La Vanguardia (1ª edición)

Suspensión

- Pilar Rahola

Existe una diferencia sustancial entre intervenir Catalunya con el 155 y usar dicho artículo para arrasar con todo. La misma diferencia sustancial entre tomar una decisión política traumática de manera excepciona­l y convertir la excepciona­lidad en normalidad. Es decir, y a pesar de la brutalidad de la decisión, aún existe una diferencia sustancial entre intervenir la autonomía y suspender directamen­te la democracia en Catalunya.

Y eso es lo que está haciendo el frente del 155, usar la intervenci­ón para tutelar, controlar y anular derechos políticos perfectame­nte regulados. El PP, con el grito huracanado de Ciudadanos en la oreja, y de la manita de un Pedro Pepeluis que ha perdido la brújula, el camino y la decencia, ha decidido traspasar los límites de la ley y no publicar lo que es de obligado cumplimien­to: los nombres de los consellers del nuevo Govern. Más allá del apasionado debate jurídico que han abierto los expertos en la cosa, con la balanza inclinada en la convicción de que la Moncloa no puede negarse, el debate político estalla por los aires. Primero, porque es el president Torra quien nombra a los consellers y no el presidente Rajoy; segundo, porque cada uno de los consellers discutidos tienen intactos todos sus derechos políticos y estos no pueden ser vulnerados por el capricho del Ejecutivo español, ni siquiera aunque les moleste profundame­nte la decisión; tercero, porque los argumentos esgrimidos por el bloque del 155 son pueriles y no responden a los fundamento­s democrátic­os, sino a la gesticulac­ión precoz de la política ídem.

Por supuesto, es evidente que la inclusión de presos y exilio en la configurac­ión del Govern es un gesto de mucho calado, cuya intención es la de poner bajo el foco la situación represiva que sufre Catalunya, y también es evidente que el juez Llarena está al caer y, más pronto que tarde, los inhabilita­rá. Pero ¿y qué? Es decir, que no les guste a socialista­s, peperos y rojigualdo­s sobreexcit­ados no significa que no pueda hacerse, so pena de considerar que la democracia es una goma de mascar que se moldea como se quiere. Si no gusta, se impugna o se discute, pero no se puede impedir. Porque entonces, como se dice más arriba, no se está intervinie­ndo Catalunya, sino que se está suspendien­do la democracia.

Aunque, todo esto, ya veremos. Porque lo cierto es que hay dos fechas en el calendario: jueves, 24, deadline para los presupuest­os de Rajoy con el PNV en el aire, si no levanta el 155; y fin de semana estridente, con la previsible y demoledora sentencia del caso Gürtel, que dejará al PP para el arrastre. En estas condicione­s, no parece imaginable que Rajoy bloquee al Govern sine die, porque no puede permitírse­lo. ¿Será por eso que la carta enviada por la Moncloa pide que no se publique aún el decreto de nombramien­to? Porque algo está claro: hoy por hoy, Rajoy necesita, más que Torra, que haya Govern.

Hay una diferencia sustancial entre intervenir la autonomía y suspender la democracia en Catalunya

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