Macron va a misa
El presidente plantea a los obispos “reparar el vínculo entre el Estado y la Iglesia”
El presidente francés ha revolucionado una vez más el panorama político al proponer la reparación del “deteriorado vínculo entre la Iglesia y el Estado”, una frase tras la que se esconde su intención de pescar en el nido de votos católicos.
A Emmanuel Macron pronto le colgaron el sambenito de “presidente de los ricos”. A partir de ahora, tendrá que llevar con resignación la etiqueta de “presidente de los católicos”. Su discurso del lunes por la noche ante los obispos franceses, en el Colegio de los Bernardinos –una joya gótica parisina–, fue un hecho sin precedentes. La propuesta de “reparar el deteriorado vínculo entre la Iglesia y el Estado” rompió un tabú. Le ha costado a Macron la reacción indignada de la izquierda laicista y también la irritación de una derecha desconfiada sobre las intenciones del presidente.
El titular del Elíseo animó a los católicos a no quedar al margen del debate político, a participar en la escena francesa y europea en defensa de los valores en los que creen, “a reencontrar el gusto y la sal del papel que siempre habéis desempeñado”.
Dirigiéndose a su anfitrión, monseñor Georges Pontier, arzobispo de Marsella y presidente de la Conferencia Episcopal francesa, el presidente dijo, en alusión a la polémica previa al encuentro: “Usted y yo hemos desafiado a los escépticos de los dos campos, y lo hemos hecho porque los dos percibimos que el vínculo entre la Iglesia y el Estado se ha deteriorado y nos toca repararlo”. Según Macron, “el laicismo no tiene como misión, en ningún caso, negar lo espiritual en nombre de lo temporal, y todavía menos erradicar de nuestras sociedades la parte sagrada que nutre a tantos de nuestros ciudadanos”.
La actitud de Macron responde a convicciones personales y a estrategia política. El presidente y sus asesores saben bien que muchos católicos –sobre todo quienes se movilizaron contra el matrimonio homosexual– consideraron hostil la presidencia de François Hollande. Tampoco pasó desapercibido el hecho de que muchos católicos practicantes decidieran votar por primera vez al Frente Nacional en las presidenciales. Macron ve posible atraer a ese electorado, aunque eso no implica dar marcha atrás en temas como las uniones entre personas del mismo sexo o las leyes bioéticas rechazadas por la Iglesia.
El joven presidente ofrece a los católicos un discurso más empático hacia las personas de fe cristiana. Macron dijo que espera tres “regalos” de la Iglesia al debate nacional: sabiduría, compromiso y libertad. El jefe del Estado incluyó referencias biográficas en su discurso. Recordó que había estudiado en los jesuitas de Amiens y que, a los 12 años, decidió él mismo que quería ser bautizado, en contra de la opinión de su padre. Para conectar mejor con la audiencia, Macron empleó conceptos cristianos como trascendencia, salvación, santidad, martirio y vocación. También citó al papa Francisco y su habitual llamamiento a la “prudencia” de los políticos.
Desde que fue elegido, Macron ha hablado a los musulmanes –en la fiesta del fin del Ramadán–, a la comunidad judía y a los protestantes, pero su intervención ante los obispos era muy esperada. El diario de la Santa Sede, L’Osservatore Romano, tuvo reflejos y dio ayer mismo una amplia información bajo el atrevido título de “Macron, a la conquista de los católicos franceses”. ¿Se trata de un guiño a Francisco para que incluya a Francia en su agenda viajera? El Vaticano puede barajarlo.
El líder de Francia Insumisa (izquierda radical), Jean-Luc Mélenchon, acusó a Macron de estar en “pleno delirio metafísico” y tildó su discurso de “insoportable”. El nuevo primer secretario del Partido Socialista, Olivier Faure, se preguntó, en tono crítico, “¿de qué nos está hablando?”.
El mandatario advierte que “laicismo no es negar lo espiritual” y recuerda que él se bautizó a los 12 años
Faure recordó que nadie ha prohibido a la Iglesia expresar su opinión y que “en la República laica ninguna fe se impone a la ley”.
Criticaron a Macron los líderes de la masonería –muy influyentes y desinhibidos en Francia–, el ex primer ministro socialista Manuel Valls y Marine Le Pen. Ésta acusó al presidente de querer “anestesiar a los católicos” para luego atacar la ley de 1905 que consagra la separación entre Iglesia y Estado.
Tras su intervención en el Colegio de los Bernardinos, crecerá aún más la fascinación casi morbosa en cierta prensa francesa por la fe de Macron. Durante la campaña presidencial, él se declaró agnóstico pero “receptivo a la presencia de la trascendencia” y convencido de que “nuestras vidas se enriquecen con la búsqueda de lo absoluto”.