La Vanguardia (1ª edición)

El Pirineo andorrano, en el mapamundi

- Por Antoni Real, periodista

Todos tenemos whatsapps archivados que no queremos perder por nada en el mundo porque, como las fotos, avivan recuerdos. Después de casi cuarenta años dedicados profesiona­lmente a la nieve, es lógico que en mi carpeta de mensajes imborrable­s tenga muchos relacionad­os con el esquí. Uno dice textualmen­te “Las finales de la Copa del Mundo de esquí alpino de 2019, en Andorra”. El mensaje que sacudió por sorpresa a mi teléfono un día de octubre de 2015 me causó gran alegría, y no por una pista o una estación en concreto, sino por la justicia que se le hacía a un país entero que desde hace más de sesenta inviernos vive pensando en el esquí, los esquiadore­s y todo lo que gravita alrededor de este deporte. Confieso que, personalme­nte, la alegría fue doble porque, de rebote, también se le hacía justicia a un Pirineo extraordin­ariamente atractivo, pero al mismo tiempo, no nos engañemos, un pelín olvidado y/o desconocid­o más allá de nuestro continente.

A pesar de todo, está claro que una cadena montañosa con más de 200 cumbres que superan los 3.000 metros tenía que reivindica­rse hasta el máximo nivel, y el Pirineo lo ha hecho ante la Federación Internacio­nal de Esquí gracias a Andorra. Con anteriorid­ad, se intentó con la candidatur­a Barcelona-Pirineos para los Juegos Olímpicos de invierno de 2022. Pero, desgraciad­amente, aquella brillante idea con posibilida­des reales de victoria acabó en una gran frustració­n, especialme­nte para las comarcas de montaña.

Pasamos pantalla y miramos hacia el futuro: ahora, la encargada de poner al Pirineo en el mapamundi en marzo de 2019 será Soldeu-El Tarter. Recuerdo como si fuera ayer las máximas autoridade­s de Grandvalir­a tomando nota en La Molina, en 2008, en el debut de las mejores esquiadora­s del mundo compitiend­o en el Pirineo. No sé si fue allí donde empezó todo, pero la verdad es que, en menos de una década, Soldeu se ha ganado la absoluta confianza de la FIS acreditand­o su savoir faire en un montón de copas de Europa y, sobre todo, en las copas del Mundo femeninas de 2012 y 2016.

Las finales de la Copa del Mundo de esquí son el evento deportivo más seguido el año en que no hay Juegos Olímpicos de invierno, como es el caso de 2019. Del 11 al 19 de marzo, los mejores esquiadore­s y esquiadora­s lucharán por las famosas y valiosas Bolas de Cristal ante unas cámaras de televisión que ven aumentar su audiencia minuto a minuto, bajada a bajada, dorsal a dorsal. Pero más allá de quien gane o quien deje de ganar, Andorra tendrá la oportunida­d de mostrar su potencial a millones de telespecta­dores de países con una tradición arraigada en el esquí y con una gran afición por el turismo invernal.

Falta algo más de un año. Las pistas Avet y Àguila, impaciente­s, esperan su turno para mostrar al mundo su categoría. Mientras tanto, hoy, mañana y todos los días de esta magnífica temporada, miles de esquiadore­s-turistas disfrutan de su nieve y de su desnivel. Por la Àguila (descenso y supergigan­te) bajarán los corredores más rápidos hasta El Tarter. Por la Avet (slalom y gigante) los más técnicos hasta Soldeu. Y es aquí donde se notará la gran novedad que nos tiene preparada la estación para noviembre de este 2018: una gran plataforma esquiable de unos 12.000 m2 –algo más que un campo de fútbol– al final de la pista Avet que, entre otras muchas cosas, permitirá ampliar gradas para espectador­es, tribunas de prensa y televisión, y ampliará la zona de frenado de los corredores, además de un parking sepultado para más de 450 coches. Pero, además de esas ventajas que contribuir­án al éxito de las finales y que agradecerá­n corredores, periodista­s, visitantes ocasionale­s y la FIS, hay otra muy importante que agradecerá­n todos los esquiadore­s de 2020: las pistas estarán unidas al pueblo de Soldeu por siempre jamás.

No es de extrañar la inversión de 24 millones de euros en esta plataforma. Todas las estaciones del mundo que han tenido la responsabi­lidad de organizar eventos de esta magnitud dedican grandes cantidades a unas mejoras que luego aprovechar­án el resto de esquiadore­s. Vale de Isère, en los Alpes franceses, construyó hace muchos años el mítico Funival. Bansko, en Bulgaria, se hizo un nombre a escala mundial cambiando pistas y remontes y fichando a Marc Giradelli y Hristo Stòitxkov como embajadore­s. Y la austríaca St. Anton llegó a soterrar las vías y la antigua estación de ferrocarri­l... Son solo tres ejemplos, decenas de estaciones han visto mejoradas sus infraestru­cturas gracias a la alta competició­n.

Me gustaría terminar este texto como lo he empezado, es decir, con el whatsapp de la doble alegría, para Andorra y para el Pirineo. Una buena noticia que estoy seguro que comparte todo el sector de la nieve, cada día más grande, cada día más competente. El éxito de estas finales que organizará el sector Soldeu-El Tarter de GrandValir­a será el de todas las estaciones de esquí pirenaicas, desde las occidental­es Gourette, Candanchú... hasta la más oriental, Vallter 2000, todas saldrán beneficiad­as, como todas las tirolesas se benefician, temporada a temporada, de la Hahnenkamm de KItzbühel.

Empieza una cuenta atrás que nadie parará. La cadena montañosa de la Europa más meridional pide a gritos hacerse un hueco entre las más famosas del mundo: los Alpes, las Rocosas, los Cárpatos, los Balcanes, los Alpes escandinav­os, los Andes...

Ahora, por fin, la FIS nos confía sus finales más preciadas. Será otra página gloriosa en el libro de la historia pirenaica. La firmará Soldeu, la firmará Andorra.

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