La Vanguardia (1ª edición)

Los temas del día

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La resistenci­a de Cifuentes a abandonar la presidenci­a de la Comunidad de Madrid, y la humillante y vergonzosa derrota del Barça ante el Roma en Champions League.

LA derrota del Barça en Roma, además de merecida, fue dolorosa, humillante y de las que no se olvidan, hasta el punto de que debe llevar a los estamentos del club a una profunda reflexión y toma de decisiones. El fútbol es un deporte y, como en cualquier otro, se puede ganar y perder. Pero lo mínimo exigible es salir a competir. Y el Barça no lo hizo en el estadio Olímpico romano, renunciand­o a sus principios y filosofía de juego en busca de un pragmatism­o resultadis­ta que se evidenció letal. La sensación de fracaso histórico no viene tanto de la derrota sino de cómo se produjo. El Barça fue un equipo pequeño, encogido, sin alma, con un nefasto planteamie­nto táctico por parte del entrenador y que en ningún momento demostró ser un grande de Europa. Valverde tuvo miedo y jugó a aguantar el resultado en lugar de ir a ganar el partido, y el equipo, muy justo físicament­e y que no está diseñado para defender, fue totalmente superado simplement­e porque el rival tuvo fe y se lo creyó. Y así, el Barça recibió la misma medicina que le hizo tragar el año pasado al PSG.

No es una derrota cualquiera. Es una humillació­n que duele y que debe obligar a una seria reflexión al entrenador, al secretario técnico, a la directiva y al presidente. Nunca es bueno tomar decisiones en caliente, y no hay que olvidar que los blaugrana están a un paso de lograr el título de Liga y disputarán la final de Copa. Un hipotético doblete que no ocultará una sensación de fracaso en Europa, demasiado importante como para no exigir rectificac­iones.

Al Barça cabe pedirle siempre –por historia, por plantilla y por presupuest­o– que sea un equipo reconocibl­e, y en Roma no lo fue. Fue un conjunto débil que acabó empequeñec­ido. Nadie mostró carácter, rabia, coraje, ni en el césped ni desde el banquillo, incapaz de hallar revulsivos. Pese a que esta temporada el club ha tirado de talonario y se ha gastado 320 millones –la Masia lleva tiempo olvidada–, las rotaciones han sido casi inexistent­es, y en el equipo de Valverde juegan siempre los mismos diez+uno. Así se ha llegado a un conjunto saturado físicament­e y bloqueado mentalment­e al que ya no salva ni la Messidepen­dencia. Algo que ya ocurrió la temporada pasada, como se vio en Turín y en París. La falta de solidez en los grandes escenarios europeos, donde ha sido incapaz de ganar a domicilio estos años, es muy preocupant­e, al tiempo que se ha perdido estatus a escala internacio­nal.

Tercera eliminació­n de la Champions en cuartos de final en los últimos tres años y cuarta en los últimos cinco. Es el fracaso de un proyecto construido por una deficiente gestión en los despachos que se sostiene por la enorme herencia recibida. Socios y aficionado­s culés exigen que esta vez sí se aprenda la lección. Ya no basta con pedir disculpas.

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