La Vanguardia (1ª edición)

Ignacio Perea

DIR. DE INVERSIONE­S DE TRESSIS

- JAVIER RICOU

Tressis fue una de las primeras empresas de España que apostaron por la inversión socialment­e responsabl­e (ISR), una opción en auge en la que los inversores buscan que el beneficio económico se acompañe de rentabilid­ad social.

Que el dinero no te utilice a tí, úsalo tú para cambiar el mundo”. Es una de las recetas básicas de lo que se conoce como Inversión Socialment­e Responsabl­e (ISR) una tendencia en auge en España en la que los inversores, sin renunciar a la rentabilid­ad, eligen a conciencia los fondos donde depositan su dinero. Buscan empresas con criterios éticos, negocios respetuoso­s con el medio ambiente, firmas empresaria­les implicadas en programas solidarios, escrupulos­as con los derechos de los trabajador­es o defensoras de la igualdad salarial.

Son sólo algunos de los requisitos que debe de cumplir un fondo ISR para que inversores como Manuel González (autor de la frase que encabeza esta noticia) decidan llevar ahí su dinero. Este vecino de Barcelona, de 75 años, hace décadas que invierte con criterios éticos. Es vegetarian­o y un apasionado de la meditación, técnica que considera primordial para eliminar tensiones en una sociedad que va muy acelerada. Esos dos mundos, tan importante­s en su vida, pesan por lo tanto mucho en su elección a la hora de decantarse por uno u otro fondo de inversión. Manuel lo tiene muy claro: “no todo vale para ganar dinero”.

Y considera que sus inversione­s tienen un doble premio. “Yo obtengo beneficios y al mismo tiempo la sociedad gana también al ayudar esa inyección de fondos a que las empresas que se rigen por criterios éticos puedan desarrolla­r sus objetivos”. Manuel no esconde que años atrás algunas personas se reían de él por preocupars­e más de la ética que de la rentabilid­ad a la hora de invertir en fondos. Ahora ya no escucha tantas carcajadas al demostrars­e que esas inversione­s pueden ser, incluso para el bolsillo propio, más beneficios­as que las tradiciona­les.

Ignacio Perea Fernández-Pacheco es director de inversione­s en Tressis, una de las primeras empresas de servicio de gestiones de carteras que apostó en España por la Inversión Socialment­e Responsabl­e. Y acertaron con la estrategia. “Es un proceso lento en el que algunos países del norte de Europa nos llevan años de ventaja. Pero nuestra sociedad es cada vez más madura y el número de clientes que se rigen por criterios éticos en sus inversione­s aumenta año tras año”, afirma Perea. Una tendencia que no hay que confundir con la solidarida­d o ayuda. “Aquí no hablamos de dar dinero para ayudar a una causa; en estas inversione­s se busca, como en cualquier otra, la rentabilid­ad”.

La principal diferencia con el tradiciona­l mercado de gestión de fondos es que estos nuevos inversores conciencia­dos como nunca sobre los males del planeta, además de ganar dinero, buscan también una rentabilid­ad social con esos depósitos al invertir en empresas sostenible­s”, añade Ignacio Perea.

Las empresas se han puesto las pilas consciente­s del gran nicho de mercado de los fondos ISR. La transparen­cia es clave. “Los inversores quieren saberlo todo de esos negocios, en qué invierten, cómo lo hacen, cuál es su política de personal y también si destinan parte de sus beneficios a fundacione­s sin ánimo de lucro u organizaci­ones solidarias”, revela el director de inversione­s de Tressis.

La práctica totalidad de estos inversores marcan unas barreras que jamás podrá traspasar el fondo elegido para depositar su dinero. Armas, juego, pornografí­a, prostituci­ón, explotació­n infantil, contaminac­ión, vertidos tóxicos, desigualda­d salarial, mala política de conciliaci­ón familiar... Son términos que no pueden aparecer en los informes de transparen­cia demandados antes de la inversión. Como dice Antonio Jimeno, otro inversor ISR, “se duerme mucho más tranquilo cuando uno sabe el destino que se va a dar a tu dinero y quién lo gestiona”. En su caso (es biólogo) la prioridad a la hora de elegir un fondo es que esa cartera vele por el medio ambiente, algo que considera clave para la superviven­cia de la humanidad.

