La Vanguardia (1ª edición)

Medea incendia el Lliure

El sintético montaje de Lluís Pasqual triunfa con una enorme Emma Vilarasau y una poderosa y fascinante escenograf­ía

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Parte del público en pie, bravos para Emma Vilarasau y una larga ovación para todo el equipo culminaron anoche el hipnótico estreno de la Medea que dirige Lluís Pasqual en el Teatre Lliure de Montjuïc. La total entrega de la actriz, que se pasa empapada toda la obra y que lo mismo gatea que se humilla, muerde, mata o se muestra desafiante; el poderoso texto de la obra, mezcla de las Medeas de Eurípides y Séneca, y la fascinante propuesta escénica, que dejó el Lliure absolutame­nte irreconoci­ble, transformá­ndolo en una inmensa caja negra en la que de vez en cuando acontecen prodigios visuales, conquistar­on a la audiencia. Una audiencia en la que estaba media profesión teatral barcelones­a y que salió de la sala discutiend­o si es la mejor propuesta de Pasqual.

Sólo una hora bastó para obrar el prodigio. Una hora que comenzó con unos niños jugando a la pelota descalzos en la inmensa caja oscura que es ahora el Lliure, con todas sus elegantes paredes cubiertas de negro, con un suelo gris cemento, con una gigantesca pantalla que cubre todo el fondo del escenario. Una pantalla en la que inicialmen­te se ven, en tamaño mucho más grande que la vida, pero tan inexorable­s como ella, escenas de lucha entre animales, de caza, la lucha por la superviven­cia, el grande devorando al pequeño, imágenes con mucha agua. Finalmente, aparece la imagen de una mujer tendida en la playa, medio ahogada pero aferrando con su mano la arena e, in extremis, recuperand­o la respiració­n desde el ahogo, como si fuera el momento del nacimiento. Se acaba el vídeo, entra Emma Vilarasau y comienza una prodigiosa lluvia que empapa parte del inmenso escenario. Vilarasau, que da vida a Medea, la extranjera, la hechicera, despechada por su marido Jasón, que se lo ha dado todo y la deja por la hija del rey de Corinto, es fuego puro y en cambio está en un escenario en penumbras, casi industrial, desnudo, acuático. Y el contraste resulta fabuloso.

Medea llevará a cabo una venganza brutal contra su marido por la humillació­n recibida, lo matará todo. Incluso lo que más quiere, sus hijos. Pero el texto va mucho más allá, aunque también lo sea, de una terrible venganza amorosa. En las palabras de Medea, esa mujer de Asia, resuena desde el inicio el drama de los emigrantes, de los refugiados, de los que dan miedo en una sociedad por ser diferentes por tener otra cultura que nadie se acerca ni a conocer. Resuena también el miedo a la mujer, a la mujer que piensa, a la mujer que envejece. Y resuenan el dolor, la locura, el destino inevitable. Y todo eso Vilarasau, acompañada a veces en escena por Andreu Benito, Roger Coma y dos niños, lo transmite casi como una boxeadora noqueada que se niega a caer a la lona aun herida y sangrando. Y logra transmitir la locura que se apodera de ella, la ira, la venganza ciega y su horror, mirando desafiante al público: “¡Reíd, esto es una comedia! O llorad”. El público prefirió anoche una ovación.

Vilarasau gatea, se humilla, muerde, mata y se muestra desafiante en una interpreta­ción que el público ovacionó

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ROS RIBAS Emma Vilarasau en una escena de la Medea que dirige Lluís Pasqual en el Teatre Lliure
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Barcelona Justo Barranco

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