Venta de chalets por asamblea y otras chapuzas
Albert Rivera deja que cunda la idea de que es el Macron español. Es una flatulencia propagandística que no tiene en cuenta el abismo en la preparación académica y la capacidad de gestión del uno y del otro. Quien desee certificar estas diferencias, que recupere la entrevista de Macron con dos periodistas que se autodestruyeron practicando la arrogancia complaciente o el debate electoral con Marine Le Pen y los compare con la entrevista de ayer a Rivera en Antena 3. También es verdad que la política española (catalana incluida) ha demostrado que no necesita a gente preparada para gobernar. Precisamente por eso, mantiene la jerarquía de la testosterona, del inmovilismo o del postureo, premia la ignorancia y perpetúa la discordia para no asumir la responsabilidad de gobernar como hacen los que gobiernan: tomando decisiones posibles y aplicándolas sin permitir la hemorragia de impunidades criminales o negligentes.
En el ámbito de lo posible, y pese al estruendo ambiental, el president Quim Torra ha sido coherente al visitar a los políticos encarcelados a causa de un abuso de poder que no equipara a quien lo impulsa a ninguna dictadura bananera, pero sí a una democracia enferma que se regodea en sus propios errores. Atrapados por una pinza de retórica patriótica y sermones a granel, muchos ciudadanos esperan que alguien entienda que envenenarnos mutuamente poco a poco no es ninguna solución. Mientras tanto, se inventan chapuzas como España Ciudadana, ese artefacto de laboratorio que, igual que en los peores momentos de la ANC y la promesa de la inquietante Assemblea d’Electes, traslada a periferias de discutible representatividad la autoridad de las instituciones, secuestradas por el sabotaje o la incompetencia.
Y, como siempre, en el fragor de la batalla aún tenemos tiempo para el entretenimiento. Magnificamos la compra del chalet de Montero e Iglesias y nos preguntamos cómo se puede justificar que un asunto de coherencia personal deba ser sometido a votación. Si se acepta esta lógica de promiscuidad entre vicios privados y virtudes públicas, hay que prever que los inscritos de Podemos también votarán el nombre de los gemelos o si pueden llevar pañales de difícil reciclaje. La voracidad de la inmediatez no deja tiempo para pensar y, para evitar linchamientos inducidos, se acaba consolidando la estupidez como único instrumento de interpretación de la realidad. Me consuelo leyendo el lúcido y combativo ensayo La tiranía sin
tiranos, de David Trueba: “La más inteligente de las tiranías es la que pone a unos contra otros para finalmente provocar el reinado tranquilo de quien ha causado ese enfrentamiento”.
En el fragor de la batalla aún nos queda tiempo para el entretenimiento