La Vanguardia (1ª edición)

Messi decide cuando está y cuando no está

- POR LA ESCUADRA Sergi Pàmies

Tras el empate in extremis del Barça en Sevilla hemos hablado mucho de orgullo porque las circunstan­cias aconsejan no analizar demasiado el partido. Llegados a la zona turbulenta del calendario, anteponemo­s las razones de club a la realidad. Nos centramos en la épica, que es el maquillaje más eficaz contra casi todo. La actitud de muchos culés es de pájaro en mano y de intuitiva resistenci­a a la autocrític­a. Por inercia, y en privado, no podemos evitar enumerar lo que no nos ha gustado, aunque sólo sea para recordar que no debemos comentarlo en público para no debilitar al equipo en un momento tan trascenden­te. Uno de los éxitos de Valverde es precisamen­te este: lograr que el resultadis­mo no sea un anatema herético y que lo hayamos incorporad­o con cierta normalidad a una identidad que hasta hace poco abominaba de semejante pragmatism­o. ¿Baño de realismo? ¿Homenaje a Enric Bañeres? Más bien conciencia de que el privilegio de una secuencia de éxitos tan perdurable a la fuerza debe incluir fases menos luminosas, sobre todo si hay atenuantes. Y si, además, estos partidos sirven para volver a consagrar a un Messi insobornab­le en su papel de imprescind­ible (cuando está, porque está; cuando no está, porque no está), pues perfecto. ADMIRACIÓN. Donde no llega el equipo, llega su estrella. Y el contexto (lesiones, cansancio, calendario) ayuda a afinar, por decirlo de un modo pedante, la textura de la admiración. En el Pizjuán el Barça no deslumbró por su juego ni por su acierto. Las oportunida­des de marcar fueron inferiores a las de ser goleados, pero el factor desequilib­rante fue Messi, que propulsó al equipo a un nivel de rendimient­o que si el partido llega a durar medio minuto más, habría acabado en victoria. Messi crea un clima de intimidaci­ón-admiración insólito. Refuerza el compromiso de sus compañeros y al mismo tiempo desespera, también desde la admiración, a sus rivales. En su gol, por ejemplo, parece que todos, incluso el portero, prefieren invertir parte de su atención en comprobar si será capaz de marcarlo que intervenir para impedírsel­o. AGUJEROS NEGROS. Nunca estamos satisfecho­s. Ahora que Messi ha aprendido a dosificars­e con sabiduría, hay culés mosqueados que creen que se está reservando demasiado para el Mundial. Las interpreta­ciones son libres pero, en apariencia, deberíamos considerar la dosificaci­ón de Messi como un éxito de gestión, no sé si del club, de la Federación argentina, del jugador o de un acuerdo tripartito entre todos. Y, llevando el debate al paroxismo, un culé de última generación (diecisiete años) me plantea una pregunta de las que te chamuscan el cerebro: si las circunstan­cias obligaran a Messi a jugar o la final de la Champions con el Barça o el Mundial con Argentina, ¿entendería­s que escogiera el Mundial? Me ahorro el cortocircu­ito neuronal preguntánd­ome en qué tipo de formol han conservado a esta pobre criatura y, con un recurso de rata tribunera, respondo: antes de pensar en la final de la Champions, tenemos que ganar pasado mañana. ELLAS. El fútbol femenino va ocupando el lugar que le correspond­e. En esta fase de visibilida­d, dos constataci­ones. Primera: que cuando el Barça pierde contra el Olympique de Lyon, las críticas son moderadas, subrayan el contexto con argumentos racionales y no caen en la histeria incendiari­a o la testostero­na desmesurad­a (sí es verdad que algunos comentaris­tas se refugian en un tono de condescend­encia que, supongo, evoluciona­rá a medida que se normalice la presencia del deporte femenino como protagonis­ta de la oferta de espectácul­os de masas). Segunda: las entrevista­s pospartido con las jugadoras son tan insustanci­ales como las de los jugadores macho. ZLATAN. Ibrahimovi­c ha debutado con el Los Angeles Galaxy y ha deslumbrad­o a los aficionado­s con unos minutos de gran fútbol. Como un mecanismo autodestru­ctivo, no puedo evitar pensar en qué habría podido pasar si se hubiera entendido con Pep Guardiola y no hubiera entrado en colisión con el proyecto de Messi como astrocéntr­ico falso nueve. En el recuerdo, jugadas memorables, como las de un partido contra el Arsenal que, en sus memorias, Ibra define como uno de los mejores de su carrera.

Hay culés mosqueados que creen que Messi se está reservando para el Mundial

Ibrahimovi­c deslumbró a los aficionado­s con minutos de gran fútbol

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AITOR ALCALDE / GETTY Lionel Messi protege un balón ante la oposición del jugador del Sevilla Franco Vázquez
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