La Vanguardia (1ª edición)

Políticos con título

- Francesc-Marc Álvaro

El festival del máster de Cifuentes lo tiene todo para convertirs­e en una miniserie de Netflix. La ficción basada en la autoficció­n acostumbra a dar resultados interesant­es. Mientras espero que algún productor impulse el proyecto, me pregunto qué mueve a tantos políticos a hacer trampa con sus currículos. ¿La vanidad? ¿La necesidad de una (supuesta) autoridad extra? ¿El esconder que algunos no tienen oficio alguno más allá de la política? ¿Una estrategia para optar a un lugar de funcionari­o cuando pierden el poder? ¿Las ganas de demostrar que pueden hablar de tú a tú con los profesiona­les que los asesoran?

Todos hemos conocido a buenos y malos políticos con título académico. Y también a buenos y malos políticos que no habían pasado por la universida­d. Hoy en día cuesta imaginar que un jefe de Gobierno de una democracia más o menos presentabl­e no sea alguien con formación superior, aunque hay casos muy evidentes de líderes que tienen una relación escasa con el conocimien­to o con cualquier disciplina de las ciencias, las letras o las artes. En Catalunya, hemos tenido consellers de perfil académico que lo han hecho muy bien y consellers provenient­es del mundo universita­rio que, en cambio, pasaron sin pena ni gloria. También algún cargo destacado que maquilló su currículum, pero fue menos obstinado que Cifuentes cuando fue pillado.

Hasta el estallido de esta comedia de la presidenta autonómica, parecía que las imposturas curricular­es eran pecados veniales en el catálogo de la corrupción hispánica. En otros países, como Alemania o el Reino Unido, estas cosas ya sabemos cómo acaban: con la dimisión inmediata de quien ha engañado. Con Cifuentes estamos en un cambio de rasante, quizás porque no se trata sólo de mentir (exhibir un título que no se tiene) sino de otra cosa, más perversa: beneficiar­se de una posición de poder para conseguir que una institució­n pública altere sus reglas para fabricar un simulacro. Este es el drama: el político que abusa de su puesto para hacer trampas y conseguir ventajas de manera impropia, que es todo lo contrario de la actitud ejemplar que se espera de alguien con intención de liderar de veras, no sólo de gestionar. ¿Qué discurso sobre mérito y esfuerzo podrá pronunciar la presidenta?

Me gustaría ver por la cerradura la escena en que alguien sugirió a Cifuentes –entonces delegada del Gobierno– que podría obtener un máster con gran facilidad. ¿Cuáles debieron ser las palabras para disfrazar de trámite menor lo que es un fraude y un delito? El o los inductores de la jugada lo debieron argumentar como una oportunida­d perfecta de dar algo más de empaque a una mujer ambiciosa, una dirigente que aspira (aspiraba, mejor dicho) a todo. Poner un máster en el currículum como quien elige vestido para asistir a una cena de gala, ni más ni menos.

Hasta el caso Cifuentes, las imposturas curricular­es eran pecados veniales en la corrupción hispánica

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