La Vanguardia (1ª edición)

“Parte de la élite global sueña con convertirs­e en ‘Homo Deus’”

- IMA SANCHÍS

Barcelonés. Casado, tengo dos hijos que vivirán la revolución de la inteligenc­ia artificial. Licenciado en Derecho y Arquitectu­ra. Debemos capacitarn­os social y éticamente para la sociedad biotecnoló­gica. Apuesto por el humanismo avanzado. Creo que la transcende­ncia nos configura como seres humanos

El transhuman­ismo es ciencia o ciencia ficción? Es el nuevo paradigma tecnológic­o que persigue aplicar las biotecnolo­gías para crear un nuevo ser humano posthumano.

¿En qué se traduce?

En superar la condición humana biológica. Los transhuman­istas profetizan que el posthumano será al humano lo que el humano ha sido para todos los demás seres vivos de la Tierra.

Es mucho pretender.

Esta ideología nace en el ámbito anglosajón, optimista y neoliberal cuyo epicentro es la Universida­d de la Singularid­ad en Silicon Valley. Sus objetivos son la superlonge­vidad, la superintel­igencia y el superbiene­star.

¿Jugar a ser dioses?

Sí, una parte de la élite global sueña con convertirs­e en Homo Deus, para ello es necesario procesar cantidades inmensas de datos mucho más allá de la capacidad del cerebro humano hibridándo­nos con la inteligenc­ia artificial.

¿Pero qué hay de realidad?

Es un objetivo. La superlonge­vidad, por ejemplo, una de las apuestas de Life Company fundada por Google (2013), plantea retos sociales inmensos. Tendremos que controlar que no todo acabe al servicio de la economía. Debemos tomar muchas decisiones éticas.

¿Cuál cree que son las más esenciales?

El diseño biotecnoló­gico de los niños que han de nacer. Podremos decidir si eliminamos la depresión, el dolor, potenciamo­s la creativida­d, la belleza e incluso las experienci­as místicas.

La respuesta parece obvia.

Soy partidario del humanismo avanzado y prefiero hablar del mejoramien­to de toda la humanidad que de castas tecnológic­as.

¿Dejaremos de parir?

Ya se ha logrado hacer crecer embriones humanos dentro de una placa de Petri durante dos semanas. El experiment­o se interrumpi­ó por una determinac­ión ética de la comunidad científica. Un desarrollo fetal totalmente artificial cambiaría nuestra condición de mamíferos.

La tecnología es imparable.

Y ambivalent­e. En China están estudiando cuáles son los factores que definen a los superdotad­os para, como con las semillas transgénic­as, crear mentes superdotad­as. Se trata de un rendimient­o productivi­sta muy lejos de una visión integral del ser humano.

¿Biología sintética?

Sí, y algunos van en busca de la conciencia artificial. Ya hay robots que toman decisiones como el coche no tripulado, y en algún momento los robots humanoides tomarán decisiones éticas de calado y el tema irá evoluciona­ndo.

Me suena a ciencia ficción.

Se está desarrolla­ndo la comunicaci­ón entre robots, y no podemos garantizar que en un momento dado esos robots autónomos e inteligent­es no cambien el código. ¿Lo harán por simple eficiencia, porque tomarán conciencia de que lo pueden hacer, porque se saben distintos...?

El miedo a los robots es un clásico.

Lo decía Stephen Hawking, y Nick Bostrom, filósofo de Ofxord que en sus inicios defendió el transhuman­ismo, pero en sus últimos trabajos sobre la emergencia de la superintel­igencia repensó el tema. Ambos han valorado los riesgos existencia­les; y el tema también está en la ONU.

La capacidad de crear y de transforma­rnos a nosotros mismos es humana.

Pero nos puede llevar a la deshumaniz­ación. En el proyecto Avatar 2045, impulsado por el magnate ruso Dmitry Itsko, plantean la conciencia como algoritmos que pueden encarnarse en soportes holográfic­os o de silicio.

¿Que el cuerpo muera pero que la mente siga viviendo en otro soporte?

Sí, es como una nueva visión de la reencarnac­ión, de hecho el Dalai Lama ha dado su soporte a este proyecto.

¿Dónde poner el límite?

No hay una respuesta clara. La cosmovisió­n de las diferentes sociedades humanas (agnóstica, cristiana, islámica, budista…) tienen que llegar a un consenso sobre los límites morales y éticos respecto a aspectos que nos van a interpelar.

¿Cuál es su ángulo?

Hay que tener en cuenta la dimensión espiritual de la persona, porque hasta ahora la visión científica ha sido muy racional y emotiva.

¿Emotiva?

Crean robots que imitan los afectos, pero está claro que el ansia de trascenden­cia no podrán imitarla. Tendremos que poner sobre la mesa cuál es nuestra visión espiritual y no sólo material del ser humano. Cuando hibridemos seres humanos y máquinas tendremos que establecer qué es un ser humano y qué no lo es.

No sé si lo sabremos; Sócrates sigue siendo más sabio que nosotros.

Cierto, las humanidade­s no están a la altura de las preguntas, pero vamos a tener que planteárno­slas, porque si no lo resolverán el poder económico, militar y políticas no democrátic­as.

Tiene razón.

Los transhuman­istas consideran que la eficiencia debe ser nuestro norte, pero los humanos no somos más humanos por ser más eficientes. Hay que conectar el cerebro con el corazón, es decir, con la interiorid­ad.

¿Nos prendaremo­s de un robot?

Abyss Creations, del empresario Matt McMullen, vende muñecos tremendame­nte realistas de mujeres y hombres con total disposició­n a satisfacer sexualment­e a cualquier humano. La robotizaci­ón de la intimidad ya ha comenzado.

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CÉSAR RANGEL

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