Los funcionarios franceses salen a la calle contra las reformas de Macron
Violencia y detenciones en París al irrumpir los anarquistas en la manifestación
Los planes de Emmanuel Macron siguen hallando una fuerte contestación social en Francia. Los funcionarios y los empleados del sector público –un colectivo que agrupa a unos 5,7 millones de personas– volvieron a protagonizar ayer una nueva jornada de huelga y movilizaciones, la tercera desde la llegada al Elíseo del joven presidente, contra sus planes de reforma.
Hubo más de 130 manifestaciones en todo el país. Los sindicatos dieron esta vez una infrecuente muestra de unidad. Todos se adhirieron a la convocatoria. La noticia negativa es que, en la marcha de París, se produjo una infiltración de militantes anarquistas que atacaron a la policía y destrozaron escaparates y mobiliario urbano. Hubo casi una veintena de detenciones.
Fue muy difícil evaluar la incidencia de las huelgas asociadas a la movilización. Se esperaba, por ejemplo, que el 20% del personal de las escuelas no acudiera a su trabajo. Los paros también afectaron a servicios como correos y la gestión de los aeropuertos.
La reforma del sector público genera controversia por diversas razones. Los críticos de Macron creen que su política responde a una filosofía de erosionar todo aquello que depende del Estado y favorecer a las empresas privadas. Existen planes, en efecto, para suprimir 120.000 empleos públicos durante el mandato del presidente, que expira en mayo del 2022. No gusta tampoco el propósito de vincular en el futuro una parte del salario a los méritos y el rendimiento del trabajador, sobre todo cuando hay mucha irritación por la pérdida de poder adquisitivo en los últimos años. Hay rechazo, asimismo, a la idea de subcontratar cada vez más labores a empresas privadas. En el fondo, se teme que esté en peligro todo un modelo laboral público, una cultura desarrollada durante decenios. La reforma en la empresa nacional de ferrocarriles (SNCF) actúa como punta de lanza del proyecto macronista. De ahí que la actual huelga de trenes actúe, para los sindicatos, como dique de contención.
Las manifestaciones de ayer congregaron a un número discreto de personas, pero ello no impidió que ocuparan un relevante espacio mediático. Desde hace unas semanas, los principales medios de comunicación franceses ofrecen datos unitarios
Los planes de reducir plantillas y desviar labores a empresas privadas originan mucha oposición
sobre el tamaño de las movilizaciones callejeras, basados en el conteo de una empresa especializada que facilita números muy precisos, fruto de métodos casi científicos. Ayer, por ejemplo, se estimaron en 16.400 las personas que marcharon en la capital. Esta estrategia de los medios evita casi por completo la guerra de cifras y disuade a los convocantes de la tentación de hinchar los números.
La nueva expresión de malestar tuvo lugar después del puente de Pentecostés y la víspera de dos nuevos días de huelga del ferrocarril, con el servicio disminuido en todo el país y especial incidencia en la región parisina. El conflicto de los
cheminots, que se prolonga desde hace casi dos meses, afronta días decisivos. Pronto se conocerá el resultado de un referéndum interno sobre la reforma. El viernes habrá una nueva reunión de los líderes sindicales con el primer ministro, Édouard Philippe, para ver si se puede alcanzar un compromiso que ponga fin a la huelga.