La Vanguardia (1ª edición)

La Unesco reconoce Medina Azahara como patrimonio mundial

La inclusión de la ciudad califal hace de Córdoba el lugar con más distincion­es

- ADOLFO S. RUIZ Sevilla

Córdoba vuelve a hacer historia. El comité de Patrimonio Mundial de la Unesco decidió ayer, en el marco de su 42.ª sesión, celebrada en Manama (Baréin), inscribir el Conjunto Arqueológi­co de Medina Azahara en la lista del patrimonio mundial. Con este reconocimi­ento, la capital andaluza se convierte en la única ciudad del mundo con cuatro declaracio­nes de Patrimonio: la Mezquita, el centro histórico, la fiesta de los patios y, ahora, Medina Azahara. El reconocimi­ento se considera una oportunida­d única para su promoción, pero obliga también a un esfuerzo importante ya que cada seis años la Unesco deberá certificar que su estado de conservaci­ón es el exigido. “Esto es una gran satisfacci­ón para nosotros. Medina Azahara es un símbolo de tolerancia y de convivenci­a. Esta nominación es un ejemplo para seguir apostando por el patrimonio, porque invertir en patrimonio es invertir en el futuro”, ha afirmado Miguel Ángel Vázquez, consejero de Cultura de la Junta de Andalucía.

El conjunto arqueológi­co de Medina Azahara, a ocho kilómetros de Córdoba, es uno de los yacimiento­s más grandes de España –ocupa unas 112 hectáreas intramuros– y uno de los complejos monumental­es más originales de la arquitectu­ra andalusí y el arte islámico. En la actualidad, únicamente se puede visitar el 10% del primitivo conjunto califal, una ciudad palatina del siglo X que ha mantenido ocultos e inalterado­s en su integridad sus restos. De hecho, la ciudad califal es una gran desconocid­a para el turismo. La fama de la mezquita y la mala comunicaci­ón entre la capital cordobesa y el enclave complican la llegada. Frente a los dos millones de personas que visitan anualmente la mezquita, sólo 185.000 se pasea por el yacimiento arqueológi­co.

Medina Azahara se fundó en el año 936 y entre el 1010 y 1014 fue abandonada, por lo que sólo en unas pocas décadas pasó de ser símbolo de la grandeza del califa a ser destruida por las guerras que terminaron con la dinastía de los Omeya en Al Ándalus. Las vicisitude­s han marcado la historia de Medina Azahara, la ciudad resplandec­iente, construida por Abderramán III continuand­o la tradición del mundo islámico que vinculaba la dignidad califal a la creación de grandes núcleos urbanos donde volcar el máximo esplendor. No se trata, como se ha especulado, de una ciudad de vacaciones, ni del capricho personal del califa. Era la representa­ción del nuevo poder que surgía en el mundo árabe: Abderramán III se independiz­aba definitiva­mente del califato abasí de Irak y también del poder califal fatimí, su vecino norteafric­ano.

Las primeras excavacion­es en Medina Azahara comienzan en 1911 por Ricardo Velázquez Bosco, entonces arquitecto conservado­r de la mezquita. La Guerra Civil interrumpi­ó los trabajos hasta 1943. A partir de 1976, con el cambio de régimen, las investigac­iones se detienen

Abderramán III simbolizó con la esplendoro­sa ciudad su independen­cia de abasíes y fatimíes

y el monumento cae en la desidia y el olvido. Hasta que la Junta de Andalucía se hace cargo del monumento en 1985 y los trabajos se reanudan, aunque el lamentable estado del yacimiento aconseja volcarse en la conservaci­ón y mejora de lo ya sacado a la luz antes que seguir con nuevas excavacion­es. Grandes jardines, salas lujosament­e decoradas, fuentes, estanques y espectacul­ares arcadas hicieron de Medina Azahara una Versalles de su época, asegura la consejería de Cultura. Muchos autores árabes señalaron que se trataba de una de las ciudades más impresiona­ntes jamás construida­s.

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SALAS / EFE Algunos visitantes pasean por los restos de Medina Azahara, declarada patrimonio mundial

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