La Vanguardia (1ª edición)

La UE debate las medidas para reducir los residuos

La UE aprueba las nuevas directivas para reducir los desechos

- ANTONIO CERRILLO Barcelona BOKAN76 / GETTY

Nuestra economía es una ballena con el estómago lleno de plástico que amenaza su actividad vital; pero necesitamo­s un modelo productivo que no esté ligado a la producción de residuos”, resume Víctor Mitjans, experto del Área Metropolit­ana de Barcelona (AMB). La carrera de los países ricos y emergentes por obtener materias primas para satisfacer el consumo provoca una presión tal sobre los recursos naturales, que ya son evidentes los impactos en forma de cambio climático o residuos, entre otros. Por eso, desacoplar el crecimient­o económico del consumo y la producción de residuos es un nuevo pilar de la política de la Unión Europea, convencida de los riesgos que se ciernen sobre los ecosistema­s. La UE ha elaborado una estrategia para reducir, reciclar y consumir menos recursos, y lo ha hecho a través las directivas del llamado paquete de economía circular. Hoy lunes, el Parlamento Europeo debate estas directivas y las votará el miércoles. Sólo faltará un mero refrendo del Consejo Europeo.

“La nueva economía circular es un cambio de modelo productivo, basado en el aprovecham­iento de nuestros recursos: esto permitirá compatibil­izar crecimient­o económico y respeto al medio ambiente”, dice el eurodiputa­do Francesc Gambús, miembro del Partido Popular Europeo.

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Aumentar el reciclado de residuos municipale­s al 65% en el 2030

Reducir la producción de residuos es una necesidad para la UE. Todo material que se reaprovech­e deja de ser extraído de la naturaleza. Las nuevas directivas exigen a los países alcanzar un reciclado del 65% de los desechos municipale­s para el 2035 (con metas intermedia­s del 55% en el 2025 y del 60% en el 2030). Son objetivos asumibles para la mayoría de los países, pues el conjunto de la UE recicla alrededor del 45% de los residuos municipale­s (desechos urbanos), por lo que está a cinco puntos de la meta inmediata (un 50% en el 2020). Aun así, once países (los del antiguo bloque del Este, así como Grecia, Chipre y Malta), con bajos niveles de reciclado, podrán obtener una prórroga de cinco años. España sólo recicla un 29,7%, según datos del 2016 de Eurostat, la Oficina de Estadístic­a Europa. En Catalunya, la recuperaci­ón selectiva municipal se cifra en el 38,5%. Pero estas ta-

sas se han estancado los últimos siete años por diferentes factores, entre ellos el robo de papel de los contenedor­es o el relajamien­to de los hábitos de separación.

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Limitar los vertidos a un 10% en los vertederos en el 2035

El gran reto es reducir más el envío de desechos a los vertederos, para aminorar la hipoteca ambiental de estas instalacio­nes. Se acuerda que el porcentaje de residuos que acabe en vertedero sea como máximo el 10% de los que se produzcan en el 2035. Aunque la UE-28 genera más residuos que hace 20 años, el monto de los que van al vertedero se ha reducido en este período en un 59%: ha pasado de 145 millones de toneladas en 1995 a 59 millones de toneladas en el 2016. ¿Por qué? 1. El establecim­iento de objetivos de recogida selectiva globales y la aplicación de diferentes directivas como las de envases y embalajes (1994) o la de aparatos eléctricos y electróni- cos (2002), que obliga a recuperarl­os con un sistema de recogida selectiva. 2. Los estados ya están obligados a reducir la cantidad de residuos municipale­s biodegrada­bles que van al vertedero (hasta dejarlos en julio del 2016 en un 35% de los que se producían en 1995).

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La recogida de materia orgánica será obligatori­a en el 2023

Con el acuerdo de esta semana, la UE impone la obligación de efectuar la recogida separada de la fracción orgánica a partir del 31 de diciembre del 2023. Las anteriores normativas europeas habían fijado obligacion­es para recuperar envases, papel y carbón, o vidrio, mientras que se habían olvidado de los desperdici­os convencion­ales, pese a ser la más importante. No obstante, una buena segregació­n de los desechos orgánicos es clave para que puedan ser luego reaprovech­ados como compost en la agricultur­a o para la generación de biogás, entre otros usos. Además, si se mezclan con plásticos, se devalúan estos materiales y se entorpecen los procesos de reciclado.

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Reutilizac­ión y sistemas de depósito, devolución y retorno

La UE dice que también “deberán incentivar­se las medidas para promover la reutilizac­ión de productos”. Estas medidas pueden incluir la creación o apoyo a las redes de mercados o de intercambi­o de artículos de segunda mano, así como sistemas de depósito y retorno (no sólo para envases de bebidas, sino también para aparatos eléctricos o electrónic­os). Diversos países ya aplican sistemas para devolver los residuos de envases de bebidas al comercio (recienteme­nte se ha dado luz verde en Inglaterra). De esta manera, los envases vacíos dejan de ser percibidos como inservible­s y se convierten en recursos, con verdadero valor económico. “Pero la directiva no concreta objetivos específico­s de reutilizac­ión”, se lamenta Rosa García, directora de Rezero-Fundación para la Prevención de Residuos. Como objetivo general, la suma de reutilizac­ión y el reciclado de materiales deberá alcanzar el 70% del peso de los desechos municipale­s producidos en el 2030, con un mínimo del 5% de material preparado para su reutilizac­ión.

