Un Gobierno de batalla
El M5E y la Liga forman un Ejecutivo con una vocación netamente populista
La nueva era en Italia comenzó con una campanilla. Ayer se hizo efectivo el traspaso de poderes entre Paolo Gentiloni y su sucesor, el abogado Giuseppe Conte, al que entregó la simbólica campana que marca el inicio y el fin de los consejos de ministros en Italia. Conte ya la ha utilizado. Como marca la tradición, celebró el primer Consejo de Ministros tras su juramento, en que el nuevo premier y sus 18 recién elegidos ministros juraron ser fieles a la República, respetar la Constitución y trabajar solamente en el interés de toda la nación. El primer ministro saliente se despidió de su último día en el Palacio Chigi entre aplausos de los trabajadores.
Así, entre formalismos y vítores, dos partidos populistas y un puñado de técnicos desembarcaron por primera vez en las máximas instituciones italianas. Casi tres meses después de las elecciones, Italia ya tiene un Gobierno, el que más temía Bruselas de todas las combinaciones posibles. Ayer Giuseppe Conte, un completo desconocido hasta hace dos semanas, respiraba aliviado al firmar el acta que lo convertía en primer ministro. Todavía falta que supere la moción de confianza la semana que viene, que será un puro trámite. Su primer gran examen será la cumbre del G-7 de la semana que viene en Canadá.
Además de la UE, ya le han felicitado desde la Casa Blanca y el Kremlin. Putin aseguró que tiene intención de mejorar las relaciones comerciales con Italia después de que en el programa de gobierno han dejado claro que acabarán con las sanciones a Moscú.
A falta de más sorpresas –en Italia nunca se sabe–, el que se ha erigido a sí mismo como el “abogado defensor del pueblo italiano” tendrá muy poco espacio para sus iniciativas personales. Estará flanqueado por Luigi di Maio y Matteo Salvini, que ayer también juraron el cargo de vicepresidentes, además de ministros de Trabajo y Desarrollo Económico, el líder grillino, e Inte-
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rior, el ultraderechista. Ambos están exultantes. Especialmente Salvini, que se ha desatado en las últimas horas. Sus primeros mensajes como ministro fueron para decir que los niños italianos sólo tendrán un padre y una madre, nada de familias homosexuales, y que su primera medida será acabar con los 5.000 millones de euros dedicados a los migrantes en situación irregular. La tercera economía de la Eurozona ya tiene un ministro del Interior de inclinaciones xenófobas.
El resto del equipo es una extraña unión de técnicos y políticos del ala dura del Movimiento 5 Estrellas y la Liga que se aguanta con pinzas. El presidente de la República, Sergio Mattarella, ha conseguido que las tres piezas importantes de la partida no tengan posiciones euroescépticas, pero sí eurocríticas. Son tres técnicos: el primer ministro, Giuseppe Conte; el ministro de Economía, Giovanni Tria, que habla chino y quiere bajar los impuestos; y el de Exteriores, Enzo Moavero, que ya fue ministro con Mario Monti y Enrico Letta. “En Italia ninguna fuerza política quiere salir del euro”, aseguró Tria. Para el resto, un equipo calculadamente repartido, pero con un equilibrio que pende de un hilo. Habrá que ver cuánto aguanta el matrimonio entre los defensores de los subsidios para el sur y los que quieren menos tasas para el norte.
En el nuevo “Gobierno del cambio”, así lo llaman, no han cambiado muchas cosas en cuanto a la igualdad en los ministerios. Sólo hay cinco mujeres de los dieciocho ministros que juraron. Entre ellas se encuentra la médico Giulia Grillo –que no es pariente de Beppe Grillo–, nueva ministra de Sanidad, que ha sido la mayor opositora a la saliente, Beatrice Lorenzin, en su ley para la obligatoriedad de las vacunas. Giulia Grillo, una fiel a Di Maio, no ha llegado a abrazar las tesis de los grillini de que las vacunas favorecen el autismo, pero sí considera que vacunar a los niños debe ser una elección exclusivamente de los padres. También polémico es Lorenzo Fontana, de la Liga, el ministro más derechista de todo el equipo, que ha terminado en la car-