Gigantismo a granel
Proyecto Rampage Dirección: Brad Peyton Intérpretes: Dwayne Johnson, Jeffrey Dean Morgan, Malin Akerman, Naomie Harris Producción: EE.UU., 2018. 107 m. Aventuras
Dwayne Johnson es un actor que llena la pantalla por obvias razones anatómicas. Pero si ha llegado donde ha llegado, que es donde no alcanzó a llegar Hulk Hogan, es porque al volumen le acompaña el carisma: heredero del hoy en franco declive Arnold Schwarzenegger, aliña a sus héroes con gotas de ironía y un punto de distanciamiento muy del agrado del público. Desde que fichó en la franquicia de Fast & furious, todos los “blockbusters” protagonizados por Johnson llevan el sello de garantía del entretenimiento mondo y lirondo y sin pretensiones. Con Brad Peyton parece entenderse tan bien como Adam Sandler con Dennis Dugan, y aquí tenemos Proyecto Rampage , el tercer fruto de su colaboración.
Proyecto Rampage tiene un poco de todo. De ciencia ficción y experimentos desafiantes, por ejemplo, con una escena introductoria en el espacio de veras impactante. Es también una película de aventuras de sabor clásico. El artista antes conocido como The Rock luce la mar de bien en la selva, como una bestia más: Tesoro del Amazonas, Viaje al centro de la Tierra 2: La isla misteriosa, la reciente nueva versión de Jumanji y, ahora, como primatólogo amigo de un gorila albino que, por exigencias del guión, crece espectacularmente. Y es, finalmente, una superproducción fantástica ebria de gigantismo, con un tramo final aquejado del síndrome Michael Bay: aunque felizmente no llega a las desmesuradas duraciones de los Transformers, el exceso digital del inacabable enfrentamiento entre humanos y animales gigantes acaba agotando al espectador más paciente. Como ya demostró en San Andrés, un filme de catástrofes de esencias muy puras también al servicio de Johnson (a quien se le da muy bien pilotar helicópteros), Peyton es un realizador eficaz y, como “action movie” frenética, Proyecto Rampage es irreprochable. Lo que no quiere decir que uno no eche de menos algo de ingenio visual, el que testimonió, por ejemplo, Jordan Vogt-Roberts en la excelente Kong: La isla calavera. ¿Es mucho pedir?