Domenico Starnone
ESCRITOR ITALIANO
El escritor napolitano Domenico Starnone publica la novela Ataduras, en la que cuenta los peligros de la familia poniéndose en la piel de tres personajes a los que da voz: una mujer ofendida, su marido infiel y la hija dolida.
La novela arranca con una larga serie de cartas de la esposa engañada, decepcionada y cada vez más furiosa, Vanda. Más tarde habla él, Aldo, que explica sus idas y venidas entre Nápoles y Roma –entre su casa y fuera– desde un punto de vista obviamente opuesto al de su cónyuge. Y en la última parte, la del “libro tercero”, se expresa la hija dolida, Anna, que comparte penas y confidencias con su hermano Sandro. El autor, Domenico Starnone, lo cuenta desde las tres perspectivas, siempre en primera persona. Es Ataduras (Lumen), palabra que aquí define lo que mantiene los lazos amistosos y familiares cuando el amor ya es sólo historia. Se trata de la primera novela publicada en España por este escritor napolitano cuya verdadera esposa es Anita Raja: la traductora profesional que, según se reveló hace año y medio, estaría detrás de la obra de la misteriosa Elena Ferrante. Ahora hay quien sostiene que en realidad esa mano oculta es la del propio Starnone. Él lo desmiente.
En este último libro que de manera indubitada es suyo y sólo suyo, Starnone quería escribir sobre aquello que no suele abordar la narrativa: el desamor dentro del matrimonio y de la familia, institución que él considera “un lugar lleno de peligros para el ser humano, aunque insustituible”. Y también “la gran síntesis del mundo”; el campo de pruebas “donde todo lo que experimentamos es preparación de lo que viviremos en el exterior”. Es decir, allí donde descubrimos los aspectos vidriosos de la vida, como por ejemplo “que las relaciones entre hermanos pueden ser maravillosas pero también terribles, que el amor entre los padres no es seguro ni eterno sino que un día se acaba, o que las posesiones y el dinero pueden acabar con todo”.
Las novelas de contenido amoroso, afirma Starnone, suelen centrarse en la pasión primaria que se da “más bien fuera del matrimonio”. Por eso precisamente, porque él no quería abundar en un amorío como tantos otros, decidió no dar voz alguna a la amante del coprotagonista, Lidia: la que da lugar al romance puro y duro. El relato es por ello duro y descarnado. ¿Podría decirse que hiperrealista? “Sí –responde el escritor–. De hecho, todos mis libros lo son, incluso cuando me invento alguna historia grotesca”.
Más en general, todas sus obras tocan asuntos y recrean vivencias “que se nos hacen desagradables pero forman parte de nuestra existencia cotidiana”, indica. Y para defender esa tendencia suya a lo incómodo cita el fragmento de una carta que Kafka escribió a un amigo cuando tenía 20 años: “Podemos escribir libros que hagan feliz a la gente, pero lo que vale la pena es escribir alguno que se asemeje a un hachazo en nuestro pecho, que es como un lago helado”.
Prueba de la determinación de Starnone a no hacer concesiones con respecto a la crudeza del desamor y el desgarro de la pareja protagonista es un pasaje en que la mujer de un amigo arremete ante Aldo contra Vanda por sus “exageraciones” y su actitud “desagradable” para con el marido desde que él la abandonó. Al escuchar la diatriba de esa amiga, el propio Aldo defiende a su esposa y replica: “Es difícil
Starnone desmiente a quienes lo identifican con Elena Ferrante, como antes a su esposa, Anita Raja: “No soy yo”
sufrir de un modo agradable”.
La acción de Ataduras, adaptada por su autor al teatro, se desarrolla en dos actos: el de la separación y el del retorno. O de ruptura y armisticio. Aunque no convenga desvelar el desenlace, cabe adelantar que los daños colaterales son de consideración incluso en lo material. Y puede decirse, con permiso del novelista, que el libro no llega a ser un alegato contra la reconciliación pero sí “contra aquella reconciliación en la que los implicados no saben olvidar” y por tanto sellan un reencuentro frágil, una cura superficial para que la herida no sangre por fuera aunque los órganos se estén pudriendo por dentro. Es la triste situación en la que los reconciliados “miden las palabras continuamente” para evitar que una sola de ellas haga saltar todo por los aires.
El novelista defiende a capa y espada la opción de la primera persona, en este caso triple. “Escribir así facilita la identificación del escritor con el personaje, y eso puede facilitar el trabajo. Pero si yo la utilizo es porque considero que es la fórmula más realista”. Por contra, “la narración en tercera persona es un artificio”, añade. Y sólo si el texto se escribe de manera que esa tercera persona o ese “otro” se acople “al yo” –arguye–, el relato puede ser convincente.
Starnone quita importancia al mérito adicional de que dos de esos tres personajes narradores de su último libro sean mujeres: por este orden, una madre y esposa dolorida (Vanda) y su hija (Anna). “Ponerse en la piel de una mujer es lo menos que puede hacer un escritor mínimamente hábil”, afirma.
Un grupo internacional de profesores universitarios ha comparado Ataduras y otras obras del napolitano con las novelas de Elena Ferrante para, en conclusión, dictaminar que es él, y no su mujer, Anita Raja, como se venía sosteniendo desde otoño del 2016, quien se oculta detrás de ese seudónimo femenino. Él lo niega tajante en la entrevista con La Vanguardia: “¡Yo no soy Elena Ferrante!”, asegura. Y lo dice, por cierto, antes de dar ocasión a que se lo preguntáramos.