Y el mandato se acabó
El mandato de Ada Colau puede darse por finiquitado. Acaba como comenzó, con un gobierno en minoría incapaz de tejer alianzas con el resto de fuerzas. De aquí a las elecciones pocos proyectos de ciudad –quizás el mes que viene salga adelante el Espai Barça– se podrán aprobar en el salón de plenos. Y así lo ha empezado a percibir la propia alcaldesa. El pasado fin de semana, en la asamblea de la Federació d’Associació de Veïns i Veïnes de Barcelona, ya asumió que la precampaña se había instalado en la política municipal, que con una Generalitat intervenida y sin gobierno poco podían hacer los comunes para dar impulso a la ciudad.
Es cierto, los tiempos son convulsos, pero la pérdida de la votación de la multiconsulta o el descalabro del tranvía –se deberá comprobar qué partido lo vuelve a incorporar en su programa electoral– no son imputables a la efervescencia política que sufre Catalunya. El rechazo a sus dos proyectos estrella son un fracaso de gestión en mayúsculas.
Aún así, el revés político sufrido ayer es una constatación de lo que muchos empezaron a intuir cuando la alcaldesa, sin mojarse en la consulta interna de BComú, permitió la expulsión de los socialistas del gobierno. Quizás no calculó las consecuencias de volver a gobernar en minoría con sólo 11 de 41 concejales. Empujada por algunos miembros de su propio equipo, que reniegan del legado del PSC, y también por los partidos independentistas que le prometieron apoyo no calculó que su capacidad de acción quedaría a expensas de las decisiones de una oposición que ve al gobierno más debilitado que nunca y ansía dar el salto tras las elecciones de junio del 2019.
Hace más de un año, un concejal explicó en una charla informal que los únicos proyectos con el sello de los comunes que dejaría Colau de su paso por la alcaldía serían la supermanzana y los carriles bici. A falta de 14 meses para las elecciones, parece que estaba en lo cierto.