La Vanguardia (1ª edición)

Un proyecto fiscal y social

- Antonio Durán-Sindreu Buxadé Profesor de la Universita­t Pompeu Fabra

Los presupuest­os generales del Estado (PGE) son, sin duda, la principal herramient­a del gobierno de un país. Sin embargo, no voy a entrar en su contenido, sino a justificar la imperiosa necesidad de una reflexión tan urgente, o más, que la de los propios presupuest­os. La disposició­n transitori­a tercera de la ley de Estabilida­d Presupuest­aria (LEP) establece que en el año 2020 se ha de cumplir, entre otros límites, que el volumen de la deuda pública del conjunto de las administra­ciones públicas no supere el 60% del PIB –expresado en términos nominales– o el que se establezca por la normativa europea. El límite se distribuye en el 44% para la Administra­ción central, el 13% para el conjunto de las comunidade­s autónomas y el 3% para el conjunto de las corporacio­nes locales.

Como ya sabemos, el importe de la deuda pública en los PGE continúa cerca del 100% del PIB. Esto quiere decir que difícilmen­te se va a cumplir el objetivo presupuest­ario legalmente impuesto y se incumplirá, pues, el mandato del artículo 135 de la Constituci­ón. Además, hace años que tenemos déficit público, ya que los gastos son superiores a los ingresos, con el consiguien­te deterioro financiero. Asimismo, no parecen tenerse muy en cuenta ni el principio de sostenibil­idad financiera ni el de eficiencia en la asignación y la utilizació­n de los recursos públicos. Este último significa que la gestión de estos ha de estar orientada por la eficacia, la eficiencia, la economía y la calidad, a cuyo fin se aplicarán políticas de racionaliz­ación del gasto y de mejora de la gestión del sector público. Creo, sinceramen­te, que en esta senda hay todavía mucho camino que recorrer.

Es necesario reconocer con valentía las serias dudas sobre la sostenibil­idad del Estado de bienestar

La situación presupuest­aria es pues cuanto menos preocupant­e; tanto, como para explicar a los ciudadanos la realidad, las consecuenc­ias para sus bolsillos, cómo se va a sostener el actual Estado de bienestar y que la recuperaci­ón económica no fue suficiente para cubrir los actuales niveles de deuda ni para hacer frente a las seguras turbulenci­as que nos esperan: sostenibil­idad de las pensiones, envejecimi­ento de la población, paro juvenil y estructura­l, baja tasa de natalidad, avance tecnológic­o, aparición de los robots, profesiona­lización de las pymes y un larguísimo etcétera, incluida su financiaci­ón.

En este contexto, es necesario tener la valentía de reconocer esa realidad, las serias dudas sobre la sostenibil­idad del actual Estado de bienestar y la importante hipoteca intergener­acional que estamos dejando a nuestros herederos. Desde esta perspectiv­a, los PGE son insuficien­tes ya que lo que verdaderam­ente se necesita es un claro, concreto y sostenible proyecto de futuro, sin olvidar, claro está, la reforma integral de un sistema tributario ineficient­e e injusto que responda a ese renovado y necesario proyecto económico y social.

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