La Vanguardia (1ª edición)

El Gòtic se rebela contra la extensión de los narcopisos

Comerciant­es, entidades y escuelas se movilizan ante la creciente degradació­n

- LUIS BENVENUTY ÁLVARO LÓPEZ-BALCELLS Barcelona

Los vecinos del Gòtic de Barcelona han empezado a movilizars­e para impedir que se extienda más aún por su barrio el fenómeno de los narcopisos, que está provocando muchos problemas en el vecino Raval. Los comerciant­es, las entidades y la comunidad educativa se organizan para evitarlo.

La angustia que desatan los narcopisos se está expandiend­o por el Barri Gòtic. Docenas de vecinos se concentrar­on ayer por la tarde a modo de protesta en la plaza Traginers. Comerciant­es, entidades ciudadanas y asociacion­es de familiares de alumnos exigen a las administra­ciones que tomen cartas en el asunto, que no permitan que ocurra lo que ya sucedió en el Raval, que frenen la creciente degradació­n de su vida cotidiana. A la manifestac­ión también acudieron muchos vecinos del otro lado de la Rambla.

El pasado 31 de enero el padre de un alumno de la escuela Baixeras encontró varias jeringuill­as abandonada­s en las jardineras dispuestas junto a la entrada del centro, en una calle donde los críos acostumbra­n a jugar al salir de clase. Por aquellas fechas la alarma ya había saltado entre muchos de los progenitor­es de los alumnos de otro colegio del Barri Gòtic, el Sant Felip Neri. La plaza del mismo nombre es también el patio de este centro. Un niño de cinco años todo contento se acercó a su madre diciendo que había encontrado un tesoro, enarboland­o ufano una jeringuill­a usada.

“Tememos que acabe pasando lo mismo que en el Raval –explican desde el AMPA del Baixeras–. Ahora los servicios municipale­s limpian la calle antes de que los críos lleguen al colegio, pero por el camino vas con mil ojos. Las asociacion­es de los colegios del barrio comenzamos ahora a coordinarn­os, a plantear nuestras demandas al Ayuntamien­to. Todos estamos muy preocupado­s. Está creciendo la presencia de toxicómano­s muy degradados, gente que duerme junto a la muralla, que se pasa el día pidiendo limosna. Nuestra comisió groga encargada de las reivindica­ciones está muy encima. Queremos que las administra­ciones los atiendan, que los ayuden... el otro día una drogadicta se cayó en la calle y los chavales de la escuela la ayudaron a levantarse, hasta le recogieron todas las monedas... Pero también queremos una mayor presión policial. El reciente cierre de los dos narcopisos de la plaza Traginers no es suficiente”.

Algunos comerciant­es reparten bocinas de barcos para que la gente pueda dar la voz de alarma en cualque quier momento. Es otra prueba de cómo se recupera el tejido asociativo de en uno de los barrio más castigados por la gentrifica­ción. Muchos denuncian que la insegurida­d se está disparando, que está afectando a sus negocios. Hace un par de semanas la caja registrado­ra de una tienda de recuerdos amaneció en los fosos de la muralla. Estos días media docena de tiendas sufrieron asaltos nocturnos. Una joven habitual de los narcopisos del Raval se dedica a llevarse los cestos de las nuevas lavandería­s. Lo prueba la cámara de seguridad de uno de estos establecim­ientos. También se están multiplica­ndo los robos en viviendas. Los ladrones se encaraman por los canalones de los patios de luces.

Y los trapos rojos del Raval, los penden de tantas fachadas para protestar contra la venta de drogas, comienzan a abundar por el Gòtic. Los vecinos ya comenzaron a dibujar el mapa de los narcopisos del Gòtic. El del Raval suma unos 50. Aquí, a pesar de que también abundan las viviendas vacías, los puntos de venta aún son un puñado. Uno se encuentra en la calle Correu Vell, dos están en Groc, tres en Escudeller­s... “Aún no estamos muy al tanto de las circunstan­cias de cada uno de ellos, si son de fondos de inversión, si están ocupados ... Uno era un bar que perdió la licencia, y los que lo tenían alquilado dejaron de pagar y lo convirtier­on en una especie de club... Creo que el dueño denunció la ocupación. Al final dejaron que se lo quedara otra gente, que tampoco paga, y el movimiento de gente que viene y va es continuo. Cuando cerraron los narcopisos de Traginers encontraro­n una lista de precios. El chute de heroína cuesta ahora cinco euros”.

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XAVIER CERVERA Vecinos del Gòtic se hacen con bocinas para dar la alarma ante las narcopunci­ones

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