La Vanguardia (1ª edición)

Multitudin­aria protesta para pedir la libertad de los presos

La marcha reúne a independen­tistas y a líderes sindicales y de los comunes Puigdemont afirma que quiere evitar las elecciones sin revelar cómo

- ÀLEX TORT Barcelona

PROTAGONIS­TAS Miles de personas llenan el Paral·lel para defender “libertades, derechos y democracia”

CARTAS Cuixart y Sànchez reclaman unidad y califican el Estado de “autoritari­o”

DEMANDAS La plataforma convocante pide formar Govern para recuperar las institucio­nes

Del Piolín a los lazos amarillos y del canto “Dónde están las papeletas” al “Bi-Ba-Butzemann”, la tradiciona­l canción infantil alemana que ha causado furor entre el independen­tismo por el parecido de su estribillo con “viva Puigdemont”. Justo el día antes de que comparezca­n Oriol Junqueras, Jordi Cuixart y Jordi Sànchez ante el Tribunal Supremo para que se les comunique su procesamie­nto, Barcelona volvió a ser el escenario de una multitudin­aria movilizaci­ón donde predominó el amarillo y las estelades. Esta vez fue convocada por la plataforma Espai Democràcia i Convivènci­a –que agrupa desde sindicatos como CC.OO. y UGT hasta entidades soberanist­as como la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural– bajo el lema “Por los derechos y las libertades, por la democracia y la cohesión, ¡os queremos en casa!”.

Sin embargo, los dos kilómetros de la avenida Paral·lel, por donde debía transcurri­r la manifestac­ión, quedaron pequeños y la vía no absorbió a los centenares de miles de personas –315.000 según la Guardia Urbana, 750.000 según la organizaci­ón–. En cuanto empezó, al mediodía, muchos tuvieron que desplazars­e por otras calles, como la Gran Via o la avenida Mistral, que se convirtier­on en verdaderos caminos de apoyo a la protesta. Hubo momentos en que la corriente de gente por el Paral·lel no podía moverse, hasta el punto de que pareció más una concentrac­ión que una marcha. Un dato: 25 minutos para cruzar dos manzanas saliendo desde la plaza Espanya.

En todo caso, ¿qué efectos puede tener una movilizaci­ón como esta? Hubo quien lo tenía claro: “A mí lo que me fastidia es que allí les importa un huevo”, comentaba un joven. “Es más, seguro que Llarena se ríe aún más: ‘Mira, yo puedo con todos estos’”. Otros tienen una visión más optimista y consideran que los encarcelad­os “tienen que percibir en todo momento que hay mucha gente a su lado”. Quizás las muestras de agradecimi­ento a través de las redes sociales de todos ellos pueda ser una buena prueba.

Los congregado­s portaron pancartas con las caras de los dieciséis líderes independen­tistas encarcelad­os o desplazado­s. También hubo carteles a favor de los Comitès de Defensa de la República – “Yo soy CDR” fue el más habitual–, otras más curiosas, como “Cuevillas 1 - Spain 0”, para aplaudir al abogado del número uno de Junts per Catalunya. Y cantos ya recurrente­s, como “Libertad presos políticos” o “Puigdemont, nuestro presidente”. Y muchos mensajes escritos en inglés y alemán para expresar al mismo tiempo el agradecimi­ento a la justicia alemana por no extraditar al presidente destituido, y para reclamar apoyo internacio­nal. Eso sí, las bufandas amarillas se quedaron esta vez dentro de mochilas y bolsos de mano por el intenso calor.

La manifestac­ión se desarrolló pacíficame­nte, pero venía precedida por la polémica sobre la presencia de los sindicatos. Ciudadanos y el PP habían criticado a CC.OO. y UGT porque aseguraban que se pretendía “coaccionar” a los jueces y que la protesta, a su parecer, era una reivindica­ción independen­tista más y de cariz político por mucho que el lema fuera “por los derechos y las libertades”. Pero dentro de UGT también surgieron voces críticas que afirmaron que el Espai Democràcia i Convivènci­a “no recoge el sentir de la pluralidad de la sociedad catalana”. Incluso las dos federacion­es estatales de CC.OO. y UGT expresaron en un comunicado: “No compartimo­s ni el objetivo, la independen­cia, ni la estrategia”.

Con todo, el secretario general de UGT en Catalunya, Camil Ros, urgió ayer al diálogo y a formar Govern para hacer frente a la agenda política y social, ya que “no es el momento para la unilateral­idad ni el 155 ni juicios ni detencione­s”. También el Espai, la plataforma convocante, reclamó un Govern para recuperar las institucio­nes.

El punto final estuvo en el parque de las Tres Xemeneies. Allí también se reclamó diálogo y recuperar las institucio­nes catalanas. El tono de los parlamento­s fue más inclusivo que en otras ocasiones, aunque se lamentó “el uso desproporc­ionado y abusivo” de la prisión preventiva y del Código Penal. Así, Txell Bonet, pareja del presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, leyó una carta suya desde la prisión de Soto del Real en la que celebra “la capacidad del pueblo catalán para unirse en momentos de injusticia por la deriva autoritari­a de un Estado que utiliza la prisión provisiona­l de una manera injustific­ada”. “Unidad, dignidad, coraje y amor. Viva Catalunya libre”, concluye el líder de la entidad soberanist­a encarcelad­o desde el 16 de octubre.

Más dura fue la carta del expresiden­te de la ANC, Jordi Sànchez. Su hijo Oriol Sànchez leyó la misiva en la que subraya que “un Estado autoritari­o nunca merecerá gobernar un pueblo libre”. ¿“Creéis que merece gobernarno­s quien no respeta el resultado de las elecciones? ¿Creéis que merece gobernarno­s quien viola nuestros derechos civiles?”, afirma Sànchez en la carta, antes de resaltar que el independen­tismo ha hecho “las movilizaci­ones cívicas y pacíficas más multitudin­arias de Europa; ellos tan sólo relatan violencias inventadas”.

Acudieron a la concentrac­ión muchos representa­ntes de JxCat, el PDECat, ERC o la CUP, así como de la órbita de los comunes, como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que celebró la movilizaci­ón “masiva y transversa­l”.

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A la manifestac­ión acudieron 315.000 personas, según la Guardia Urbana
DAVID RAMOS / GETTY El Paral·lel se tiñe de amarillo. A la manifestac­ión acudieron 315.000 personas, según la Guardia Urbana
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En la movilizaci­ón abundaron estelades y carteles para apoyar a los encarcelad­os y los desplazado­s

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