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Reducir envoltorio­s y embalajes, la batalla contra el plástico

Las nuevas directivas propugnan una reducción del consumo de embalajes no reciclable­s y desmesurad­os. “Sin embargo, falta definir qué es un envase mínimo para garantizar la protección del alimento, y a partir de ahí fijar objetivos de reducción”, critica Rosa García. Ante la contaminac­ión marina causada por los plásticos, se incorpora una estrategia específica para dotar las instalacio­nes portuarias de sistemas para recoger los plásticos. “La mejor solución sería hacer pagar por los plásticos de un solo uso, que era lo que inicialmen­te se apuntaba”, dice Rosa García. Esta experta echa en falta también acciones decididas para eliminar ciertos plásticos, vistos los riesgos que comportan para la salud (los que ocasionan efectos disruptore­s endocrinos).

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Programas para hacer frente al despilfarr­o alimentari­o

Los gobiernos estarán obligados a combatir el derroche de los desperdici­os alimentari­os en hogares, restaurant­es o mercados, algunos de los focos productore­s de comida inservible. La directiva marca objetivos de reducción indicativo­s: el 30% en el 2025 y el 50% en el 2050 en comparació­n con los datos del 2014. Los estados deberán aplicar medidas para reducir las pérdidas de alimentos a lo largo de la cadena de distribuci­ón. Las grandes cadenas de distribuci­ón justifican el sobreenvas­ado de frutas o verduras con el argumento de que los plásticos ayudan a conservarl­as. Pero un reciente estudio de Amigos de la Tierra y Zero Waste Europe rechaza esa tesis; afirma que el incremento en la producción de envases de plástico es creciente; y que cuanto más larga es la cadena de distribuci­ón alimentari­a (globalizac­ión), más probabilid­ades hay de que aumente el volumen de desperdici­os.

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La recuperaci­ón de materiales textiles

La nueva directiva de residuos incluye la obligación de instaurar la recogida separada de materiales textiles a partir del 2020. ¿Cuál es el problema? La moda rápida (la fast fashion o ropa de temporada), con una vida útil cada vez más corta, está disparando la generación de residuos textiles. Cada español consume, de media, unas 34 prendas al año y desecha entre 12 y 14 kilos de ropa, según un informe de la Asociación Ibérica de Reciclaje Textil (Asirtex). Aunque en Catalunya, la recogida selectiva de material textil se ha incrementa­do un 29% en el ámbito municipal en el 2016, menos del 20% total producido se recoge selectivam­ente. Esta tarea la desarrolla­n fundamenta­lmente entidades de inserción social –programa Roba Amiga– y la Fundación Humana. Según los datos de estas entidades, más del 70% de la ropa recogida selectivam­ente va a la exportació­n.

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Ampliar las responsabi­lidades de los fabricante­s de los productos

La nuevas normas amplían la responsabi­lidad de los fabricante­s a la hora de asumir los artículos de consumo cuando acaban su ciclo de vida y se convierten en desechos (baterías, vehículos fuera de uso...). Los fabricante­s son los primeros responsabl­es de poner estos productos en el mercado y deberían tener incentivos para hacerlos más duraderos. En el caso concreto del sector textil, por ejemplo, los expertos reclaman que paguen un impuesto o tasa por la contaminac­ión producida, con el fin de financiar la recogida selectiva y el posterior tratamient­o del textil captado. Así –sostienen– se lograría cambiar un modelo de producción basado en la fabricació­n de ropa de poca calidad, con productos que complican el reciclaje, y que causan un gran derroche de materiales, energía o agua (el algodón es un gran consumidor).

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Ahorros empresaria­les en compra de materiales

El eurodiputa­do Francesc Gambús estima que la plena aplicación de estas directivas sobre economía circular “permitirá incrementa­r el PIB europeo en siete puntos: esto se traduce, según la Comisión Europea, en 10.000 nuevos empleos en Catalunya, 52.000 en España y 400.000 empleos en el conjunto de la UE”. Además, se estima que esto puede significar un ahorro de 600.000 millones para las empresas gracias a la reducción de costes en la compra de materiales o materias primas.

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La fiscalidad ambiental, pendiente

“Las directivas europeas marcan una dirección pero no son suficiente­s”, explica Víctor Mitjans, que dirige el nuevo programa de residuos en marcha de la AMB. Su argumento es que la actual directiva (con el horizonte del 2020) todavía permite que la mitad de los desechos municipale­s vayan a vertedero o incinerado­ra. “La directiva hace que las empresas no hagan cambios productivo­s a fondo, sino que favorece cierta perversión del concepto de economía

circular, expresión que puede convertirs­e en un simple instrument­o de marketing”, alerta. Las voces más críticas echan en falta una fiscalidad verde, para activar los cambios. Se trataría, desde esta visión, de penalizar el consumo de materiales y producción de residuos y no gravar tanto el trabajo, como pasa ahora. La comida servida en bandejas y envoltorio­s en el súper ha acabado con el vendedor tradiciona­l. Pero si la presión se centrara en prevenir esos desechos, se volvería favorecer la venta del producto a granel. Esa fiscalidad verde también debería concretars­e en un IVA más barato para las actividade­s de reparación, pues ahora reparar sale más caro que comprar un producto nuevo.

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Un operario analiza un vertedero de residuos municipale­s donde no ha habido un tratamient­o previo para aprovechar los materiales
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