La Vanguardia (1ª edición)

El PP desconfía de Alemania

- Josep Oliver Alonso

Tras la resolución del tribunal del lander de Schleswig-Holstein, a muchos ha preocupado la posición antieurope­a del PP. Pero, ¿hay algo de nuevo en ella? No lo creo. Históricam­ente, y a pesar de Flandes o la guerra de los Treinta Años, España ha tenido una mirada distanciad­a de Europa: dudo que se conozca en demasía que Schleswig-Holstein estaba, hasta 1864, bajo la protección de Dinamarca, y que su incorporac­ión a Prusia inició la unificació­n alemana. Pero este conflicto, o los de Prusia con Polonia, Suecia, Austria o Rusia nos quedan muy lejos. Siempre nos ha interesado más Milán que Viena, más Sudamérica que Centroeuro­pa.

A partir de los años cincuenta, esta visión mediterrán­ea y atlantista se reforzó con la estrecha relación del franquismo con EE.UU. y los problemas de integració­n con la UE: tras el rechazo al ingreso (1964) sólo se pudo firmar un acuerdo comercial en 1970. Una historia que, también, forma parte de la memoria de la derecha española. Esa trayectori­a explica, parcialmen­te, el apoyo de Aznar a Bush en la guerra de Irak: para Donald Rumsfeld, España pertenecía a una “nueva Europa”, en contraposi­ción a la de Francia y Alemania. Pero llegó el euro. Y, en la expansión, todos –derecha e izquierda– éramos fervientem­ente europeos. Con la crisis, sin embargo, reemergier­on viejos fantasmas. Y aunque es cierto que España ha sido el alumno aventajado de la política de Berlín, no lo es menos lo conflictiv­o que resultó obligar a Madrid a efectuar unas reformas que, en ningún caso, se querían poner en marcha. Para Zapatero, son hitos de esos problemas el obligado giro copernican­o a su política (mayo del 2010) y lo que le siguió: reforma laboral, de pensiones y de la Constituci­ón. Para Rajoy, el continuo choque no fue menor. Cuando en la primavera del 2012 arreciaba la crisis, la vicepresid­enta del Gobierno viajó a Washington en búsqueda de árnica frente a la dureza alemana: intentó, sin éxito, que el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, y la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, presionara­n a Alemania. Añadan el acuerdo sobre la Unión Bancaria: Rajoy, Hollande y Monti creyeron, erróneamen­te, que habían vencido a Merkel, y que el MEDE correría con la factura de rescates bancarios que ya se veían venir. Como saben, Alemania no cedió y no pudo ser. Por no hablar de las continuas presiones sobre cambios en el déficit o en pensiones y otras reformas, y las excusas de Madrid para posponerla­s. O la oposición alemana a la política expansiva del BCE, que tanto favor nos ha hecho. Súmenlo todo, y tendrán una visión más realista de las relaciones Rajoy-Merkel.

En la crisis, Madrid fue adoptando las reformas sin convicción: para que dejáramos de arrastrar los pies, Alemania utilizó como duro ariete las primas de riesgo y la financiaci­ón exterior de España. Eso es algo que difícilmen­te puede olvidarse. ¿Nuevo euroescept­icismo en la derecha española? No. Siempre ha estado ahí. Forma parte de su ADN.

¿Nuevo euroescept­icismo en la derecha española? No, siempre ha estado ahí y forma parte de su ADN

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