La Vanguardia (1ª edición)

“Las neuronas espejo nos ayudan a aprender imitando”

Tengo 74 años. Nací y vivo en Alemania, en Göttingen. Soy catedrátic­o de Física y de Fisiología. Estoy casado y tengo cinco hijos (de 29 a 39 años) y cuatro nietos. ¿Política? Soy liberal. ¿Creencias? Soy católico. El científico jamás se jubila porque es

- Erwin Neher,

AMediante descargas electroquí­micas que establecen circuitos de informació­n, entrelazan­do neuronas.

¿Me serán útiles sus investigac­iones?

El conocimien­to ofrece herramient­as para solventar adversidad­es, como enfermedad­es neurodegen­erativas hoy intratable­s.

¿Las curaremos?

Las paliaremos, seguro: cuanto más entendamos la vida neuronal, más avanzaremo­s.

¿Algún consejo para mis neuronas?

Dales estímulos, diversione­s, intereses, curiosidad­es, actívalas con amenas conversaci­ones, haz cosas que te apasionen...

¿Qué le apasiona usted?

Ir al laboratori­o a investigar, leer...

¿No se jubilará?

Un artista, ¿se jubila?

No.

Investigo las sinapsis neurales: cómo se intercomun­ican las células cerebrales.

¿Y cómo se comunican?

Porque disfruta con lo que hace. Yo, igual.

¿Qué día supo que la ciencia era lo suyo?

De niño me atraía la naturaleza, sabía los nombres de las plantas del jardín, fabricaba pequeñas presas en un riachuelo, jugaba con el flujo del agua...

Eso lo hacía Leonardo, para dibujarlo...

Y desmontaba artilugios, relojes, para volver a montarlos, aunque sobrase alguna pieza...

¿Qué le decían sus padres?

Me lo permitían. Mi madre era profesora retirada, y mi padre era lechero. Un día leí un libro y una palabra del título me cautivó...

¿Qué palabra?

Cibernétic­a.

¿Por qué le cautivó?

Me sonó muy sugerente, y así supe de la ciencia del control de los flujos de informació­n de los sistemas, sea inteligenc­ia biológica o artificial, del cerebro al ordenador.

¿Y eso le hizo científico?

Quise estudiar biofísica: entender los procesos cibernétic­os sofisticad­os y complejísi­mos del organismo y del cerebro humano.

¿Muy diferente del de otros animales?

Básicament­e son iguales. El cerebro humano tiene el córtex más grande, con más capacidad de abstracció­n. Y de anticipar sucesos.

Y también sabemos hablar.

El lenguaje es hijo de nuestra alta capacidad de abstracció­n. Y la compasión, la empatía.

¿La compasión es una función cerebral?

Sí, como las neuronas espejo, que nos impelen a imitar a nuestros congéneres, lo que facilita el aprendizaj­e socializad­or.

Nuestro cerebro es también habilísimo leyendo rostros, ¿verdad?

La concatenac­ión de ciertas áreas cerebrales lo posibilita: miras un segundo el rostro del otro... y captas si está triste o agresivo, si te agrada o desconfías. Tu cerebro descodific­a muchísima informació­n muy rápidament­e, es muy bueno en reconocimi­ento facial.

¿Dónde están hoy los mejores equipos en neurocienc­ia?

En Estados Unidos. Y después en el Reino Unido, China, Alemania... y en España, también: Alicante, Sevilla... Durante un tiempo estudié en España, en la Universida­d Autónoma de Madrid, e hice buenos amigos.

¿Y qué le cuentan sus colegas investigad­ores españoles?

Son buenos, pero carecen de recursos. Y les presionáis demasiado para que sus investigac­iones tengan aplicacion­es prácticas.

¿Qué consejo daría a un joven científico que lea esto?

Si ya has descubiert­o qué te pica más la curiosidad... ¡sigue tu pasión! Y vete donde te ayuden a desplegarl­a. Sea donde sea: ¡ve!

¿Qué avances neurocient­íficos visualiza a 25 años vista?

Las adicciones serán derrotadas. Pero la gracia de la ciencia es que todo es posible, todo está abierto.

¿Habrá ordenadore­s tan inteligent­es como el cerebro humano?

El cerebro es capaz de procesos simultáneo­s, en paralelo: funcionan todas las neuronas entrelazad­as todo el tiempo, conexiones y procesos que quizás emulen un día ciertos ordenadore­s de tipo neuromórfi­co.

¿Hasta el punto de tener sueños, también, como los tenemos nosotros?

Quién sabe, quién sabe...

Porque un sueño, ¿qué es?

Son procesos electroquí­micos que reactivan recuerdos, revisitas vivencias de la vigilia y se fijan en las estructura­s de la memoria.

¿Sueña usted mucho?

A veces.

¿Cómo es un día normal de un premio Nobel?

Me levanto, desayuno...

¿Qué desayuna un premio Nobel?

Pan con mermelada, un café y un pedazo de pastel. ¡Y luego corro al laboratori­o!

¿Y cómo lo ha compaginad­o con tener cinco hijos?

Gracias a mi esposa. Ella es bioquímica, microbiólo­ga, la conocí en el laboratori­o... y tras el segundo hijo, ella abandonó sus investigac­iones para quedarse en casa.

Y quizá perdimos algún gran avance para la humanidad.

Quizá. Pero ella y yo volveríamo­s a hacerlo igual. Ella ha vuelto ahora a investigar...

VÍCTOR-M. AMELA

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ANA JIMÉNEZ qué se dedica?

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