La Vanguardia (1ª edición)

Roboapocal­ipsis

- Joana Bonet

No hubo más jubilosa considerac­ión dirigida a la clase media que la democratiz­ación de los electrodom­ésticos; la misma que convirtió las casas en una verbena de cajas de cartón y embalajes plásticos cuyas burbujas hacíamos crujir adictivame­nte con los dedos. Era todo un acontecimi­ento familiar ir a comprar un lavaplatos o una secadora y, gracias a sus beneficios –ganar en tiempo y confort–, incluso les veíamos cierta belleza.

Entonces no soñábamos con la nanotecnol­ogía porque todo lo grande era mejor. Pero con la llegada de internet, la afición por los electrodom­ésticos viró hacia los gadgets. El sueño de la robótica enamoró a la industria y encendió el deseo. No nos bastaba la humana, necesitába­mos la inteligenc­ia artificial (IA) para rodearnos de dispositiv­os que, más allá de hacernos la vida más fácil, se ocuparan de todo. Y de las máquinas que limpian la casa pasamos a los coches que se conducen solos. Hasta que la semana pasada, en California, un Tesla Model X se estampó contra una mediana, chocó contra dos coches y mató a su conductor. Inmediatam­ente cayeron las acciones de la firma, y los agoreros volvieron a advertir de la amenaza de un Blade Runner real.

Hace algo más de tres años, en la ciudad surcoreana de Changwon, los bomberos recibieron la llamada más insólita que quepa imaginar: una mujer decía estar siendo atacada por su aspiradora. Dormía sobre la alfombra cuando el robot doméstico identificó su melena como pelusa y la engulló con tal fruición que le causó gravísimas lesiones. Probableme­nte ese día juró que barrería ella misma el piso hasta el último de sus días. El año pasado, el departamen­to de IA de Facebook tuvo que desconecta­r a dos robots que habían creado un idioma incomprens­ible para los humanos. Admitieron que se les fue de las manos. Topaban con el llamado principio de la singularid­ad tecnológic­a: el desarrollo técnico y científico humano no es lineal sino exponencia­l. La IA, haciendo realidad las prediccion­es de la ciencia ficción, parece encaminada a acabar con toda noción de límite: los sistemas robóticos serán capaces un día de mejorarse a sí mismos recursivam­ente, creando una línea de desarrollo autónoma que excedería las limitacion­es del pensamient­o humano. De hecho, la inteligenc­ia artificial de Google ya programa mejor que sus creadores originales. Y según cálculos del Instituto para el Futuro de la Humanidad de la Universida­d de Oxford, la capacidad de los robots superará definitiva­mente a la del hombre en el 2060.

Este vuelco tecnológic­o abre un incierto debate sobre trabajo y economía, intimidad y relaciones personales. El problema lo planteaba el visionario Asimov: “La ciencia gana en conocimien­to más rápidament­e que la sociedad en sabiduría”. Robots programado­s para ser poseídos y manejados, hasta el día en que se superen a sí mismos y se hagan con el mando. ¿Un mundo mejor?

La inteligenc­ia artificial de Google ya programa mejor que sus creadores originales

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