atrapados en una burbuja que incita al riesgo
Primero se conforman con el reconocimiento y les basta la aceptación del resto de la comunidad virtual; después esperan el refuerzo personal con el aumento de contactos y al final se obsesionan con el número de likes, los me gusta acumulados por cada foto colgada en las redes. Y es en este último estadio cuando la burbuja digital atrapa a muchos adolescentes hasta “el punto de jugar con la muerte para sentirse vivos en las redes”, alerta Manuel Armayones, director de desarrollo eHealth Center de la UOC en la Universitat Oberta de Catalunya.
Es lo que acaba de pasar con una adolescente de 14 años, rescatada por los Mossos tras colgarse de una viga en un terraza del Eixample de Barcelona, a 40 metros del suelo, para hacerse una foto. Una historia que los padres esa menor (dieron permiso a los Mossos para la difusión de la foto) han querido que sirva para concienciar a otros adolescentes de que no todo vale para tener más likes en las redes sociales. Y menos jugarse la vida como hizo esta adolescente.
Un paso, el de estos progenitores, aplaudido desde diferentes ámbitos preocupados por la dificultad que tienen hoy muchos adolescentes “para diferenciar el mundo virtual del real”, afirma Cristina Gutiérrez, responsable de la línea de Ayuda de Internet Segura (IS4K). Hasta el límite de situar en su lista de prioridades la reafirmación de su identidad digital por encima de su propia integridad física. Y añade: “Una vez quedan atrapados en esa burbuja, en la que se retroalimentan con contenidos ajustados a sus preferencias, esos adolescentes dejan de percibir el riesgo como un peligro y se muestran muy nerviosos y ansiosos cuando sus fotos o vídeos no consiguen los me gusta que esperan”. Es en ese momento cuando la obsesión por ganar protagonismo y aumentar el refuerzo de su identidad en esa comunidad digital les empuja “a pasar de la foto inocente a la imagen impactante”, añade Manuel Armayones. Esto ocurre sin necesidad de superar retos (como el de quemarse la piel con sal o el hielo o comer cápsulas de jabón) ni sumarse a las últimas tendencias de la red. Lo que hace aún más preocupante esta realidad –consideran estos expertos– pues esos adolescentes inventan sus propias escenas de riesgo (como el caso de la adolescente que se colgó de una viga en el Eixample) con el único propósito de recibir el aplauso del resto de usuarios.
Buscar escenarios para esas fotos de extremo de riesgo sería, en estos casos, una consecuencia “de la evolución del menor que queda atrapado en la narrativa narcisista y exhibicionista de las redes”, coinciden Gutiérrez y Armayones. “Ese adolescente recibe un auténtico bombardeo de información sin filtros claros”, apunta el
Los padres de la chica colgada de una viga autorizan la difusión de la foto para ayudar a la concienciación
profesor de Estudios de Psicología de la UOC.
Sacar a esos menores de esa burbuja digital no es tarea fácil. Lo saben bien Joan Arnela y Elisabet Moragues, cabo y agente, respectivamente, de la Oficina de Relaciones con la Comunidad de Mossos. Ambos, destinados en L’Hospitalet, imparten charlas a adolescentes y padres para informar sobre los riesgos de las redes sociales. Afirman que sus discursos están por ahora más centrados en alertar de los peligros del intercambio de fotos de carácter sexual o el bullying que en la moda de hacerse fotos en escenarios de riesgo. “En Catalunya tenemos, de momento, pocas historias como la del Eixample y más episodios relacionados con los otros dos temas”, revelan. Aunque sí han constatado, en sus entrevistas con menores, “que una de las principales obsesiones de los adolescentes es acumular el máximo de likes a sus comentarios y fotos”. Es lo que les hace perder, comparten con Armayones y Gutiérrez, “la percepción del riesgo”. Con las madres y padres, los Mossos intentan inculcarles en esas charlas la necesidad de controlar la actividad de sus hijos en las redes. El problema es que muchas familias compran los teléfonos a hijos de muy corta edad, a partir de los ocho años, y después de permitirles que se den de alta en diferentes canales sin tener los años mínimos exigidos “no hacen después nin- gún seguimiento de lo que hacen en esas redes”. Manuel Armayones apunta, por su parte, que una manera de acabar con estas situaciones de riesgo sería “el silencio”. Que nadie accionara el me gusta tras una foto como la de la adolescente del Eixample. Cristina Gutiérrez apuesta, en este sentido, por apelar a la responsabilidad de los padres para que ejerzan un mayor control. Pero todo eso es ya mucho pedir.