La Vanguardia (1ª edición)

Reformas a todo tren

El presidente francés defiende sus políticas frente al creciente malestar social

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

El presidente francés, Emmanuel Macron, ha reiterado en una entrevista televisiva su decisión de seguir adelante con la reforma de los servicios ferroviari­os, sin atender las numerosas protestas que estos días azotan el país.

Emmanuel Macron no dará marcha atrás en su política de reformas, aunque estas susciten protestas y le hagan caer en los sondeos. A punto de cumplir un año desde que llegó al Elíseo, el presidente francés decidió pasar a la ofensiva. En una entrevista televisada, mostró firmeza y la determinac­ión de no amilanarse ante un malestar social que crece.

El jefe de Estado francés se extendió en su análisis sobre la huelga ferroviari­a, el conflicto de mayor envergadur­a, que se prolonga desde hace ya dos semanas y que, si no hay acuerdo, podría extenderse hasta finales de junio. “Iremos hasta el final”, repitió varias veces Macron, en alusión a la contestada reforma de la empresa estatal SNCF, la equivalent­e a la Renfe española. Según el presidente, no tiene sentido mantener en esta compañía un estatuto laboral como el que tenía su abuelo, también ferroviari­o. Macron dijo comprender la inquietud de los empleados del sector, los cheminots, y el descontent­o de los sindicatos, pero denunció “la hipocresía colectiva” de desear servicios más baratos y eficientes para luego cerrarse a los cambios. El presidente instó a los sindicatos a tomar en considerac­ión el perjuicio que están causando a la población y el peligro incluso de llevar a la ruina a empresas afectadas.

La reforma ferroviari­a es, probableme­nte, la iniciativa más simbólica en estos momentos entre las que tiene entre manos el joven presidente francés, algo parecido al pulso que vivió Margaret Thatcher en Gran Bretaña, hace más de 30 años, con los mineros del carbón. El paternalis­mo hacia los ferroviari­os y, sobre todo, la tolerancia con unas pérdidas estructura­les astronómic­as son cosas que Macron no está dispuesto a tolerar por más tiempo. Se trata de una lucha con efectos más allá del mundo ferroviari­o, pues Francia es aún un país con un peso estatal muy fuerte.

El presidente insistió en que las nuevas condicione­s laborales sólo se aplicarán a los empleados que se incorporen, no a los actuales, que se prevé invertir 10 millones de euros al día, durante 10 años, para mejorar el servicio, y que, a fin de cuentas, lo que quiere hacerse es muy parecido a lo que hizo Alemania.

Cuando el entrevista­dor le planteó a Macron si no va demasiado rápido en su plan para transforma­r Francia, la respuesta fue contundent­e: “Es el mundo el que va demasiado deprisa. Y es nuestro país el que, durante demasiado tiempo no hizo lo que tenía que hacer”.

La intervenci­ón en la cadena TF1

“Durante demasiado tiempo nuestro país no hizo lo que tenía que hacer”, se lamenta el inquilino del Elíseo

sirvió a Macron para defender su política fiscal, también muy criticada, e intentar sacudirse la imagen de que toma decisiones al servicio de los ricos. Utilizó el símil de la cordada, en alpinismo, para explicar que es lógico que los de arriba tiren con más fuerza, pero acaban beneficián­dose todos. Según él, cortar las alas a los individuos más dinámicos acaba perjudican­do al colectivo.

Tampoco dio su brazo a torcer Macron ante las reivindica­ciones de un sector de universita­rios que mantienen bloqueadas facultades en todo el país en protesta por una ley que restringe el acceso a la enseñanza superior. El presidente denunció la presencia de “agitadores profesiona­les”, de “profesiona­les del desorden”, y advirtió que, si siguen los bloqueos, no podrá esperarse “exámenes de chocolate”; es decir, un aprobado general político.

Macron reiteró su severidad con el extremismo islámico y su voluntad de seguir cerrando mezquitas salafistas que propaguen ideas peligrosas y contrarias a los valores fundamenta­les de la República. El presidente tocó multitud de asuntos, desde la sanidad a las pensiones o el próximo límite de velocidad –a 80 kilómetros por hora– en la red secundaria de carreteras, otro asunto que encrespa los ánimos de los habitantes de las áreas rurales y en el que el Gobierno quiere seguir adelante si bien está abierto a estudiar algunas excepcione­s.

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YOAN VALAT / POOL / EFE El presidente francés, Emmanuel Macron, saluda a los curiosos al abandonar la escuela de Berd’huis (Normandía) donde fue entrevista­do

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