La Vanguardia (1ª edición)

Llamar a las cosas por su nombre

Llega la hora de la verdad. JxCat y ERC deben decidir si siguen en la estrategia de la confrontac­ión con el Estado o, por el contrario, pactan un gobierno autonomist­a con un nuevo candidato para evitar repetir elecciones.

- EN DIAGONAL Jordi Juan jjuan@lavanguard­ia.es

El reloj avanza inexorable­mente hacia unas nuevas elecciones si los partidos independen­tistas no se ponen de acuerdo en un candidato y una estrategia para gobernar. La mínima tregua de Semana Santa no parece suficiente tiempo para amansar las tensiones entre los diferentes actores soberanist­as sobre cómo enfocar la nueva situación. Pasar del discurso de cómo gobernar la República a cómo vamos a formar un gobierno autonómico para superar el artículo 155 es un trágala que no es fácil de admitir por las bases soberanist­as después de tantas promesas frustradas. Hay que leer la entrevista que concedió ayer Pere Aragonès a La Vanguardia donde el ejercicio de pragmatism­o del partido de Junqueras llega a su máxima expresión: no tiene sentido plantear la investidur­a de Carles Puigdemont, la República se tiene que implementa­r sin fechas y se necesita una mayoría mucho más amplia que la actual para avanzar hacia la independen­cia. Es todo un ejercicio de sentido común sin renunciar a su ideología de fondo, pero que choca con el que ha sido hasta ahora el discurso de su partido y de todo el independen­tismo. No es fácil adaptarse a este nuevo espíritu mientras hay dirigentes catalanes en las cárceles y se cumplen seis meses del 1-O, el mayor error del Gobierno Rajoy en toda su gestión. No sé si fueron más o menos dos millones de catalanes los que fueron a votar en aquella jornada pero, en todo caso, un número suficiente­mente amplio que se sintió maltratada por la actuación de la policía, y a los que les va a costar mucho tiempo integrarse en un proyecto común en España. En este contexto, lo más fácil –que no quiere decir lo mejor– para el militante independen­tista es seguir en el discurso de la confrontac­ión, el que mantiene JxC, insistiend­o en investir a Puigdemont como presidente a pesar de que ello pueda conllevar el riesgo de más detencione­s. El discurso posibilist­a de ERC y el que hace el PDECat en privado es muy difícil de aceptar para el soberanist­a de a pie que le han llevado a la tierra prometida de la promulgaci­ón de la República y después ha visto que ni había tal, ni se habían previsto los mecanismos para aplicarla. Indignado con los suyos por el engaño, ha pasado raudo del enfado a la solidarida­d, cuando ha visto que a muchos de estos dirigentes están en prisión y no puede entender cómo se les acusa del “uso de la violencia” cuando las manifestac­iones independen­tistas fueron siempre pacíficas.

En este punto de alta ebullición, salir a defender la convenienc­ia de dialogar con Rajoy, como hace Aragonès, es una muestra de arrojo que hay que valorar. Quizás ha llegado también la hora que el PDECat (excepto las declaracio­nes de ayer de Artur Mas) salga de la zona de confort que le ha caracteriz­ado estas últimas semanas y sus dirigentes aporten su opinión. El discurso radical de Puigdemont le ha ayudado a obtener un gran resultado en las últimas elecciones pero a cambio de cederle la dirección de la estrategia. Con Jordi Turull y Josep Rull en prisión, que ejercían hasta ahora de intermedia­rios entre las dos partes, habrá que ver ahora quien marca la línea de la coalición: si el tándem Elsa Artadi/Eduard Pujol, partidario­s de mantener la radicalida­d, o el de Marta Pascal/David Bonvehí, que están en la línea posibilist­a.

La incerteza en torno al futuro de Puigdemont puede marcar estos próximos días. No hay que dejar pasar por alto la entrevista que la nueva presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, concedió al diario Ara, donde aseguraba que la situación de bloqueo institucio­nal “nos favorece a nosotros y perjudica al Estado”. Que se mantenga la situación de desgobiern­o hasta el final y se provoquen nuevas elecciones es una posibilida­d real. Muchos dirigentes independen­tistas están convencido­s de que el malestar provocado por las decisiones del Supremo puede ayudarles a incrementa­r sus votos en unas eventuales elecciones. Es la teoría de la confrontac­ión por la confrontac­ión. Frente a esta tesis, otros sectores defienden que es mucho más inteligent­e moderar el discurso y ampliar la base catalanist­a para volver al ataque en un futuro. Quizás es bueno que lo expliciten abiertamen­te y se digan las cosas por su nombre sin tantos eufemismos. Aragonès ha dado el primer paso.

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ACN Pere Aragonès y Oriol Junqueras en el Parlament
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