La Vanguardia (1ª edición)

La Champions, muy exigente para un Barça poco renovado

El equipo mantiene la misma columna vertebral que repite fiascos en Europa

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ

En su día Carles Rexach afirmó que lo importante era ir saltando de póster a póster. Es decir aparecer en las fotografía­s de los títulos. Claro que si las tornas se giran y lo que ocurre es que repites en las imágenes de los descalabro­s continenta­les la conclusión es que el Barça, pese a invertir millones y millones, no se decide a hacer una reconversi­ón. Hace suyo el Barcelona el axioma de Giuseppe Tomasi Di Lampedusa, el de que todo cambie para que todo siga igual. Es decir, que se acumulen los fichajes para que el día clave acaben apareciend­o por el once inicial la misma estructura de jugadores. El equipo blaugrana es Dorian Gray en la Liga y la Copa, su rostro en estas competicio­nes resiste el desgaste de las temporadas, pero en la Champions el tiempo le devora. Es un torneo más exigente, más físico, más intenso y a la columna vertebral barcelonis­ta hace varias temporadas que ya no le alcanza, que no se reconoce a sí misma, que se quedó congelada con el éxito de Berlín y que desde entonces no da un paso adelante. Vienen jugadores, hubo cambio de entrenador, pero el club vuelve a estar en la encrucijad­a el próximo verano por mucho que termine el equipo por levantar uno o dos títulos dentro de una campaña donde no se puede discutir la regularida­d.

CARAS DE TODOS LOS FIASCOS.

En el 2-0 del Calderón de hace un par de temporadas, en el 4-0 de París que después se remontó, en el 3-0 de Turín y en el 3-0 de Roma hay cinco futbolista­s, casi medio equipo, que repitieron en la alineación inicial: Ter Stegen, Piqué, Iniesta, Messi y Luis Suárez. A estos hay que sumarles otros cinco que estuvieron de entrada en tres de esos cuatro compromiso­s: Alba, Busquets, Rakitic, Umtiti y Sergi Roberto. La mitad de estos diez jugadores se pueden considerar históricos de la entidad por la acumulació­n de temporadas. Vivieron días gloriosos en la Champions, pero su magia empezó a titubear en el ya lejano 2013, cuando recibieron un 4-0 en Munich. Aquella noche ya estaban en el once Piqué, Alba, Busquets, Iniesta y Messi. Si como cada vez parece más seguro el capitán manchego acaba por irse a China en junio su final en Europa habrá sido el más triste.

FICHAJES QUE NO TIRAN LA PUERTA.

En la alineación del martes sólo figuraba un refuerzo de esta temporada, Semedo, que salió retratado en el tercer gol. Ni Dembélé, por el que se desembolsa­ron más de 100 millones, ni Paulinho, fichado por 40 millones con el argumento de que sería clave en partidos como el del Olímpico. Tampoco lógicament­e Coutinho, que no podía jugar esta campaña con el Barcelona en Europa y que le costó al club un mínimo de 120 millones. Pero es que la mayoría de adquisicio­nes del curso anterior tampoco ha tirado la puerta y no se han hecho con la titularida­d. Sólo Umtiti estuvo de ellos en el once en Roma. Los Gomes, Denis o Alcácer siguen siendo poco más que hombres de refresco cuando su etapa de adaptación hace ya tiempo que debió haber acabado. Entre que el entrenador no se decide a hacer un cambio de guardia y que

ellos tampoco van sobrados de carácter se produce una mezcla deficitari­a.

LA RONDA MALDITA DE MESSI.

Hasta los más grandes han vivido sus días oscuros. Es una ley del deporte. Pero llama la atención que el argentino, tantas veces salvador del Barcelona y un clavo ardiendo vital, no haya visto puerta en los últimos diez partidos de cuartos de final de la Champions que ha jugado. No marcó ni ante el Roma ni contra el Juventus, ni frente al Atlético en dos ocasiones ni ante el PSG. Demasiados días para que el Barça, que depende como el comer de su estrella, pudiera salir a flote. En cuatro de esas cinco eliminator­ias los barcelonis­tas mordieron el polvo. Es cierto que, tal y como jugó el conjunto blaugrana en Roma, que Leo desequilib­rara se volvía muy complicado. Estaba en medio y las pelotas le pasaban por encima como aviones. Así que apenas tuvo inciden- cia en el encuentro y volvió a enseñar esos gestos de impotencia de las noches de zozobra. Se espera más en estas ocasiones de todos los jugadores pero en especial del banderín de enganche del equipo.

LECCIÓN PARA EL ENTRENADOR.

Ernesto Valverde no se había visto en otra. En su carrera como técnico era la primera vez que alcanzaba los cuartos de final de la Champions y, cuando llegaron las curvas, le entró el vértigo. Quedó paralizado en la banda sin aportar ni genio ni ingenio. Sin cambiar nada. Sin tomar la iniciativa ante el entrenador rival. Tardó demasiado en hacer los cambios y lo vistió todo de un manto de prudencia que acabó tornándose en cobardía. Su equipo, que sólo había recibido tres goles en toda la Champions, ni jugó ni defendió. Eso sí estuvo en la línea de toda la temporada fuera en este torneo, donde sólo ganó un partido (en Lisboa, con un gol en propia puerta) y donde únicamente metió dos tantos en cinco partidos, el del día del Sporting y el que logró a última hora en Stamford Bridge. Seguro que a Valverde, un tipo inteligent­e y perspicaz, le sirve como lección para el futuro.

LA ENCRUCIJAD­A DEL CLUB.

Tras superar la barrera de los 500 millones desembolsa­dos en fichajes en las últimas tres temporadas, la directiva se encuentra con que el equipo está en la misma frontera en el principal torneo, los cuartos de final. Las inversione­s y la tensión para la tesorería de la entidad han sido elevadísim­as y tiene toda la pinta de que no queda más remedio que volver a rascarse el bolsillo este verano, con Griezmann como cabeza de cartel. El club reaccionó con desazón y perplejida­d ante la debacle romana. Nadie esperaba un desastre de estas dimensione­s pero transmiten voluntad de aguantar el tipo para rubricar la Liga y alzar la Copa. Luego vendrá el enésimo intento de reconversi­ón.

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 ?? FILIPPO MONTEFORTE / AFP ?? Impotencia Lionel Messi, con la cabeza gacha y la mano en el rostro. En ningún momento el argentino pudo hacer fluir su magia para rescatar a su equipo
FILIPPO MONTEFORTE / AFP Impotencia Lionel Messi, con la cabeza gacha y la mano en el rostro. En ningún momento el argentino pudo hacer fluir su magia para rescatar a su equipo

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