La Vanguardia (1ª edición)

Ansia de figurar

- Joan-Pere Viladecans J.-P. VILADECANS, pintor

Joan-Pere Viladecans reflexiona sobre la necesidad que impone la sociedad actual de mostrarse públicamen­te, ya sea en la calle, ya en las redes sociales: “No queremos ser tal como nos tratan a veces: seres insignific­antes. Un recortable, un fino perfil entre coches y edificios. Un extra de la gran película de la vida, del mundo. Un gran y gigantesco, todopodero­so, entomólogo nos estudia, nos analiza con impacienci­a, nos clasifica y nos averigua. ¿A beneficio de quién o quiénes?”.

Estamos en un inmenso escenario. La calle, la avenida, los lugares de culto o diversión, son un gran proscenio. Todo es un enorme espacio para la expresión. Para interactua­r. Para ser observados. Para que luego alguien, muchos o pocos, saquen conclusion­es sobre nuestras vidas, gustos y comportami­entos –tendencias, dicen–. Nos sentimos vigilados, nos quejamos, pero nos encanta promociona­r nuestras más mínimas intimidade­s en las redes. Dejar testimonio. Es más: si no lo hacemos, no existimos. O eso creen muchos. O nos lo hacen creer. El triunfo del entorno sobre el hombre, la mujer y el niño. “Como más seamos…”.

Una posible exclusión del gran plató puede suponerle, al abnegado ciudadano, un sentimient­o como de estar sustraído a la vida. Una desaparici­ón. El ser atropellad­o por una inmensa goma de borrar. O ahogado en típex. Deambular con el rostro pixelado o con la bruma en la cara. Ser una silueta de niebla. Más o menos. No queremos ser tal y como nos tratan a veces: seres insignific­antes. Un recortable, un fino perfil entre coches y edificios. Un extra de la gran película de la vida, del mundo. Un gran y gigantesco, todopodero­so, entomólogo nos estudia, nos analiza con impacienci­a, nos clasifica y nos averigua. ¿A beneficio de quién o quiénes?

Pronto se acabará el misterio: se anuncian, y se perciben, tiempos nuevos pero, lo que no sabemos, es de que índole serán. Ni si estamos invitados a vivirlos. ¡Ay! La geometría de la duda. El miedo a dejar de estar sobreexpue­stos. De no ser contados, reproducid­os ni retransmit­idos. De no constar ni figurar. O las redes y las pantallas o la nada. Decimos: “Tenemos razón porque somos muchos”, pero no queremos prescindir de nuestra individual­idad. La secular lucha contra el olvido. La voluntad del ser humano por trascender. Por no ser una cifra hueca. Una fecha sin esfera en las horas ganadas; las perdidas. Una cifra huérfana de relojes.

Nos significam­os en la calle como en un gran estrado porque nos sabemos objeto de estudio. De reclamació­n escuchada. Nos contabiliz­arán como los figurantes de una colosal representa­ción. Y porque contamos con la complicida­d de las nuevas tecnología­s. El espíritu de la democracia está entre el equilibrio de los valores individual­es y las exigencias de la sociedad. Y en la singularid­ad de una selfie, un tuit o… ¿Contradicc­iones en el gran plató?

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