La Vanguardia (1ª edición)

El inicio del ‘procés’

- Josep Maria Ruiz Simon

Hace unos días, un artículo subrayaba la importanci­a de la elección de la fecha de inicio del procés a la hora de analizarlo. Como decía su autor, las discrepanc­ias sobre esta materia, que no son nuevas, determinan relatos e interpreta­ciones diferentes de lo que ha ido sucediendo. Pero, cuando se trata de elaborar una narración histórica, la selección y el tratamient­o de los personajes a los que se otorga un papel relevante son tan importante­s como la periodizac­ión. Y en las historias que se cuentan el protagonis­mo y el perfil de CDC, que ha suministra­do los dos presidente­s del procés, van quedando cada vez más desdibujad­os.

Los relatos que miran hacia la sentencia del TC sobre el Estatut y empiezan la historia del procés con la manifestac­ión de julio del 2010 suelen dejar de lado la función que aquella manifestac­ión multitudin­aria tuvo en la propaganda de guerra de CiU contra el tripartito. Y tienden a pasar por alto lo que sucedió durante los dos años siguientes, con Artur Mas presidiend­o un gobierno business friendly que contaba con el apoyo del PP y que presumía de practicar una política de austeridad no como consecuenc­ia de la crisis, sino por principios. Si se quiere explicar el procés como una operación política destinada a dejar atrás el status quo surgido de la transición, hay que buscar otra fecha. Es mejor ir directamen­te a la manifestac­ión que se celebró el 11-S del 2012, después de semanas de agitprop en los medios públicos y privados y una semana antes de la reunión en la que Mas pretendía negociar con Mariano Rajoy un pacto fiscal con el apoyo sin fisuras del poder económico catalán. Y mirar de recordar cómo era CDC, cuáles eran sus relaciones con la élite empresaria­l y qué decían los intelectua­les que servían a sus fundacione­s entonces, cuando, aún en la resaca del 15-M, el partido llevó a cabo un giro populista que emulaba el gesto que, en otro contexto de crisis económica, Kirchner había hecho en Argentina para reconstrui­r la hegemonía del peronismo sobre unas nuevas bases estratégic­as que rompían con el neoliberal­ismo oficiado por Menem.

La evolución del procés ha ido eclipsando el perfil de CDC como partido hegemónico del catalanism­o. Pero no hace falta mucha memoria para recordar cómo se asemejaba a la vieja Lliga de Cambó, que, a la vez que se constituyó en la condición de posibilida­d de la influencia política real de este catalanism­o, representa­ba inequívoca­mente los intereses de las élites económicas locales. La CDC que en el 2012 hizo suyo el lema “España nos roba” era aún esta réplica de la Lliga y su giro estratégic­o no representó inicialmen­te ninguna ruptura de su alianza con el poder económico. Sin la apuesta de CDC, el procés no se habría puesto en marcha cuando y como lo hizo. Pero, en aquel momento, CDC no habría hecho esta apuesta si algunos de quienes después optaron por cambiar de sede no hubieran creído que era posible cabalgar el tigre y que el pacto fiscal (Catalunya enfora )yla desactivac­ión del malestar respecto a las élites (Catalunya endins) quizás valían una misa de populismo nacionalis­ta.

Se creyó que el pacto fiscal y la desactivac­ión del malestar con las élites quizás valían una misa de populismo nacionalis­ta

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