Pantalla catalana
No es menor decir adiós a los Zoido, Dastis, Català, Sorayas y, por supuesto, al ínclito virrey Millo
El mordaz periodista Christopher Morley dejó escrito que la política no se debatía entre una opción buena y otra mala, sino entre dos males. Por supuesto, era una hipérbole, pero, si alguna vez fue cierto –al menos desde la perspectiva catalana–, es hoy. Lo dijo Tardà con certero dardo: “No votamos un sí a Sánchez, votamos un no a Rajoy”, y todo el soberanismo ha actuado con convicción. Sánchez es corresponsable entusiasta de la represión sufrida, pero la realpolitik ha obligado a las fuerzas independentistas a priorizar la salida de Rajoy. Por encima de las profundas heridas infringidas, y las diferencias abismales, y con la seguridad de que la relación con Sánchez será más tormentosa que plácida.
Sin embargo, y como plantean voces discordantes de las filas independentistas, ¿era pertinente, efectivo? Porque más allá de alguna ingenuidad beatífica, nadie cree que Sánchez se convierta a la fe del referéndum, ni facilite los caminos de la república. Es cierto que, a pesar de todo, el PSOE no es el PP, pero también lo es que, en cuestiones de independencia catalana, los socialistas practican el “antes azul, que rota”. Será muy difícil olvidar el daño infringido y el dolor causado a Catalunya por el bloque del 155, del que Pedro Sánchez es coautor. En este sentido, es lógico que haya independentistas que no entiendan el sí y pidan explicaciones en redes y micrófonos.
Pero más allá de estas evidencias que no son menores, el apoyo a la moción era la jugada más inteligente del soberanismo. Primero, porque era necesario darle una patada al tablero, aunque fuera para mover las piezas. Como bien sabía Eurípides, toda catarsis es una liberación, y cuando ello se produce en política, desatasca tuberías. Que después se vuelvan a complicar las cosas no significa que no fuera necesario deshacer el nudo gordiano en el que nos ahogábamos con el PP. Además, no es menor decir adiós a los Zoido, Méndez de Vigo, Dastis, Catalá, Sorayas y, por supuesto, al ínclito virrey Millo. Puente de plata y a esperar a los nuevos inquilinos. El segundo motivo responde a la lógica de alianzas. El PP, con Ciudadanos de la mano, ha abusado seriamente del Estado de derecho, y la represión ha sido brutal. Ahora Sánchez deberá gobernar con minorías y equilibrios complejos, y no lo tendrá tan fácil para violentar nuestros derechos. Se abren brechas para que exista un territorio mínimo en el que hablarnos. Y finalmente, se le complican las cosas al neofalangismo de Rivera, que tendrá a un PP en la oposición, dedicado al completo a obturar la sangría de Ciudadanos. Los dos son más de lo mismo, pero felizmente estarán más peleados.
Por acabar, echar de la presidencia a Eme Punto Rajoy era un acto de madurez política y era importante que el soberanismo no estuviera fuera del envite. A partir de ahora, como dice el poeta, todo está por hacer. Esperemos que todo sea posible.