PP, quién te ha visto y quién te ve
El proceso de primarias ha evidenciado que el PP no es el gran partido alfa que nos habían vendido. Rajoy cayó por una operación ajena a él, pero la deriva negativa en la que está entrando ahora el PP sí que es responsabilidad de sus líderes
Hay que restregarse bien los ojos para contemplar estos días las imágenes de los diferentes líderes del PP enfrascados en una lucha cainita por toda España para tratar de ocupar el trono dejado por Mariano Rajoy. Es asombroso que en tan poco lapso de tiempo, los mismos protagonistas que tenían el control de todos los resortes del Estado aparezcan ahora en los rincones más inesperados rodeados por supuestos simpatizantes y mostrando en algunos casos una actitud que despierta vergüenza ajena. ¿Qué les ha pasado? El triunfo de la moción de censura de Pedro Sánchez ha sido algo más que un rutinario cambio de gobierno. La caída de Rajoy ha permitido descubrir que detrás de la figura emblemática del líder no había aquel partido monolítico y grande que nos habían vendido en los últimos años. La propaganda logró convencernos a todos que el PP no era un producto de laboratorio electoral como sí decían que era Ciudadanos, ni tampoco un pollo sin cabeza como presagiaban que era el PSOE con sus luchas internas. Primero bajo Aznar y después bajo Rajoy, el PP trasladó la imagen de ser el gran partido nacional de España y ahora toda esta iconografía se ha venido abajo como un gran castillo de naipes. Cómo se puede explicar que en un momento tan importante para la historia de su partido sólo se hayan apuntado el 7,6% de sus militantes para elegir a su candidato este próximo jueves. La única explicación es que la cifra de 869.535 afiliados estaba más que hinchada y que el PP sufre como la mayoría de partidos el desapego de la sociedad. Esto ya es más normal.
En esta deriva, que aún no ha tocado fondo, han influido mucho las decisiones que ha ido tomando el gran protagonista del partido estos últimos años. En primer lugar, Rajoy no quiso dimitir ante el inminente éxito de la moción de censura y así facilitó la victoria de Sánchez. Después, a diferencia de Aznar que lo eligió a él, no quiso designar a dedo a su sucesor. Seguramente si hubiera escogido a Alberto Núñez Feijóo, este hubiera desembarcado en Madrid, el partido habría cerrado filas en torno a él y seguiríamos creyendo que el PP es el gran partido alfa de España. No hay que culpar a Rajoy por ello. Al contrario, hay que poner en valor su actitud y que haya renunciado a buena parte de su salario y de sus prebendas para volver allí de donde procedió: registrador de la propiedad de Santa Pola. No estamos muy acostumbrados a ello en política donde los expresidentes se convierten en jarrones chinos, ya saben, piezas valiosas pero que no se sabe nunca dónde se pueden poner. Pero el gesto de Rajoy, sin embargo, ha sido malo para su partido. El PP nunca había hecho primarias y se está demostrando que no tiene mucha experiencia en ello. Así vemos como todo un exministro como José Manuel García-Margallo afirme que se presenta básicamente para evitar que gane Soraya Saénz de Santamaría con la que mantiene un enfrentamiento que raya en la obsesión. O esa guerra larvada entre la exvicepresidenta y María Dolores de Cospedal que Rajoy nunca quiso cortar y que hoy ha salido a la superficie en toda su intensidad. El próximo jueves se produce la votación de la primera vuelta y de allí se tendrán que escoger también los compromisarios que votarán el 21 de julio en el marco del XIX congreso del partido el nombre del presidente definitivo. Por tanto hay tiempo más que suficiente para que la confrontación entre los candidatos suba de intensidad. Y también la guerra sucia. Así siempre quedarán en el aire las dudas sobre los motivos reales de si la decisión de Núñez Feijóo fue únicamente por razones personales o sobre quién está detrás de los dossiers que corren sobre los estudios de Pablo Casado, ahora que aparece con fuerza como posible ganador.
Debe ser muy duro para el núcleo duro del PP ver a Sánchez pasearse por Europa y departir con Angela Merkel y Emmanuel Macron cuando hace unas semanas ellos estaban gobernando convencidos de poder acabar la legislatura y veían al líder socialista más muerto que vivo. Enterrar al PP también sería un error pero buena parte de su futuro se verá condicionado por cómo cierra este proceso de primarias y cómo se elige al futuro líder. El PP ha sufrido una derrota inesperada por culpa de otros en la moción de Sánchez pero ahora puede sufrir una debacle aún más grande según cómo cierra este proceso. Y esta vez la culpa será sólo suya.