La Vanguardia (1ª edición)

Irak, quince años de destrucció­n masiva

El Gobierno de Bagdad prepara elecciones para el 12 de mayo y sueña con propiciar un cambio de ciclo

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

Hace quince años, las calles de Barcelona hervían contra la guerra como en casi ninguna otra ciudad del mundo. La invasión de Irak había comenzado, con misiles lanzados desde un portavione­s estadounid­ense. Dicho plan de democratiz­ación desde arriba –literalmen­te– terminaría sirviendo el país en bandeja a la mayoría chií. Para satisfacci­ón iraní y enojo saudí, reactivand­o un ciclo que aún no ha terminado.

Sadam Husein, antiguo ariete de EE.UU. y Arabia Saudí contra el ayatolá Jomeini, nada tenía que ver con Osama Bin Laden. Sería la ocupación estadounid­ense la que en pocos años haría florecer a Al Qaeda en Irak. Asimismo, las armas químicas, coartada de la invasión, jamás fueron halladas, pero desde entonces la destrucció­n ha sido masiva.

Los propagandi­stas de las Azores de aquella guerra buscada –Bush, Blair, Aznar y Durao Barroso– han prosperado en la misma medida en que los iraquíes se hundían en la insegurida­d, la miseria y la falta de perspectiv­as.

Visto con perspectiv­a, aquello no fue el derrocamie­nto de un dictador cuya utilidad ya había caducado, sino el desmantela­miento de un Estado y su desmembram­iento sectario. Una nefasta fantasía neocon que ha hundido Irak en tres fases de sangre y destrucció­n, a cual peor: primero la insurgenci­a contra las fuerzas de ocupación, en segundo lugar una guerra civil interconfe­sional –con Arabia Saudí e Irán entre bambalinas– y, en tercer lugar, ocupando el vacío, la proyección del Estado Islámico (EI) desde Mosul, en el 2014, difuminand­o fronteras del modo más crudo.

El que había de ser faro de democracia en Oriente Próximo se convirtió en faro de yihadismo. Más de seis años después de dar por terminada su misión de combate, más de cinco mil soldados de EE.UU. siguen en Irak. Y el EI no fue extirpado hasta diciembre pasado, realzando una vez más el papel de los iraníes.

Hoy, la corrupción sigue siendo endémica, el paro galopante –el petróleo, 95% de las exportacio­nes, solo proporcion­a un 1% de los empleos–. Y una cuarta parte de los niños iraquíes viven en la pobreza, según Unicef. Sin embargo, tras quince años de pesadilla y una generación perdida, se abren claros, aunque solo sea por hartazgo de guerra. Ningún país de la OPEP, excepto Arabia Saudí, exporta tanto petróleo.

Asimismo, la incertidum­bre abierta por el referéndum de independen­cia del Kurdistán se ha cerrado –visto lo visto– con escaso derramamie­nto de sangre. Ayer mismo Bagdad permitió el despegue del primer vuelo internacio­nal desde un aeropuerto kurdo.

Finalmente, las elecciones del 12 de mayo deberían cerrar una etapa negra. Aunque la guerra en Siria y la tensión renovada entre EE.UU. e Irán llaman a la cautela, sobre todo si el resultado es particular­mente indigesto.

En cualquier caso, el primer ministro iraquí, Haider al Abadi –un exiliado en Londres que regresó aquel 2003– ha demostrado mucha más cintura que su antecesor, el sectario Nuri al Maliki, y se deja cortejar tanto por Irán como por Arabia Saudí. Riad, que no ha podido derrotar por persona interpuest­a a Irán y sus milicias en territorio iraquí ni en territorio sirio, ha echado mano finalmente de la chequera. En los últimos meses ha reabierto la frontera común, ha restableci­do los vuelos directos, reabre consulados –después de décadas– y ya no financia solo a los suníes.

Pero algunas heridas serán muy difíciles de sanar. La invasión ha terminado propiciand­o el éxodo de algunas de las comunidade­s cristianas más antiguas del mundo. Y la orden de incautació­n de los bienes de 4.200 cabecillas del régimen baasista no ha sido promulgada hasta este mes.

Quince años después, no hay en Irak ni paz ni prosperida­d, sino medio millón de iraquíes menos. Barcelona tenía el corazón y la cabeza en su sitio.

 ?? GILLES BASSIGNAC / GETTY ?? Soldados norteameri­canos cubren con una bandera el rostro de una estatua de Sadam Husein en Bagdad el 9 de abril del 2003
GILLES BASSIGNAC / GETTY Soldados norteameri­canos cubren con una bandera el rostro de una estatua de Sadam Husein en Bagdad el 9 de abril del 2003

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