Andorra, hacia el objetivo de calidad óptima de aguas en 2020
Los ambiciosos objetivos ecológicos que se fijaron en el Plan de Saneamiento del Principado de Andorra, en 1996, se están logrando. Se pretendía conseguir una calidad excelente de las aguas de Andorra en un 2020 que entonces parecía muy lejano, y el objetivo cada vez está más cerca. Los últimos informes sobre la calidad de las aguas, hechos públicos este mes, señalan que el 86% del agua de los ríos es de calidad buena o excelente, y lo más importante, no se ha detectado agua mala en ningún tramo. Otro 8% es aceptable y todavía queda un 6% de calidad menor, porcentaje que se quiere ir reduciendo progresivamente con el horizonte de 2020.
El Plan de Saneamiento iniciado ya hace casi dos décadas ha permitido desplegar la infraestructura de colectores y depuradoras. Cuentan con una red de seguimiento con 36 estaciones repartidas en todo el territorio, que permite establecer un mapa de la calidad fisicoquímica de las aguas.
Sin embargo, las iniciativas para conseguir una calidad óptima van más allá de las infraestructuras. Desde 2002, se han limpiado cerca de 3.600 km de ríos, una media de 400 km por año, pero la retirada de los residuos no sería suficiente para garantizar una buena calidad del medio. Ha hecho falta también la colaboración de toda la población y de los visitantes para mantener en buen estado las aguas superficiales, y por ello el Departamento de Medio Ambiente ha llevado a cabo, durante estos años, varias campañas encaminadas a potenciar la concienciación de la población. En este sentido, está claro que la mentalidad de los andorranos ha cambiado hacia una mayor sensibilidad hacia el tema, como demuestran las cifras: el año pasado se extrajeron 22 kilogramos de desperdicios por cada kilómetro de río limpiado. El año 2010, por ejemplo, esta cifra se elevaba hasta 150 kilogramos por kilómetro.
La recuperación de los ríos, además de ser vital por los beneficios que aporta relacionados con la salud para la población, también ha supuesto una mejora sustancial para la biodiversidad de los ecosistemas de ribera, y, por lo tanto, el incremento de población de muchas especies. Entre ellas, algunas de fauna, como por ejemplo truchas, nutrias, mirlos acuáticos, ratas de agua, macroinvertebrados acuáticos, o de flora, com el aliso o el chopo.