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Las advertencias del Banco de España sobre los futuros riesgos de la economía, y la detención del popular Eduardo Zaplana por presunto blanqueo de capitales y cohecho.
EL informe anual del Banco de España sobre la economía constituye siempre un valioso instrumento para la reflexión. En esta ocasión el análisis presentado ayer supone un jarro de agua fría sobre el optimismo reinante al advertir sobre los riesgos y los retos que hay por delante. La principal advertencia es que, si no se afrontan las reformas necesarias, el país tiene de cara al futuro un potencial de crecimiento económico muy modesto, con unos niveles que estarán por debajo del 1,5% a medio plazo, una vez culmine la actual fase expansiva, y con un alto grado de vulnerabilidad derivado de su excesivo endeudamiento, de su elevada tasa de paro y de su baja productividad. El momento de reaccionar es ahora, pero la coyuntura política no favorece la adopción de las estrategias necesarias para garantizar un futuro de mayor progreso y bienestar.
El jarro de agua fría del Banco de España se extiende a sus dudas sobre el mantenimiento de la senda de reducción del déficit público estructural y, asimismo, a la imposibilidad de garantizar el sistema público de pensiones sin la rebaja progresiva de las futuras prestaciones. En cualquier caso, y este es otro jarro de agua fría, pronostica la necesidad de incrementar la presión fiscal, con una subida del IVA y de los impuestos especiales. Ello debe hacerse con un doble motivo: para equipararlos a la media europea y para reducir el endeudamiento público, que todavía es demasiado elevado y que supone un grave factor de vulnerabilidad, tanto por la enorme carga de intereses que comporta para los presupuestos públicos como porque detrae grandes volúmenes de crédito que deberían favorecer a la iniciativa privada. La ratio de deuda pública sobre PIB habría de disminuir progresivamente hasta alcanzar el 60%.
Para el Banco de España, en cualquier caso, el principal reto para la sostenibilidad de las finanzas públicas es , sin ninguna duda, el envejecimiento de la población. Si no aumentan los ingresos del sistema de la Seguridad Social, la institución cree que no habrá más remedio que disminuir progresivamente la tasa de sustitución (porcentaje de la pensión con respecto al último salario), cuyo descenso podría alcanzar los veinte puntos porcentuales desde ahora hasta el 2060.
Otros grandes desafíos especialmente acuciantes, que limitan el crecimiento, son la necesidad de reducir el elevado desempleo de jóvenes y mayores, mejorar la cualificación de la mano de obra, aumentar la baja productividad derivada de la dualidad el mercado laboral, orientar la educación hacia la transformación digital y los retos tecnológicos, así como incrementar la insuficiente inversión en investigación e innovación. Encuentra a faltar también el Banco de España reformas que intensifiquen la competencia, ya que la mejora de la competitividad que se ha producido ha sido únicamente por la devaluación salarial sin que haya habido reducción de los márgenes empresariales.
La reforma de la financiación autonómica, responsable del 40% del gasto público, es asimismo crucial para el Banco de España, que ve todavía en la crisis catalana un factor de incertidumbre que puede afectar al crecimiento en función de cómo evolucione.
El informe del Banco de España, por último, alerta del elevado grado de concentración bancaria alcanzado en el país, superior a la media europea, y advierte a las entidades de que hagan mayores esfuerzos para adaptarse a la transformación digital y para reducir su todavía elevada exposición a los riesgos inmobiliarios.
Todo un catálogo, en suma, de los retos pendientes de la economía española y de la urgencia de hacerles frente.