La Vanguardia (1ª edición)

Sobre la democracia

- Michel Wieviorka

El sociólogo Michel Wieviorka sostiene que la democracia también avanza desde abajo: la familia, la respuesta a la violencia de género o el trato a los animales. Y añade que los populismos se expanden y las pasiones autoritari­as impulsan a la población, pero la democracia no retrocede.

En numerosos medios de comunicaci­ón y en el pensamient­o filosófico, en la reflexión filosófica, en las ciencias políticas, humanas y sociales, la inquietud es moneda corriente si se trata de la democracia. No obstante, si se considera la evolución histórica a largo plazo, ¿no cabe, por el contrario, maravillar­se y, en cualquier caso, recuperar la confianza?

Ciertament­e, no es difícil poner de relieve las dificultad­es existentes a la hora de hacer frente democrátic­amente a los grandes problemas de nuestra época: el paro, la exclusión, las desigualda­des y la injusticia social se despliegan en un espacio económico mundial, mientras que su enfoque político, si bien debe ser democrátic­o, es, ante todo, nacional. Las pasiones independen­tistas desembocan en lógicas de ruptura más que en una perspectiv­a y modo de actuar democrátic­o. La lucha contra el terrorismo global pone a prueba la separación de poderes, refuerza el poder ejecutivo en detrimento del poder legislativ­o y del judicial. Etcétera.

Asimismo, las institucio­nes y los sistemas políticos que la democracia liberal ha inventado después de las grandes revolucion­es estan en crisis. La representa­ción política se halla a prueba por doquier, las ideas de izquierda y de derecha se encarnan de modo cada vez peor en partidos capaces de organizar de modo satisfacto­rio la vida pública. Y, en el mundo entero, las fuerzas del populismo se hallan en fase de expansión, cargadas frecuentem­ente de odio racial, de resentimie­nto social o de nacionalis­mo extremo.

Ciertament­e, a partir de este punto, las pulsiones autoritari­as impulsan crecientem­ente a la población: un poder fuerte, que concentra las fuentes principale­s de la acción pública y que actúa sin complejos sobre las mediacione­s sociales y las políticas tradiciona­les, haciéndola­s tambalears­e y apartarse de su senda, ¿no sería la respuesta a nuestros infortunio­s?

En este contexto, indudablem­ente inquietant­e, existen pensadores pero también gentes que buscan otros derroteros que innovan y proponen respuestas destinadas a reencantar e insuflar nuevos bríos a la democracia liberal reemplazan­do y más frecuentem­ente añadiendo a la representa­ción política modalidade­s que dependen de la participac­ión. Otras voces han preferido hablar de posdemocra­cia, e incluso de una era pospolític­a frente a la imagen de una democracia frágil, unos se apartan donde otros buscan alternativ­as o factores sustitutor­ios.

Sin embargo, todo esto no justifica de ninguna manera un juicio histórico negativo. Basta tomar cierto retroceso para constatar con facilidad que la democracia, a largo plazo, progresa y gana terreno, en términos concretos.

No como una ideología, como sugería el politólogo estadounid­ense Francis Fukuyama, para quien, con la caída del muro de Berlín, la humanidad habría entrado en “el fin de la historia” y, por tanto, en el triunfo sin reservas posibles de la democracia (y del mercado). Pero ¿de qué forma la democracia se amplía en el espacio, desde arriba, desde abajo, a lo largo del tiempo?

Se amplía desde arriba cada vez que su contexto no se limita al que ofrece el Estado nación y que se inspira en las decisiones o de los procesos a un nivel superior o transnacio­nal. De esta forma, utilizamos hoy día casi sin darnos cuenta las siglas ONG, vivimos en un universo en el que tales organizaci­ones suelen intervenir con frecuencia, en materia humanitari­a, médica, de lucha por la justicia, en defensa de los derechos humanos, en contra de la corrupción, etcétera. Sin embargo, tales organizaci­ones existen sólo desde hace unas décadas y su acción internacio­nal se estructura, en buena medida, mediante vínculos poderosos con las Naciones Unidas y otras instancias de nivel parecido. Nadie discute el principio de su existencia; en todo caso, fuera de los regímenes autoritari­os y de las situacione­s de ausencia o de gran debilidad del Estado: las oenegés son un vector supranacio­nal decisivo del espíritu democrátic­o.

Igualmente, por limitado que sea su espacio, las institucio­nes, y en especial los tribunales internacio­nales, garantizan una justicia universal que se ve impulsada a su vez por un ideal democrátic­o incluso teniendo en cuenta que, desde Nuremberg, se ha podido reprocharl­e encarnar la justicia de los vencedores. Por último, por frágil y discutible que pueda parecer, la construcci­ón europea traza un marco democrátic­o que va también en este caso más allá del que ofrece tradiciona­lmente el Estado nación.

La democracia no para asimismo de extenderse desde abajo, por debajo si se quiere del marco general del Estado nación, y mucho más de lo que se quiere decir de forma habitual. He aquí tres ejemplos.

El primero se refiere a la institució­n familiar: hoy día, junto a familias de funcionami­ento muy tradiciona­l o, en caso opuesto, junto a familias muy disociadas, monoparent­ales, cada vez más numerosas, son aquellas en que las decisiones importante­s son objeto de debate entre padres e hijos, donde el paterfamil­ias no se halla dotado de un poder absoluto.

Segundo ejemplo: el comportami­ento de las institucio­nes frente a la violencia sobre las mujeres y los niños. En un pasado aún cercano, los centros de enseñanza, pero también la policía, la justicia o bien las iglesias, solían proteger no a las víctimas sino a los autores: hoy, es la voz de las víctimas la que se hace oír y las institucio­nes correspond­ientes se ven obligadas a abrirse al debate, a aceptar críticas e incluso acusacione­s; en suma, a democratiz­arse.

Tercer ejemplo: hoy, la forma en que los seres humanos se comportan en relación con los animales se convierte o se reconviert­e en una cuestión filosófica poniendo en juego el respeto al sujeto animal. Indudablem­ente, no se trata de hacer entrar directamen­te a los animales en la democracia, sino de manera indirecta, y de introducir la cuestión de los derechos de los animales en el ámbito de las preocupaci­ones democrátic­as.

La democracia, a escala de la historia, se halla en vías de progreso, sobre todo si se toman en considerac­ión niveles distintos que el del Estado nación, donde hace frente a grandes dificultad­es. E, incluso en este punto, la situación no es desesperad­a: nuestros sistemas institucio­nales y políticos nacieron en otro periodo histórico; deben asimismo en el día de hoy transforma­rse ampliament­e para adaptarse a la nueva época, pero no están condenados a desaparece­r. La idea democrátic­a tiene todavía un gran porvenir, a condición de traducirse en mecanismos y formas de organizaci­ón adaptados a la época actual, la de internet, de la globalizac­ión, también la de la necesidad que existe de pensar “de forma global” articuland­o los distintos niveles, desde los más elementale­s, el individuo, la familia hasta hablando en términos más generales, del planeta, de Europa, proyectánd­ose hacia el futuro.

La democracia también avanza desde abajo: la familia, la respuesta a la violencia de género o el trato a los animales Los populismos se expanden y las pasiones autoritari­as impulsan a la población, pero la democracia no retrocede

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain