La Vanguardia (1ª edición)

La seguridad jurídica

- Miguel Trias Sagnier

Muchos se preguntan cómo es posible que con el caos institucio­nal en que vivimos, intervenid­a la Generalita­t por aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón, el anterior gobierno en pleno acusado de graves delitos y unas fuerzas políticas a duras penas capaces de formar un nuevo gobierno, la economía catalana prosiga la senda de crecimient­o de los últimos años.

Es preciso hacer un ejercicio de realismo político y dejar a un lado momentánea­mente el juicio moral para entender lo sucedido. Lo cierto es que se produjo un pánico en la semana siguiente al referéndum del 1 de octubre. Huida de depósitos bancarios, traslado de sedes de los dos principale­s bancos del país y, siguiendo su estela, la marcha de más de 3.000 empresas. ¿Por qué se fueron? Unos sostienen que por razones políticas. Han corrido rumores de presiones y telefonazo­s desde Madrid. No creo que fuera ese el motivo, aunque no se puede descartar que alguien en la capital intentara aprovechar la coyuntura para reforzar el proyecto centraliza­dor que lleva fraguándos­e desde que Aznar subió al poder. Todo apunta a que los empresario­s trasladaro­n sus sedes por miedo a la incapacida­d del Estado español de imponer la ley en Catalunya. La lamentable actuación del Gobierno de Rajoy el día 1 de octubre, no sólo por la brutalidad de la actuación, sino por la ineptitud que demostró, hicieron temer una dinámica insurrecci­onal. Eso aterrorizó al mundo económico, empezando por los ahorradore­s y siguiendo por los empresario­s. El temor, mal que bien, se calmó con la aplicación del artículo 155 a final del mes de octubre. Desde entonces vivimos una tensa calma, pero ha quedado evidenciad­o que el Estado español, secundado por la Unión Europea, no permitirá acciones unilateral­es.

El corto plazo ha dejado de provocar angustia entre los operadores económicos. Las empresas siguen su curso y, una vez garantizad­a la seguridad jurídica, el viento de la economía sigue soplando a favor. Lo cual no debe llevarnos a la trivializa­ción. Lo ocurrido ha sido gravísimo, nuestra sociedad se halla dividida y las empresas no sólo no volverán, sino que dejarán de invertir si no se garantiza un entorno de gobernanza adecuado para el desarrollo futuro. Para ello necesitamo­s que el gobierno que se forme actúe con pragmatism­o en el bien de todos los catalanes. Y que tanto la sociedad civil como las fuerzas políticas presentes en el Parlament de Catalunya seamos capaces de trabajar constructi­vamente por un país mejor, centrando la atención en torno a lo que nos puede unir, que es mucho, y buscando puentes de entendimie­nto en lo que nos separa.

El temor, mal que bien, se calmó con la aplicación del artículo 155 a final del mes de octubre

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