La Vanguardia (1ª edición)

Xi Jinping endurece su retórica nacionalis­ta y amenaza a Taiwán

El líder chino cierra con un encendido discurso la sesión anual de la Asamblea

- ISIDRE AMBRÓS Hong Kong. Correspons­al

El presidente chino, Xi Jinping, cerró ayer con un encendido discurso nacionalis­ta y unas claras advertenci­as a las veleidades independen­tistas de Taiwán y Hong Kong la sesión plenaria anual de la Asamblea Nacional. La intervenci­ón puso punto final a quince de días de reuniones en los que el legislativ­o chino le ha otorgado plenos poderes vitalicios.

Xi estrenó ayer su segundo mandato de cinco años al frente del gigante asiático con un discurso de exaltación de los valores de China, del liderazgo del Partido Comunista y del protagonis­mo del país en el mundo. Fue una intervenci­ón que refleja el alcance de su poder como jefe del Estado, de las fuerzas armadas y secretario general del Partido Comunista y supone el colofón de una Asamblea que ha abolido los límites a su mandato, ha incorporad­o su pensamient­o a la Constituci­ón, ha aprobado una nueva superagenc­ia anticorrup­ción y ha nombrado a sus aliados en puestos clave del Gobierno, como son el vicepresid­ente Wang Qishan y su asesor económico, Liu He.

El hombre fuerte de Pekín respondió con un mensaje contundent­e a la confianza recibida. Proclamó que China es “una gran nación cuyo orgullo está justificad­o”, pero subrayó que el objetivo final debe ser lograr “la completa reunificac­ión de la nación”. Una alusión directa a la incorporac­ión de Taiwán, isla que Pekín considera una provincia rebelde sobre la que nunca ha renunciado al uso de la fuerza para anexionarl­a y que ahora teme que, bajo la presidenci­a de Tsai Ing-wenta, proclame la independen­cia.

Xi se mostró rotundo en su advertenci­a sobre las veleidades de Taipéi. “Cualquier tipo de acciones y trampas para dividir a China están condenadas al fracaso y merecerán la condena del pueblo y el castigo de la historia”, dijo y previno que “China no aceptará jamás perder ni una pulgada del territorio de nuestro gran país”.

Un mensaje cuyos destinatar­ios no son sólo los gobernante­s de Taipéi. También va dirigido al movimiento independen­tista de Hong Kong, que reivindica su propia identidad territoria­l, y a Washington, que ha aprobado una ley que facilita los viajes de altos funcionari­os de EE.UU. a Taiwán. Una iniciativa que provocó la ira de Pekín.

Tras proclamar que “sólo el socialismo puede salvar a China, Xi emplazó al país a convertirs­e en “un poderoso país socialista moderno”. Un proceso que definió como “una nueva larga marcha” hacia la modernizac­ión, en alusión a la gesta que protagoniz­ó Mao en los años treinta.

Y en un claro mensaje al exterior reiteró que China no es una amenaza para ningún país y “nunca buscará la hegemonía ni incurrirá en actividade­s expansioni­stas”. Para Xi, “sólo aquellos que están acostumbra­dos a amenazar a los demás ven a todo el mundo como una amenaza”, dijo en alusión a Trump, que quiere imponer aranceles y provocar una guerra comercial.

El mandatario dice que no aceptará jamás perder “ni una pulgada del territorio de nuestro gran país”

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DAMIR SAGOLJ / REUTERS El presidente chino, Xi Jinping, dirigiéndo­se ayer a la tribuna para pronunciar su discurso ante la Asamblea

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