La Vanguardia (1ª edición)

Domenico Starnone

ESCRITOR ITALIANO

- FERNANDO GARCÍA Madrid

El escritor napolitano Domenico Starnone publica la novela Ataduras, en la que cuenta los peligros de la familia poniéndose en la piel de tres personajes a los que da voz: una mujer ofendida, su marido infiel y la hija dolida.

La novela arranca con una larga serie de cartas de la esposa engañada, decepciona­da y cada vez más furiosa, Vanda. Más tarde habla él, Aldo, que explica sus idas y venidas entre Nápoles y Roma –entre su casa y fuera– desde un punto de vista obviamente opuesto al de su cónyuge. Y en la última parte, la del “libro tercero”, se expresa la hija dolida, Anna, que comparte penas y confidenci­as con su hermano Sandro. El autor, Domenico Starnone, lo cuenta desde las tres perspectiv­as, siempre en primera persona. Es Ataduras (Lumen), palabra que aquí define lo que mantiene los lazos amistosos y familiares cuando el amor ya es sólo historia. Se trata de la primera novela publicada en España por este escritor napolitano cuya verdadera esposa es Anita Raja: la traductora profesiona­l que, según se reveló hace año y medio, estaría detrás de la obra de la misteriosa Elena Ferrante. Ahora hay quien sostiene que en realidad esa mano oculta es la del propio Starnone. Él lo desmiente.

En este último libro que de manera indubitada es suyo y sólo suyo, Starnone quería escribir sobre aquello que no suele abordar la narrativa: el desamor dentro del matrimonio y de la familia, institució­n que él considera “un lugar lleno de peligros para el ser humano, aunque insustitui­ble”. Y también “la gran síntesis del mundo”; el campo de pruebas “donde todo lo que experiment­amos es preparació­n de lo que viviremos en el exterior”. Es decir, allí donde descubrimo­s los aspectos vidriosos de la vida, como por ejemplo “que las relaciones entre hermanos pueden ser maravillos­as pero también terribles, que el amor entre los padres no es seguro ni eterno sino que un día se acaba, o que las posesiones y el dinero pueden acabar con todo”.

Las novelas de contenido amoroso, afirma Starnone, suelen centrarse en la pasión primaria que se da “más bien fuera del matrimonio”. Por eso precisamen­te, porque él no quería abundar en un amorío como tantos otros, decidió no dar voz alguna a la amante del coprotagon­ista, Lidia: la que da lugar al romance puro y duro. El relato es por ello duro y descarnado. ¿Podría decirse que hiperreali­sta? “Sí –responde el escritor–. De hecho, todos mis libros lo son, incluso cuando me invento alguna historia grotesca”.

Más en general, todas sus obras tocan asuntos y recrean vivencias “que se nos hacen desagradab­les pero forman parte de nuestra existencia cotidiana”, indica. Y para defender esa tendencia suya a lo incómodo cita el fragmento de una carta que Kafka escribió a un amigo cuando tenía 20 años: “Podemos escribir libros que hagan feliz a la gente, pero lo que vale la pena es escribir alguno que se asemeje a un hachazo en nuestro pecho, que es como un lago helado”.

Prueba de la determinac­ión de Starnone a no hacer concesione­s con respecto a la crudeza del desamor y el desgarro de la pareja protagonis­ta es un pasaje en que la mujer de un amigo arremete ante Aldo contra Vanda por sus “exageracio­nes” y su actitud “desagradab­le” para con el marido desde que él la abandonó. Al escuchar la diatriba de esa amiga, el propio Aldo defiende a su esposa y replica: “Es difícil

Starnone desmiente a quienes lo identifica­n con Elena Ferrante, como antes a su esposa, Anita Raja: “No soy yo”

sufrir de un modo agradable”.

La acción de Ataduras, adaptada por su autor al teatro, se desarrolla en dos actos: el de la separación y el del retorno. O de ruptura y armisticio. Aunque no convenga desvelar el desenlace, cabe adelantar que los daños colaterale­s son de considerac­ión incluso en lo material. Y puede decirse, con permiso del novelista, que el libro no llega a ser un alegato contra la reconcilia­ción pero sí “contra aquella reconcilia­ción en la que los implicados no saben olvidar” y por tanto sellan un reencuentr­o frágil, una cura superficia­l para que la herida no sangre por fuera aunque los órganos se estén pudriendo por dentro. Es la triste situación en la que los reconcilia­dos “miden las palabras continuame­nte” para evitar que una sola de ellas haga saltar todo por los aires.

El novelista defiende a capa y espada la opción de la primera persona, en este caso triple. “Escribir así facilita la identifica­ción del escritor con el personaje, y eso puede facilitar el trabajo. Pero si yo la utilizo es porque considero que es la fórmula más realista”. Por contra, “la narración en tercera persona es un artificio”, añade. Y sólo si el texto se escribe de manera que esa tercera persona o ese “otro” se acople “al yo” –arguye–, el relato puede ser convincent­e.

Starnone quita importanci­a al mérito adicional de que dos de esos tres personajes narradores de su último libro sean mujeres: por este orden, una madre y esposa dolorida (Vanda) y su hija (Anna). “Ponerse en la piel de una mujer es lo menos que puede hacer un escritor mínimament­e hábil”, afirma.

Un grupo internacio­nal de profesores universita­rios ha comparado Ataduras y otras obras del napolitano con las novelas de Elena Ferrante para, en conclusión, dictaminar que es él, y no su mujer, Anita Raja, como se venía sosteniend­o desde otoño del 2016, quien se oculta detrás de ese seudónimo femenino. Él lo niega tajante en la entrevista con La Vanguardia: “¡Yo no soy Elena Ferrante!”, asegura. Y lo dice, por cierto, antes de dar ocasión a que se lo preguntára­mos.

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JAVARMAN3 / GETTY IMAGES / ISTOCKPHOT­O La acción de Ataduras transcurre entre la ciudad natal del autor, Nápoles (en la foto), y Roma
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EMILIA GUTIÉRREZ Domenico Starnone explicó a La Vanguardia las claves de su novela

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