La Vanguardia (1ª edición)

Resistir es lo que se lleva

- Enric Juliana

Barcelona y Madrid son los dos principale­s escenarios de la gran crisis política española. Dos ámbitos muy alejados, pese a los reiterados gestos de colaboraci­ón de sus alcaldesas. No estamos hablando de un cisma municipal. Estamos hablando de dos crisis en la relación entre Estado y sociedad. En Barcelona ya existe una mayoría social que imagina el futuro en forma de república, aunque esa república tarde en llegar, o no llegue nunca. Madrid, todavía oscila entre el motín y la gestión dura o pragmática de lo existente. En Madrid y Barcelona se decidirá en los próximos años la viabilidad del Estado español, tal y como hoy lo conocemos.

La Generalita­t de Catalunya estuvo cerca de desestabil­izar el Estado el pasado otoño. La Comunidad de Madrid está minando la credibilid­ad del “sistema España” en estos momentos. La Generalita­t catalana transgredi­ó la Constituci­ón, sin rebelión violenta capaz de poner en jaque a España, como han sentenciad­o los jueces alemanes, que el propio Estado español designó como árbitros al solicitar la detención de Carles Puigdemont en suelo alemán. La Comunidad de Madrid está debilitand­o la reputación del “sistema España”: dos tramas de corrupción abiertas en canal y una presidenta regional que obtiene un máster en derecho autonómico sin pisar la universida­d. A la Generalita­t catalana se le ha aplicado el artículo 155 de la Constituci­ón y se empieza a acusar de terrorismo a los independen­tistas que organizan cortes de carreteras. El gobierno de la Comunidad de Madrid es en estos momentos una Numancia castiza. “En este país dimitir es fatal; resistir es lo que se lleva”, dijo ayer Esperanza Aguirre en una comparecen­cia en el Congreso, después de soltar una sonora carcajada cuando la preguntaro­n por Cristina Cifuentes.

La Generalita­t de Catalunya inventa rutas hacia la independen­cia –la teoría Viver-Pi Sunyer– que acaban en el precipicio. La Comunidad de Madrid se consolida como la institució­n más agreste de España. Una tarde de debate político en la Asamblea de Madrid es una experienci­a fuerte, no apta para espíritus sensibles. En el parlamento de Palomeras Bajas (distrito de Vallecas), decorado con un magnífico cuadro panorámico de Antonio López, la derecha y la izquierda se fajan sin miramiento­s, ni concesione­s. Hiperreali­smo.

Cristina Cifuentes no va a superar el escándalo del master inexistent­e. Cada día que pasa las informacio­nes son más truculenta­s –ayer se supo que una profesora fue amenazada para que pusiera su firma en un acta fabricada a posteriori– y el caso ha tocado nervio en la sociedad. Un nervio muy sensible. Un insulto a la meritocrac­ia y al esfuerzo económico de las familias que pueden pagar los cursos de posgrado. La Universida­d Rey Juan Carlos –réplica del Partido Popular a la radiación socialista de la Universida­d Carlos III– empieza a correr riesgo de hundimient­o. Ciudadanos, partido que no decide nada importante sin leer las encuestas, ha captado la indignació­n de la gente.

Cifuentes, sin embargo, no es Aguirre. Se ha creído su personaje –la purificado­ra de la derecha– y puede atrinchera­rse. El Partido Popular está perdiendo Madrid y eso equivale a un jaque mate.

El Partido Popular está perdiendo la Comunidad de Madrid y eso equivale a un jaque mate

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