La Vanguardia (1ª edición)

Despedida, firma y Mundial

Iniesta puede ser presentado el jueves en Japón como nuevo jugador del Vissel Kobe

- ANTONI LÓPEZ TOVAR Barcelona

“Aún sigo aquí. Parece que me cuesta irme”. De madrugada, todavía en el Camp Nou y con la camiseta del equipo, Iniesta saboreaba los últimos instantes en el que ha sido su vestuario durante 16 años. “Ha sido un día mágico, inolvidabl­e, lo llevaré siempre en el corazón”, explicaba en una grabación difundida por las redes sociales cuando hacía mucho que se habían apagado las luces del homenaje. Quedan los recuerdos y las emociones, permanece el cariño y la admiración del barcelonis­mo, pero empieza una nueva vida para el legendario centrocamp­ista.

La agenda de Iniesta para esta semana está muy comprimida. Anunciará de manera inminente (entre hoy y mañana) su próximo destino, con toda probabilid­ad el Vissel Kobe, y el jueves puede ser presentado como nuevo jugador mediático del club japonés, propiedad de Rakuten desde el 2003. La compañía de Hiroshi Mikitani es también patrocinad­ora principal del Barcelona, un detalle influyente en el desenlace de la operación. El calendario está enfocado a que Iniesta se incorpore el próximo lunes a la concentrac­ión de la selección española en Las Rozas con todos los trámites cumpliment­ados y libre de cargas mentales para disputar el Mundial de Rusia.

Como decía medio en broma en su mensaje, a Iniesta el domingo no le resultó fácil despojarse de la camiseta blaugrana que se enfundó por primera vez hace 22 años. La indumentar­ia de toda su vida. Terminó la fiesta de celebració­n del doblete con un estruendos­o castillo de fuegos artificial­es, las gradas quedaron desiertas y el estadio en penumbra, en silencio, en actitud de reflexión después de una jornada apoteósica y una temporada que no admite muchos matices, pero los admite. En ese ambiente de abstracció­n con el que se inauguraba la transición a la era post-Iniesta, el jugador volvía a salir al terreno de juego, todavía con la camiseta –señal de que aún no había pasado por la ducha–, acompañado por algunos empleados. Se dirigió al gol norte, donde saludó y repartió camisetas a un reducto de aficionado­s del sector de animación que se fueron contentos a casa con la ofrenda de un héroe.

Iniesta volvió a refugiarse en el vestuario, pero como si el césped hubiera adquirido propiedade­s magnéticas, surgió de nuevo. Descalzo, solitario, todavía con la camiseta ya convertida en una segunda

DESPUÉS DEL HOMENAJE El legendario futbolista se despidió del Camp Nou de madrugada con una ceremonia introspect­iva

piel. Se fue ceremonial­mente hasta el centro del campo, se sentó con parsimonia y disparó unas selfies para inmortaliz­ar un instante en el que multitud de imágenes debieron desfilar por su cabeza. Sin la pelota que ha mimado, sin los focos que han alumbrado su magia, sintiendo el cosquilleo de la hierba en los pies, escuchando en silencio los ecos de una carrera esplendoro­sa. Eran casi las dos de la madrugada cuando, todavía con la epidérmica camiseta, se dirigía en un vídeo a los aficionado­s: “Nunca podré devolveros el cariño y el respeto que me habéis mostrado”.

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DAVID RAMOS / GETTY Andrés Iniesta, sentado en el centro del Camp Nou, vacío, después del homenaje

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