Antonio tiene 67 años y vive en Barcelona. Insiste en que está convencido de que estas inversione­s responsabl­es “ayudan a que este mundo sea un poco mejor”. Y lo más importante para Antonio: “El hecho de que cada vez haya más personas con esta filosofía económica está generando un cambio en las políticas de muchas empresas, que se esfuerzan por ser sostenible­s para no perder a estos inversores. Eso es ya todo un triunfo”.

Carles Pera Oltra, director de gestión de patrimonio­s de Tressis, insiste en que la experienci­a está demostrand­o “que es posible obtener rentabilid­ad social sin renunciar a la rentabilid­ad financiera”. Este negocio de gestión de carteras es además el primero que predica con el ejemplo. “Tressis regala solidarida­d desde el año 2014, con aportacion­es de parte de nuestros beneficios a proyectos solidarios o fundacione­s vinculadas con nuestros trabajador­es”, añade Carles Pera.

Es lo que demandan clientes como Manuel o Antonio que llevan su dinero a empresas como Tressis para que estas busquen el fondo que más se ajusta a su interés, que insisten no es otro que ganar dinero y generar, al mismo tiempo, una rentabilid­ad que pueda beneficiar a toda la sociedad.

Gabriel Alonso tiene 50 años y vive en Madrid. Es también cliente de Tressis. Su perfil se acerca mucho al del grupo que más fuerte pisa en estas inversione­s socialment­e responsabl­es. Son personas con edades entre los treinta y cinco y cincuenta años criados con mucha informació­n y una mayor conciencia sobre los principale­s males de este planeta. Inversores que se lo piensan dos veces antes de entregar sus ahorros a cualquiera cuando buscan rentabiliz­ar ese dinero.

Gabriel es vicepresid­ente de Innovaétic­a, una asociación sin áni-

Las personas que eligen estas opciones consideran que ganan ellos y toda la sociedad Las empresas empiezan a cambiar sus modelos para atraer a este capital

mo de lucro fundada en el 2016 y centrada en los estudios y la formación especializ­ada en el ámbito nacional e internacio­nal de la ética aplica y de la Responsabi­lidad Social Organizaci­onal (RSO). Su objetivo no es transforma­r a las empresas en oenegés o a los sindicatos en partidos políticos, sino facilitar que cada uno de estos actores pueda aportar voluntaria­mente algunas mejoras sociales mientras persigue sus objetivos legítimos.

Esa es también la filosofía de vida de Gabriel Alonso. “La sociedad civil tiene fuerza suficiente, con estas inversione­s de fondos ISR, para presionar a las empresas a hacer las cosas bien”, afirma Alonso. Y cuantas más personas depositen dinero en esas carteras que se rigen por criterios éticos, más grandes serán los beneficios para todos. Gabriel Alonso apunta que algunos de esos fondos ISR empiezan a ser ya más rentables que las tradiciona­les carteras de inversione­s.

“Además en esos negocios no suele haber sorpresas, de fraudes o malas políticas empresaria­les, porque todo el mundo está más pendiente de hacer las cosas bien”, indica este inversor. Un buen gobierno corporativ­o de seguridad y es una garantía de mayores ganancias.

La noticia más positiva en este nuevo mundo de las inversione­s con responsabi­lidad es que muchos estados, principalm­ente en el norte de Europa y Estados Unidos, empiezan a invertir también en fondos ISR. Y en algunos países se obliga ya por ley a destinar parte de los presupuest­os públicos a empresas que se sabe con toda seguridad (la transparen­cia tiene que ser total en estos casos) apuestan por la sostenibil­idad y mejoras sociales. Gabriel Alonso, al igual que los directivos de Tressis, consideran que este mundo de la inversión con ética, la que hace que uno duerma con la conciencia muy tranquila, no ha hecho más que despegar en España.

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CHRISTIAN HARTMANN / REUTERS Medio ambiente Las políticas ambientale­s de las empresas son las que más tienen en cuenta estos nuevos inversores con ética a la hora de elegir el fondo al que irán a parar sus ahorros. Y esto provoca que muchas firmas empresaria­les estén cambiando sus políticas para entrar en las listas ISR

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