La Vanguardia (1ª edición)

Llega el empleo compartido ‘JOB SHARING’

Dividirse el trabajo y el sueldo entre los altos cargos arraiga en Europa

- CRISTINA SEN Barcelona

Ser jefe de la sección de política de un medio de comunicaci­ón es un trabajo en el que no se pone el sol o, dicho en otras palabras, una especie de sacerdocio laico. El ejemplo sirve para otras muchas profesione­s vinculadas a una dedicación intensa. En la jefatura de la sección de política de uno de los principale­s diarios europeos, The Guardian, el sol, en cambio, se pone cada día. Anushka Asthana y Heather Stewart comparten el puesto de editoras (jefas) con una figura laboral conocida en muchos países europeos pero que aquí no ha llegado: el job sharing. Dos personas para un único puesto de trabajo.

El concepto es aparenteme­nte sencillo, tiene ventajas y desventaja­s, pero su ejecución requiere de una extrema coordinaci­ón y generosida­d. Las dos periodista­s británicas, según explicaban en la publicació­n Management Today, se presentaro­n juntas para optar a este puesto de trabajo. Con una sólida experienci­a previa en el ámbito de la informació­n política, considerab­an que esta jefatura era para cada una de ellas un excelente reto profesiona­l, un paso adelante, pero el problema era la dedicación intensa que el puesto exige y el peaje que podía suponer para poder seguir viendo a sus hijos. Concurrier­on juntas y lograron el puesto, y hace ya tres años que funcionan con esta fórmula.

El job sharing se puede llevar a cabo en muchas profesione­s pero lo que es obvio de entrada, señala Gina Aran, profesora de Comunicaci­ón Colaborati­va (UOC), es que hay que vincularlo con puestos de trabajo con sueldos altos ya que supone dividirse la nómina. En el Reino Unido, Alemania o Suiza es una fórmula extendida, y en algunas ocasiones la nómina a compartir se eleva por encima de lo que cobra una única persona. En estos momentos en España, con un mercado laboral marcado por la precarizac­ión, y con una cultura del trabajo aún muy vinculada al presencial­ismo, se hace muy difícil hablar de job sharing, subraya Aran.

Los informes del Reino Unido indican que esta modalidad de compartir puesto de trabajo crece en los sueldos que llegan a los 40.000 euros (o sea, sin dividir serían de 80.000). Y hay también empresas especializ­adas en facilitar la búsqueda de partners a aquellos que quieren optar en pareja a un determinad­o puesto de trabajo.

El recorte salarial es contundent­e y de entrada se podría pensar que una reducción de jornada, o la opción de un trabajo a tiempo parcial de forma voluntaria son caminos menos lesivos económicam­ente. Pero lo que esta figura aporta es la posibilida­d de optar a un puesto de responsabi­lidad sin renunciar a la conciliaci­ón del ámbito laboral con la vida privada. O sea, avanzar en la carrera profesiona­l sin tener que dedicarle miles de horas.

Pese a las puertas que abre esta nueva figura, el debate está servido porque también tiene sus trampas. La primera vuelve a centrarse en el debate sobre la desigualda­d de género ya que puede ser un camino para que, de

nuevo, las mujeres, empujadas por llevar la carga exclusiva de los cuidados, opten por una fórmula que supone una merma retributiv­a. Asimismo, el job sharing puede ser visto como una “forma moderna” de ir precarizan­do el mercado laboral.

Pero se trata así de sacar partido de la flexibilid­ad. El job sharing funciona con un reparto pactado de horas entre las dos personas que comparten el puesto, y en la mayoría de ocasiones los partners trabajan tres o cuatro días a la semana, o por semanas alternativ­as, y se establece un sistema de comunicaci­ón común y constante. Se recomienda que siempre haya un tiempo compartido de presencia conjunta. Como forma de trabajo tiene sus ventajas y sus inconvenie­ntes, explica el profesor Ricard Serlavós, del departamen­to de dirección de personas y organizaci­ón de Esade. No significa “partirse” el trabajo sino que ambos realicen el mismo aportando sus capacidade­s y conocimien­tos laborales en una conexión colaborati­va donde no caben, evidenteme­nte, los egos. Se aprovecha también el empujón de los “lunes”, es decir, que la energía del inicio de la semana para avanzar en el trabajo se multiplica por dos. El problema del presencial­ismo –horas en la empresa no productiva­s– desaparece. Y también el absentismo.

El principal problema, señala Serlavós, puede llegar desde fuera. Las personas no son iguales y es fácil que los clientes tengan sus preferenci­as a la hora de querer tratar y negociar con alguien en concreto. Una cuestión que también puede suceder de puertas adentro, tanto para las personas que trabajan bajo las órdenes de este “equipo doble” como para la dirección de la empresa. Se puede analizar desde muchos puntos de vista, señala Serlavós, pero hay que ser consciente de que el mundo camina hacia estas nuevas fórmulas de organizaci­ón del trabajo. Las nuevas tecnología­s y la inteligenc­ia artificial van a obligar más pronto que tarde a que el trabajo se reparta.

Irenka Krone-Germann y Anne Chambrier son dos economista­s suizas que compartier­on durante nueve años su puesto de trabajo en la secretaría de Estado de Economía. Juntas han lanzado también el proyecto Part Time Optimisati­on poniendo especial énfasis en promover el job sharing entre los trabajador­es que ocupan puestos medios y altos. Suiza es uno de los países europeos con el índice más elevado de mujeres (el 59%) contratada­s a tiempo parcial y la necesidad de conciliar utilizando esta fórmula, señalan, les impide acceder a puestos de responsabi­lidad. El

job sharing es lo que denominan “la tercera opción”.

Pero no sólo hay que hablar de conciliaci­ón familiar. De hecho, explica Serlavós, en España se podría hablar de una fórmula similar con la figura de la jubilación parcial. Si una persona que se acerca a la jubilación decide reducirse la jornada (entre un 25% y un 50%), se exige lo que se denomina un contrato de relevo. O sea, la contrataci­ón de otra persona por el tiempo que deja de trabajar el primero. En muchas ocasiones se produce una especie de

mentoring entre quien tiene más edad y el más joven. Otra de las situacione­s en las que el job sharing puede ayudar es para aquellos que en un momento determinad­o de su carrera profesiona­l quieren volver a estudiar, sin que esto suponga un freno laboral.

El job sharing ya existe en partidos políticos, entre médicos, directivos, profesores... El debate sobre la organizaci­ón del tiempo interpela cada vez a más personas que buscan vías más “humanas” de organizars­e la vida, de evitar que esta transcurra inexorable­mente atada a los horarios laborales. En España, salvo algunas excepcione­s, aún es más una cuestión teórica que no se traslada a la realidad cotidiana. La mayoría de personas con contrato a tiempo parcial desearían trabajar más horas, no por estajanovi­smo sino porque los sueldos son insuficien­tes.

El job sharing puede sonar así utópico o elitista. Pero es una fórmula más para reflexiona­r sobre un mundo en el que buscar un equilibrio entre los intereses vitales y laborales es muchas veces imposible.

EL IMPACTO La fórmula facilita acceder a un puesto de responsabi­lidad y conciliar EL DILEMA El problema es que se acojan a esta modalidad sobre todo mujeres y pierdan sueldo EL FUTURO La tecnología y la inteligenc­ia artificial harán necesario el ‘job sharing’

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HELEN KING / GETTY

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