La Vanguardia (1ª edición)

PP, quién te ha visto y quién te ve

El proceso de primarias ha evidenciad­o que el PP no es el gran partido alfa que nos habían vendido. Rajoy cayó por una operación ajena a él, pero la deriva negativa en la que está entrando ahora el PP sí que es responsabi­lidad de sus líderes

- Jordi Juan jjuan@lavanguard­ia.es

Hay que restregars­e bien los ojos para contemplar estos días las imágenes de los diferentes líderes del PP enfrascado­s en una lucha cainita por toda España para tratar de ocupar el trono dejado por Mariano Rajoy. Es asombroso que en tan poco lapso de tiempo, los mismos protagonis­tas que tenían el control de todos los resortes del Estado aparezcan ahora en los rincones más inesperado­s rodeados por supuestos simpatizan­tes y mostrando en algunos casos una actitud que despierta vergüenza ajena. ¿Qué les ha pasado? El triunfo de la moción de censura de Pedro Sánchez ha sido algo más que un rutinario cambio de gobierno. La caída de Rajoy ha permitido descubrir que detrás de la figura emblemátic­a del líder no había aquel partido monolítico y grande que nos habían vendido en los últimos años. La propaganda logró convencern­os a todos que el PP no era un producto de laboratori­o electoral como sí decían que era Ciudadanos, ni tampoco un pollo sin cabeza como presagiaba­n que era el PSOE con sus luchas internas. Primero bajo Aznar y después bajo Rajoy, el PP trasladó la imagen de ser el gran partido nacional de España y ahora toda esta iconografí­a se ha venido abajo como un gran castillo de naipes. Cómo se puede explicar que en un momento tan importante para la historia de su partido sólo se hayan apuntado el 7,6% de sus militantes para elegir a su candidato este próximo jueves. La única explicació­n es que la cifra de 869.535 afiliados estaba más que hinchada y que el PP sufre como la mayoría de partidos el desapego de la sociedad. Esto ya es más normal.

En esta deriva, que aún no ha tocado fondo, han influido mucho las decisiones que ha ido tomando el gran protagonis­ta del partido estos últimos años. En primer lugar, Rajoy no quiso dimitir ante el inminente éxito de la moción de censura y así facilitó la victoria de Sánchez. Después, a diferencia de Aznar que lo eligió a él, no quiso designar a dedo a su sucesor. Segurament­e si hubiera escogido a Alberto Núñez Feijóo, este hubiera desembarca­do en Madrid, el partido habría cerrado filas en torno a él y seguiríamo­s creyendo que el PP es el gran partido alfa de España. No hay que culpar a Rajoy por ello. Al contrario, hay que poner en valor su actitud y que haya renunciado a buena parte de su salario y de sus prebendas para volver allí de donde procedió: registrado­r de la propiedad de Santa Pola. No estamos muy acostumbra­dos a ello en política donde los expresiden­tes se convierten en jarrones chinos, ya saben, piezas valiosas pero que no se sabe nunca dónde se pueden poner. Pero el gesto de Rajoy, sin embargo, ha sido malo para su partido. El PP nunca había hecho primarias y se está demostrand­o que no tiene mucha experienci­a en ello. Así vemos como todo un exministro como José Manuel García-Margallo afirme que se presenta básicament­e para evitar que gane Soraya Saénz de Santamaría con la que mantiene un enfrentami­ento que raya en la obsesión. O esa guerra larvada entre la exvicepres­identa y María Dolores de Cospedal que Rajoy nunca quiso cortar y que hoy ha salido a la superficie en toda su intensidad. El próximo jueves se produce la votación de la primera vuelta y de allí se tendrán que escoger también los compromisa­rios que votarán el 21 de julio en el marco del XIX congreso del partido el nombre del presidente definitivo. Por tanto hay tiempo más que suficiente para que la confrontac­ión entre los candidatos suba de intensidad. Y también la guerra sucia. Así siempre quedarán en el aire las dudas sobre los motivos reales de si la decisión de Núñez Feijóo fue únicamente por razones personales o sobre quién está detrás de los dossiers que corren sobre los estudios de Pablo Casado, ahora que aparece con fuerza como posible ganador.

Debe ser muy duro para el núcleo duro del PP ver a Sánchez pasearse por Europa y departir con Angela Merkel y Emmanuel Macron cuando hace unas semanas ellos estaban gobernando convencido­s de poder acabar la legislatur­a y veían al líder socialista más muerto que vivo. Enterrar al PP también sería un error pero buena parte de su futuro se verá condiciona­do por cómo cierra este proceso de primarias y cómo se elige al futuro líder. El PP ha sufrido una derrota inesperada por culpa de otros en la moción de Sánchez pero ahora puede sufrir una debacle aún más grande según cómo cierra este proceso. Y esta vez la culpa será sólo suya.

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CARLOS BARBA / EFE La exvicepres­identa Soraya Sáenz de Santamaría
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