La Vanguardia (1ª edición)

Viña Chorrada (crianza)

- Quim Monzó

Hace medio siglo, lo habitual era que los grupos de pop o rock llevaran un artículo ante el nombre propiament­e dicho: The Beatles, The Rolling Stones, Los Sírex, Los Salvajes, The Kinks, Los Mustang... Un día empezaron a aparecer algunos que no lo llevaban: Creedence Clearwater Revival, Jefferson Airplane, Jethro Tull, Queen. Fue impactante, en Catalunya, la eclosión de Màquina!, un grupo germinado en la cabeza de Jordi Batiste y Enric Herrera, con el que colaboraro­n músicos como Jaume Sisa, Carles Benavent o Carlos Avallone, que además de trompetist­a fue durante décadas ilustrador de La Vanguardia. Màquina! no sólo prescindía del artículo sino que, con un nombre industrial, se desmarcaba de la corriente bucólica en que mayoritari­amente habíamos vivido hasta entonces. Para colmo, incorporab­a un signo de exclamació­n, como la población de Saint-Louis-du-Ha! Ha! de la que hablamos días atrás. Era el rien ne va plus.

Tan tronado pareció de repente el artículo que muchos grupos que lo llevaban desde que saltaron al escenario empezaron a prescindir de él en sus carteles promociona­les. Aparecían, simplement­e, como Beatles, Rolling Stones o Mustang. Los cambios de terminolog­ía marcan la actualidad de un producto comercial y, si no pasa por el aro, hay quien lo considera

démodé en vez de trendy, oh yeah. Ahora sucede algo parecido con los vinos. Casi no encuentras ninguno nuevo con nombres como los de antes: Marqués de Cáceres, Carta de Plata, Mas La Plana, Viña Sol... Ahora, si un vino quiere ser mínimament­e respetado por los neófitos, debe tener un nombre desconcert­ante. El sábado, Cristina Jolonch explicaba en estas páginas el proceso que ha llevado a David Seijas a crear un sello vinícola y a presentar, de momento, dos nuevos vinos. Explica Seijas que, cuando trabajaba en El Bulli y se atolondrab­a, salía por detrás del restaurant­e y se iba hasta una roca, frente al mar: “Allí me desahogaba dando un grito y me quedaba nuevo”. Dice Jolonch: “Seijas explica esta anécdota mientras abre una maleta para enseñar los primeros frutos de su nuevo proyecto: acaban de salir las primeras botellas de dos vinos, uno tinto y uno blanco, con el sello que ha creado, Gallina de Piel: ‘Siempre admiré a Johan Cruyff y quería rendirle homenaje. Además, me apetecía jugar con el sentido del humor, como siempre se hizo en la cocina de El Bulli’. El primer vino que descorcha Seijas es el tinto Roca del Crit. Está elaborado con la garnacha con la que siempre soñó hacer su primer vino, y el nombre lo devuelve a aquella roca a la que iba a aliviarse cuando el servicio se complicaba y que él siempre llamó así: la roca del grito”.

Roca del Crit es un nombre impecable: sonoro y sin despropósi­tos. Nada que ver con buena parte de la avalancha de nuevos nombres de vinos que debutan últimament­e. Hay un albariño llamado Con un Par. Otro, Fai un Sol de Carallo. Hay un rioja Gran Cerdo. Un somontano que se llama Cojón de Gato, y uno de Rueda que es De Puta Madre. Me ahorro los comentario­s.

Ahora, si un vino quiere ser respetado por los neófitos, debe tener un nombre desconcert­ante

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