El inicio del ‘procés’
Hace unos días, un artículo subrayaba la importancia de la elección de la fecha de inicio del procés a la hora de analizarlo. Como decía su autor, las discrepancias sobre esta materia, que no son nuevas, determinan relatos e interpretaciones diferentes de lo que ha ido sucediendo. Pero, cuando se trata de elaborar una narración histórica, la selección y el tratamiento de los personajes a los que se otorga un papel relevante son tan importantes como la periodización. Y en las historias que se cuentan el protagonismo y el perfil de CDC, que ha suministrado los dos presidentes del procés, van quedando cada vez más desdibujados.
Los relatos que miran hacia la sentencia del TC sobre el Estatut y empiezan la historia del procés con la manifestación de julio del 2010 suelen dejar de lado la función que aquella manifestación multitudinaria tuvo en la propaganda de guerra de CiU contra el tripartito. Y tienden a pasar por alto lo que sucedió durante los dos años siguientes, con Artur Mas presidiendo un gobierno business friendly que contaba con el apoyo del PP y que presumía de practicar una política de austeridad no como consecuencia de la crisis, sino por principios. Si se quiere explicar el procés como una operación política destinada a dejar atrás el status quo surgido de la transición, hay que buscar otra fecha. Es mejor ir directamente a la manifestación que se celebró el 11-S del 2012, después de semanas de agitprop en los medios públicos y privados y una semana antes de la reunión en la que Mas pretendía negociar con Mariano Rajoy un pacto fiscal con el apoyo sin fisuras del poder económico catalán. Y mirar de recordar cómo era CDC, cuáles eran sus relaciones con la élite empresarial y qué decían los intelectuales que servían a sus fundaciones entonces, cuando, aún en la resaca del 15-M, el partido llevó a cabo un giro populista que emulaba el gesto que, en otro contexto de crisis económica, Kirchner había hecho en Argentina para reconstruir la hegemonía del peronismo sobre unas nuevas bases estratégicas que rompían con el neoliberalismo oficiado por Menem.
La evolución del procés ha ido eclipsando el perfil de CDC como partido hegemónico del catalanismo. Pero no hace falta mucha memoria para recordar cómo se asemejaba a la vieja Lliga de Cambó, que, a la vez que se constituyó en la condición de posibilidad de la influencia política real de este catalanismo, representaba inequívocamente los intereses de las élites económicas locales. La CDC que en el 2012 hizo suyo el lema “España nos roba” era aún esta réplica de la Lliga y su giro estratégico no representó inicialmente ninguna ruptura de su alianza con el poder económico. Sin la apuesta de CDC, el procés no se habría puesto en marcha cuando y como lo hizo. Pero, en aquel momento, CDC no habría hecho esta apuesta si algunos de quienes después optaron por cambiar de sede no hubieran creído que era posible cabalgar el tigre y que el pacto fiscal (Catalunya enfora )yla desactivación del malestar respecto a las élites (Catalunya endins) quizás valían una misa de populismo nacionalista.
Se creyó que el pacto fiscal y la desactivación del malestar con las élites quizás valían una misa de populismo nacionalista