Casi se hizo justicia
EFRAÍN RÍOS MONTT (1926-2018) Dictador de Guatemala
La historia de Efraín Ríos Montt no es la de un presidente, ni siquiera la de un dictador, sino la historia de las víctimas de un criminal y la historia de un proceso judicial único, extraordinariamente valiente, que estuvo a punto de triunfar.
El 10 de mayo del 2013, José Efraín Ríos Montt fue condenado a 50 años de cárcel por genocidio y a 30 por crímenes de lesa humanidad, penas que se redujeron a 50 años en razón de las leyes de Guatemala. Pero cuando todo estaba a punto, diez días después la Corte de Constitucionalidad anuló, por defectos de forma, el fallo de la juez Iris Yassmín Barrios. La defensa de Ríos Montt había alegado demencia senil.
Doce años antes, la juez Barrios había sufrido un atentado con granadas en su casa por abrir el proceso por el asesinato de Juan Gerardi, el obispo que denunció a toda la casta militar con su informe Nunca más, presentado en 1998, sobre los 36 años de guerra sucia en Guatemala.
El general Ríos Montt fue presidente-dictador muy poco tiempo, entre dos golpes de Estado, el suyo en marzo de 1982 contra el general Fernando Romeo-Lucas García y el que le dio el general Óscar Humberto Mejía Víctores en agosto de 1983. Todos ellos, bajo la tutela de Estados Unidos. Su mandato fue breve pero también el más sanguinario: 400 matanzas, unos 12.000 muertos y 3.000 desaparecidos sobre un total de unos 200.000 muertos en tres decenios de campaña contra una insurgencia que los uniformados y sus patronos veían encarnada en el pueblo indígena.
La acusación contra Ríos Montt se tuvo que centrar en sólo 1.771 muertes, y constituyó un peregrinaje por los juzgados de Madrid y Guatemala. Comenzó en 1999 y se vio obstaculizada al año siguiente al quedar aforado el general –que ya vestía sólo ropas civiles– como presidente del Congreso. A rebufo del caso Pinochet, Rigoberta Menchú, 17 organizaciones civiles y el procurador de derechos humanos de Guatemala presentaron una querella ante la Audiencia Nacional contra los tres generales, pero el fiscal Eduardo Fungariño frustró todas las esperanzas.
Mientras, en Guatemala, jueces y abogados eran perseguidos. La entonces presidenta de la Corte de Constitucionalidad, Conchita Mazariegos, intentó quitar la inmunidad parlamentaria a Ríos Montt –con el argumento de que manipuló una ley sobre la venta de bebidas– y vio su casa tiroteada, según relató a La Vanguardia, denunciando al partido de Ríos Montt, que tenía la mayoría en el Congreso.
Hubo que sentarse a esperar. Efraín Ríos Montt había logrado una fantástica reconversión como político civil y pastor evangélico. Y no fue hasta el 2012, cuando tuvo que dejar el Congreso, que las jueces Barrios y Carol Patricia Flores pudieron seguir persiguiéndole.
El proceso fue muy tenso, pero en él también se demostró que Guatemala (un país en el que, a pesar de seguir sometido a altos grados de violencia, se pudieron abrir muy pronto las fosas comunes de la represión) estaba cambiando. Mario Polanco, coordinador del Grupo de Apoyo Mutuo de defensa de los derechos humanos, hacía notar cómo los militares que acompañaban a Ríos Montt abandonaron la sala poco antes de aquel veredicto. Le abandonaban. Y a punto estuvo de hacerse justicia.