La Vanguardia (1ª edición)

La derrota más colectiva

- Joaquín Luna

No recuerdo una derrota tan repartida y transversa­l en la historia del FC Barcelona: del presidente Bartomeu a los medios de comunicaci­ón, de Ernesto Valverde al último asalariado de la secretaría técnica –o lo que quede de ella–, de Umtiti el blando al tribunero, que desde hace años se ha prohibido silbar a los suyos no sea que se depriman.

“La victoria tiene cien padres, la derrota ninguna”, profetizó el conde Ciano, yerno de Mussolini: le fusilaron en 1944, a medida que Italia y Almania ponían rumbo a la derrota. Doblemos el calcetín: la debacle de Roma tiene cien padres.

Es tan colectivo, interclasi­sta y fuerte el batacazo que cuesta reclamar cabezas de turco y, exagerando que es lo mío, recuerda al París de 1940 descrito por March Bloch en La extraña derrota: nadie, desde sus grados de incompeten­cia, imaginó que los alemanes desfilaría­n en cuestión de días por París. La otra opción sería pedir la disolución del FC Barcelona e irnos todos a casa pero eso ya sería mucho exagerar.

La magnitud del 3-0 aconseja una reflexión impropia del ritmo del fútbol y en horas serenas, no de estupor. Por primera vez, los aficionado­s no tienen siquiera el consuelo de haber avisado: “Ya os lo dije” o “se veía venir”. Los medios tampoco, porque quien más quien menos ha especulado sobre si era mejor el Real Madrid en Kiev o en semifinale­s...

Fue indignante lo de Roma pero hay pocos indignados. Al Camp Nou le costará apuntar el sábado y no sólo porque hay que asegurar la Liga.

¿Abucheo al palco? La cara desencajad­a del presidente Bartomeu, y sus disculpas minutos después del

Fue indignante pero hay pocos indignados: es la debacle más transversa­l de la historia del FC Barcelona

pitido final, invitan a la indulgenci­a. Bartomeu tiene una cualidad muy valiosa en días de cuchillos largos: cuesta mucho enfadarse con él. Es el primer presidente zen en la historia del FC Barcelona.

¿Ernesto Valverde? La resignació­n ante un desenlace que se mascaba y el desacierto en los cambios –le salió la vena amarrategu­i– son de los que pasan factura. Otro profesiona­l con el que cuesta ensañarse.

¿Los jugadores? Siempre, los máximos responsabl­es. Más que el entrenador. Fundidos o desorienta­dos, cometieron tantos y tan repartidos errores que uno se abstiene de cebarse en la defensa, cuyos errores de marcaje fueron antológico­s. Una cosa es no saber jugar a la defensiva y otra es no defender un córner.

¿Messi? No siempre puede justificar a todo y a todos. Que un señor llamado Monchi –Monchito aún sería peor– resulte más efectivo que ese abultado organigram­a del Barça...

Dicho esto: si el club gana Liga y Copa y el Madrid nada...¿Canaletes?

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