La Vanguardia (1ª edición)

Lo que se espera de mí

- Clara Sanchis Mira

El vagón está lleno y todos vamos a lo nuestro. Escucho con mis auriculare­s La valse de Ravel, que siempre me lleva a imaginar unos bailarines difusos entre nubes. Los veo aparecer y desaparece­r entre los movimiento­s sonoros de la orquesta. Hemos llegado a una parada y algunos viajeros se abren paso para bajar. Un movimiento brusco de los cuerpos nos hace levantar la cabeza. Dos mujeres que rodean a un hombre parecen estar forcejeand­o con él. A primera vista no es fácil entender lo que pasa. No se entiende qué clase de lucha se traen los tres. Es una escena muda. Nadie grita, ni se queja, ni pide ayuda. Hay un zarandeo, un tirón de brazos, una resistenci­a física dudosa. Hasta que el hombre se deja caer y se sienta en el suelo. Y ahí ya hemos entendido algo, porque las puertas están a punto de cerrarse de nuevo y las mujeres se afanan en intentar levantarlo. Hemos entendido que el hombre no quiere bajar del vagón. Se niega en rotundo. Y en redondo, como un insecto bola. Con todo el peso de su cuerpo, opone una resistenci­a implacable, pacífica y desesperad­a. Hay algo rutinario en la forma que tienen sus dos acompañant­es de encarar el asunto. Podríamos levantarno­s para ayudar a estas mujeres que tiran inútilment­e de los brazos del hombre caído, si supiéramos quién tiene razón. Si alguien nos explicara qué está pasando. Por qué un hombre maduro se ha tirado al suelo. Por qué no quiere colaborar. Adónde no quiere ir. Cuál es la razón de esta huelga de peso muerto que nos perturba la mañana. Y por qué habría que forzarlo a levantarse.

La resistenci­a rara del hombre enroscado en sí mismo nos estremece. En un mundo realista podríamos deducir que es un hombre con problemas mentales, que hace esto a menudo. Un loco o un deficiente, que se rebela como un niño pequeño. Un salvaje. Pero en el fondo estamos de su parte. Secretamen­te, su delirio nos resuena en algún sitio. Si nos pusiéramos a pensarlo con seriedad, incluso desde el lado cuerdo, tal vez nosotros también nos tiraríamos al suelo con ganas. Basta, diríamos, nos ponemos el mundo por montera. O que salga el sol por Antequera, porque nosotros tampoco vamos a colaborar más. Déjenme que me tumbe aquí mismo. Esto es un desmayo voluntario. Una pequeña muerte, como si dijéramos, ese orgasmo francés, la petite mort, el lado bueno del abandono. Cada uno de nosotros podría enroscarse en el suelo y no habría brazos suficiente­s para desenrosca­r. Hay un no que retumba con fuerza dentro de cada pecho. Un no redondo y rojo que ha crecido en silencio. Una rebelión que anida. Se acabó. Este hombre tiene razón. Me salgo del engranaje. No quiero que se me pase la vida en este rodillo. Lo que se espera de mí no es mío. Me tiro al suelo para cerrar los ojos un momento, coger impulso y ahora sí, seriamente, asilvestra­rme.

Dos mujeres que rodean a un hombre parecen estar forcejeand­o con él; no es fácil entender lo que pasa

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain